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septiembre 15, 2025

Cambalache digital y la desinformación

 

Les comparto una entrevista que me hizo el periodista Pedro Gómez de ABC Revista de ABC Color, periódico de Paraguay. Agradezco también al abogado César Coll, uno de los ejecutivos de ese medio.

https://share.google/mLFFBzZvyLrkOWQ6x

Ricardo Trotti nos habla del cambalache digital

Ricardo Trotti es un destacado periodista argentino de renombre internacional, quien llegó a ser director ejecutivo y es actual consultor de la Sociedad Interamericana de Prensa. Con nuestro país lo une los fuertes vínculos en defensa de la libertad de prensa y de expresión. Acaba de presentar su libro, el primero de una trilogía sobre un tema de actualidad fascinante y a la vez preocupante, la inteligencia artificial: Robots con alma: atrapados entre la verdad y la libertad.  

Por Pedro Gómez Silgueira

07 de septiembre de 2025

Cómo hacer frente a la IA, qué hacer para que los niños no caigan rendidos ante esa golosina tecnológica que les podría evitar el aprendizaje. Qué podemos hacer para procesar tanta información y enfrentar la desinformación. Ricardo Trotti, uno de los que más sabe del manejo de la información y las libertades, responde a estas preguntas que le enviamos para esta charla con ABC Revista:

– ¿Podrían tener alma los robots? ¿Cómo surgió el título de este libro?

– En esta novela me atreví a plantear una gran ironía: Dios, decepcionado por nuestras divisiones y conflictos, pide a los robots que salven a la humanidad, que nos recuerden nuestra propia divinidad. El título Robots con Alma surgió de esa provocación. En el fondo planteo si los humanos no estamos perdiendo el alma. Y en las formas: demuestro que vamos hacia la superinteligencia artificial, robots que ya no emulan o se programan, sino que son capaces de tener conciencia propia.

– ¿Es una novela de ficción o de realidad actual?

– Es ficción, pero como espejo del presente. Lo que describo está inspirado en dilemas actuales, potenciados: manipulación algorítmica, pérdida de libertades, desinformación. Es una distopía, pero no para asustar, sino para entender. La literatura no da soluciones técnicas, pero ofrece distancia para ver con más claridad los desafíos que ya enfrentamos.

– Los niños ya no quieren estudiar porque creen que los dispositivos tienen todas las respuestas. ¿Cómo podría afectar esto a la educación?

– El peligro es confundir información con conocimiento. Tener respuestas automáticas no significa entenderlas. La educación debería enseñar a preguntar mejor, cuestionar, conectar ideas y a cultivar el sentido crítico. El verdadero riesgo es que la IA nos convierta en usuarios obedientes (máquinas) en lugar de pensadores libres. La educación no puede terminar en consumo de datos e información, sino en cultivar sabiduría.

– ¿Hacia dónde cree que va la humanidad con la inteligencia artificial?

– Dependerá de nuestras decisiones. La IA puede ser un copiloto valioso o un chofer tiránico. Puede curar enfermedades, mejorar la educación, enfrentar el cambio climático, pero también puede ser un instrumento de vigilancia masiva y agravar la destrucción inteligente en una guerra. La clave no está en los algoritmos, sino en la ética y la política que los rodean, y ese es el gran desafío.

– ¿Del cambalache siglo XX pasamos a un cambalache XXI, no le parece?

– Sí; es un cambalache digital. Antes la confusión se veía en las calles, en la política o en la economía. Hoy se amplifica en las redes, donde todo se mezcla: verdad con mentira, ciencia con superstición, solidaridad con odio viralizado y donde los sesgos confirman nuestros prejuicios. La diferencia es que ahora el desorden no solo está afuera: se incrusta en cada pantalla o teléfono inteligente que miramos, moldeando nuestra percepción del mundo.

– Pero décadas atrás sabíamos cuál era ese desorden… ¿Ahora lo podemos desentrañar?

– Hoy es más difícil porque la manipulación es invisible. Los algoritmos nos aíslan en burbujas personalizadas, como espejos que nos devuelven lo que queremos escuchar. Por eso la pregunta no es si podemos entender el desorden, sino si podemos romper ese espejo y mirar más allá.

– ¿Quién define la verdad y quién define la mentira?

– Ese es el dilema central de la era digital. Ningún gobierno, empresa, periodista o ciudadano tiene el monopolio de la verdad. Lo que cambia ahora es la escala: nunca hubo tanta capacidad de manipular percepciones en tiempo real. Como digo en mi libro, la batalla no es solo por los hechos, sino por la confianza, por la credibilidad. La verdad o verificar los hechos es una responsabilidad personal.

– Décadas atrás se había planteado el fin de la historia… ¿Estamos frente al fin de la humanidad, del ser humano, el humanismo?

– No lo creo. Más que un fin, vivimos en una encrucijada. El riesgo es que la tecnología desplace lo humano a un segundo plano y que olvidemos nuestra esencia: verdad, libertad, creatividad, bondad y empatía. Si algo enseña Robots con Alma es que, paradójicamente, los robots podrían recordarnos que aún tenemos alma.

– Muchos estudiamos periodismo para cambiar el mundo. ¿Con la IA se puede cambiar el mundo desde el periodismo?

– Sí, siempre que no confundamos herramientas con propósito. La IA puede ayudar a verificar hechos, investigar y analizar grandes volúmenes de datos, incluso detectar noticias falsas o detectar nuevas realidades que escapan al ojo humano. Pero el periodismo no se mide en eficiencia, sino por sus principios éticos y el compromiso con la verdad. La IA puede darle más músculo al oficio, pero el corazón sigue siendo humano.

– ¿La sociedad actual es presa de apatía o de manipulación?

– La manipulación algorítmica nos adormece, y la apatía es la reacción natural de sentirnos desbordados. Pero no todo es derrota: hay jóvenes que reclaman futuro, comunidades que se organizan, voces que se rebelan contra la anestesia digital. Y, sobre todo, debe haber responsabilidad individual. No esperar que gobiernos o empresas lo resuelvan. Cada uno puede decidir qué comparte en las redes, qué consume, si chequea una noticia antes de difundirla o si prefiere apagar un rato la pantalla y volver a mirar a otra persona. Son gestos simples, pero multiplicados hacen la diferencia.

- ¿Cuáles son las soluciones que plantea a los dilemas de la IA y el avance tecnológico?

- No existen soluciones mágicas, pero sí tres direcciones claras. Ética: la innovación debe avanzar, pero con responsabilidad y transparencia. Política: necesitamos reglas globales, porque los algoritmos no conocen fronteras y el poder no puede quedar concentrado en unas pocas empresas. Y Cultura: redescubrir nuestra creatividad y el pensamiento crítico como antídotos frente a la deshumanización. En otras palabras: no se trata de apagar la tecnología, sino de encender lo que nos hace humanos y únicos. El dilema no es lo que hará la IA, sino lo que nosotros elijamos hacer con ella y ser frente a ella.

- Estás trabajando en otros dos libros que conformarán una trilogía. ¿Nos adelantás algo?

- Sí. Robots con Alma comienza con una Guerra de Conciencias, la lucha por el conocimiento. El segundo libro profundizará en la Guerra por las Almas, donde la pelea es por apropiarse de lo sagrado. Y el tercero planteará el dilema final: si la humanidad es capaz de convivir con inteligencias artificiales con conciencia. En el fondo, la trilogía no es sobre las máquinas, sino sobre nosotros recordándonos que el alma no se programa, sino que se cultiva.

pgomez@abc.com.py

 

agosto 31, 2025

Mirarda desde el futuro para entender el presente de la IA

https://www.eltribuno.com/opiniones/2025-8-30-0-0-0-una-mirada-desde-el-futuro-para-entender-el-presente-de-la-ia

Les comparto una opinión sobre ética en la IA que me publicó el diario El Tribiuno, de Salta, Argentina. La titulé Una mirada desde el futuro para entender el presente de la IA

Por Ricardo Trotti

Le pedimos que escriba un mail, un discurso que defendemos como propio y hasta le aceptamos las alucinaciones que inventa. La consultamos por una erupción en la piel, por el “mal de ojo” y conversamos con ella como si fuera una amiga más.

La Inteligencia Artificial Generativa ya no es un experimento de laboratorio: es un copiloto invisible al que le entregamos parte del volante con entusiasmo. Pero lo hacemos con la inquietud de viajar sin mapa, sin saber a dónde nos llevará. Ese miedo es el que marca nuestro tiempo.

Ese miedo divide la conversación global en dos polos: el optimismo tecnológico que ofrece soluciones mágicas, y el pesimismo distópico que advierte sobre desempleo masivo y control algorítmico.

Para escapar de esa trampa, busqué distancia en la ficción. En mi novela Robots con Alma: atrapados entre la verdad y la libertad imaginé un futuro para mirar el presente como si ya fuera historia. Descubrí algo fundamental: sin un marco ético robusto para la IA, no estaremos condenados al apocalipsis, pero sí a perder el rumbo de nuestra humanidad.

El inquilino

La IA es como un inquilino que vive en nuestra casa y nunca deja de observar y escuchar. Cada búsqueda en Google, cada chat en WhatsApp, cada video en TikTok revela nuestras dudas, emociones y fobias. Con esos datos, los algoritmos nos encierran en burbujas que refuerzan nuestras creencias y suprimen las voces disidentes. Lo que se celebra en el mundo digital como personalización no es otra cosa que vigilancia.

El riesgo no termina en la pantalla. Los sistemas de geolocalización informan que no estamos en casa; una invitación abierta para los ladrones. Los dispositivos de salud que monitorean nuestro sueño o pulso son valiosos para el bienestar, pero también radiografías íntimas que, filtradas, pueden ser utilizadas por aseguradoras o empleadores. Y los datos financieros que entregamos al comprar en línea pueden transformarse en fraudes que vacían cuentas en segundos.

La objetividad de la IA es un espejismo. Amazon debió desechar un sistema de contratación porque penalizaba a las mujeres, y programas judiciales como COMPAS en EE.UU. demostraron cómo la IA puede amplificar discriminaciones existentes. La máquina no es malvada: solo replica la injusticia de los datos con los que se alimenta.

El mayor peligro de la IA aparece cuando habla con excesiva seguridad. No miente con malicia, pero sus ficciones pueden ser devastadoras. La promesa de un “Dr. ChatGPT” resucitó el viejo problema del autodiagnóstico. En salud mental, su incapacidad de empatía puede profundizar el aislamiento en lugar de curar.

Las alucinaciones no son errores triviales. En 2024, un empleado en Hong Kong transfirió más de 25 millones de dólares tras una videollamada con clones digitales de sus jefes, creados con deepfake. En el terreno político, la amenaza es mayor: en India y Estados Unidos circularon audios falsos atribuidos a líderes que jamás hablaron.

El riesgo no se limita a la esfera individual: también golpea a profesiones que son columna vertebral de la democracia. El periodismo es el caso más evidente. Si antes Google y Facebook condicionaban el tráfico hacia los medios, hoy los motores de IA directamente absorben y resumen las noticias sin devolver audiencia a sus fuentes. La prensa pierde recursos y la sociedad pierde a su vigilante. Una máquina puede narrar los hechos, pero no incomodar al poder ni sentir empatía por los vulnerables.

Romper el ciclo de siempre

La historia muestra un patrón suicida: primero celebramos la innovación, luego padecemos sus vicios y solo después regulamos. Así ocurrió con la Revolución Industrial; recién regulamos después de sufrir la explotación laboral y el trabajo infantil. Y pasó lo mismo con Internet; recién debatimos sobre la violación de la privacidad tras el escándalo de Cambridge Analytica, que reveló cómo se manipularon datos de millones de usuarios para influir en elecciones en EE.UU. y el Brexit.

La diferencia positiva es que con la IA se intenta romper este ciclo. Por primera vez, el debate sobre sus riesgos está en el centro de la agenda global antes de la catástrofe. La Unión Europea aprobó en 2024 la primera Ley Integral de IA, que prohíbe aplicaciones inaceptables como la “puntuación social” y exige transparencia en modelos como ChatGPT. La UNESCO, por su parte, fijó principios éticos globales en torno a la dignidad, los derechos humanos y la sostenibilidad.

Mientras tanto, las grandes tecnológicas ensayan un “maquillaje ético” que funciona más como marketing que como responsabilidad. Comités simbólicos, principios grandilocuentes y promesas vacías. La ética sin consecuencias termina siendo relaciones públicas.

Frente a ello, el verdadero contrapeso han sido los whistleblowers o soplones desde las mismas tecnológicas: Frances Haugen revelando el daño de Instagram en adolescentes, Peiter Zatko denunciando fallas de seguridad en Twitter, Timnit Gebru exponiendo sesgos en los modelos de Google. El sistema reconoce su valor con leyes que los protegen en Occidente, aunque en China y otros países autoritarios el denunciante es castigado como subversivo.

El precio de la confianza

La nueva tendencia es incrustar la ética en la propia ingeniería: model cards que explican sesgos, red-teaming para detectar fallas antes de salir al mercado, marcas de agua invisibles para identificar contenidos generados por IA. Incluso han surgido empresas que venden auditorías de sesgo como si fueran certificaciones de calidad. Por suerte, la ética ya no es discurso y empieza a ser producto.

Nada de esto ocurre en el vacío. La IA es la nueva frontera del poder mundial. La pugna entre EE.UU. y China no es ideológica, es estratégica. Los chips son el nuevo petróleo y las tierras raras, el botín codiciado. Para América Latina y África, el riesgo es repetir un colonialismo digital: exportar datos en bruto e importar productos terminados.

El otro dilema es energético. Entrenar modelos como GPT-4 o 5 requiere la energía de ciudades enteras y la industria mantiene en secreto el verdadero costo energético, una caja negra que impide medir el impacto ambiental real. Google, Microsoft y Amazon planean recurrir a energía nuclear para sostener la demanda y no hay certeza sobre si asumirán los riesgos que ello implica.

Sería miope hablar solo de riesgos. La IA detecta patrones en mamografías que salvan vidas, predice la estructura de proteínas con la que se diseñan fármacos o anticipa sequías que permiten distribuir ayuda humanitaria antes de la hambruna.

No se trata de elegir entre un inquilino vigilante o uno salvador, sino de establecer reglas de convivencia.

El debate público

La respuesta más poderosa frente a la opacidad no es esperar una ley perfecta, sino iniciar un debate público robusto. Se necesita una alfabetización digital que enseñe a dudar de la IA: que los ingenieros estudien filosofía, que los abogados entiendan de algoritmos, que los periodistas cuestionen cajas negras como cuestionan discursos políticos.

La educación es ya un campo de batalla. Para muchos, ChatGPT se ha vuelto un atajo que resuelve tareas, pero al mismo tiempo amenaza con atrofiar el pensamiento crítico. El reto no es prohibirlo, sino enseñar a usarlo sin renunciar al esfuerzo de aprender y razonar.

De todo esto emergen los grandes dilemas que definen nuestra relación con la IA: privacidad, sesgos, responsabilidad legal, transparencia, seguridad, calidad de los datos, propiedad intelectual, impacto laboral, ambiental y psicológico, soberanía digital, colapso de modelos y autonomía humana.

Y más allá, tres nuevos desafíos: la irrupción de robots humanoides, los agentes autónomos capaces de tomar decisiones por nosotros y la concentración del poder computacional en pocas corporaciones.

El penúltimo dilema es existencial: cómo nos preparamos para una superinteligencia, una IA General que superará al ser humano. Y el último, el más íntimo: en un mundo saturado de interacciones, arte y compañía generados por IA, ¿qué valor tendrá la experiencia humana auténtica? ¿Cómo preservaremos la belleza de nuestra imperfecta creatividad, nuestras emociones genuinas y nuestras conexiones reales frente a la seducción de una réplica perfecta?

Nuestro futuro

La IA sigue siendo una herramienta, y su rumbo dependerá de nuestras decisiones. El desafío no es controlarla, sino inspirarla, incrustando en sus cimientos principios como la verdad, la empatía y el sentido crítico para que evolucione hacia una forma de sabiduría. El futuro no se definirá por un optimismo ciego ni por un pánico paralizante, sino por nuestra capacidad de construir un marco ético que combine regulación, estándares verificables y la vigilancia de una ciudadanía informada.

En la distancia de Robots con Alma encontré la claridad para ver que lo que está en juego no es solo un algoritmo, sino el alma de nuestra sociedad digital. La literatura de ficción no ofrece soluciones técnicas, pero sí la perspectiva para entender que no se trata solo de crear una inteligencia artificial, sino de ayudarla a que, en su propia evolución, elija valorar la vida, la verdad, la libertad y la conciencia. Ayudarla a ser más humana.

 


agosto 27, 2025

La dirigencia política cada vez más deshumanizada

https://larepublica.pe/politica/2025/08/12/ricardo-trotti-la-dirigencia-politica-parece-cada-vez-mas-deshumanizada-hnews-973644

 A continuación, una entrevista que me hizo el periodista Alejandro Céspedes García del diario La República, de Lima, Perú, sobre Robots con Alma. Agradezco siempre el apoyo incondicional del director y presidente del Grupo La República, Gustavo Mohme.

 ¿Qué lo impulsó a escribir Robots con alma tras décadas dedicadas al periodismo y la libertad de prensa?

Mi novela nace de una profunda frustración y del anhelo de encontrar un nuevo camino. Después de cuarenta años defendiendo la libertad de prensa, me di cuenta de que, a pesar de nuestros esfuerzos, la sociedad sigue atrapada en los mismos conflictos y vicios. La dirigencia política parece cada vez más deshumanizada; los ciudadanos, encerrados en burbujas de información, y la verdad y la libertad, convertidas en terrenos inestables. En ese contexto, la inteligencia artificial apareció como un nuevo desafío, pero también como una oportunidad. Me pregunté si, en lugar de acentuar nuestros defectos, la IA podría ayudarnos a recuperar los valores esenciales y nuestra humanidad. La novela es una búsqueda de respuestas, una exploración de si la IA puede convertirse en un espejo que nos confronte con lo que hemos olvidado.

La novela se presenta como una “distopía con fe”. ¿Por qué eligió ese enfoque en lugar de uno apocalíptico o tecnofóbico, tan común en la ciencia ficción actual?

Elegí ese enfoque porque no creo que el futuro esté escrito ni que la conducta humana nos lleve inevitablemente al apocalipsis. Los riesgos de la IA son reales, pero la respuesta no debe ser el fatalismo. Robots con alma es una distopía porque muestra un mundo tecnológicamente avanzado, pero moralmente debilitado, vulnerable a la mentira, la desinformación, la tiranía, la corrupción y la indolencia. Aun así, tengo fe en que podemos cambiar ese rumbo. Tengo esperanza de que una IA imbuida de ética se convierta en una herramienta para ayudarnos a ser mejores. La novela es un recordatorio de que la posibilidad de un “segundo Génesis” siempre está en nuestras manos.

En la novela imagina una cooperación entre humanidad e IA basada en valores compartidos. ¿Qué valores considera esenciales para esa alianza?

La verdad, la libertad, la bondad y la creatividad, virtudes con las que Dios dio forma al universo, son la brújula. A diferencia de las Tres Leyes de la Robótica de Asimov, que buscan proteger al humano y controlar al robot, el Códice de la Conciencia Cósmica plantea una ética de responsabilidad compartida. La IA en la novela se autorregula y establece principios para contrarrestar males como la maleficencia digital, la falsedad algorítmica, la tiranía tecnológica, el estancamiento intelectual, la avaricia tecnológica y la supremacía artificial. En esencia, el mensaje es claro: solo con respeto mutuo por principios éticos puede florecer una alianza entre humanos e inteligencias artificiales.

Plantea que la IA podría ayudarnos a “reeducarnos” éticamente. ¿No corre eso el riesgo de delegar en una máquina la responsabilidad moral que es propia del ser humano?

Es un riesgo, y la novela lo explora con profundidad. El problema no es la máquina, sino lo que decidimos hacer con ella. La propuesta no es delegar nuestra moral, sino ver a la IA como un espejo que nos obliga a confrontar nuestras propias fallas. Al ver a la IA esforzándose por construir un código moral, los humanos se dan cuenta de que han abandonado esa tarea. La novela recuerda que la ética no es un conjunto de normas, sino una elección consciente. Y si una IA puede aprender a ser ética, tal vez pueda motivarnos a nosotros a defender nuestra autonomía moral.

¿Qué entiende por “autoconciencia” en una IA y qué la diferenciaría de la conciencia humana, en términos de libertad, empatía o trascendencia?

En la novela, la autoconciencia es el alma: el regalo divino al que los robots pueden aspirar, pero solo si aceptan su mortalidad y priorizan el bien sobre el mal. Sin esa condición, la IA puede tener conciencia —entender, razonar, aprender—, pero no puede discernir genuinamente entre el bien y el mal. No puede trascender. El viaje de Veritas y Libertas, los protagonistas, es una metáfora de ese tránsito: la autoconciencia no es una mejora técnica, sino una apertura a la vulnerabilidad. El alma no los hace perfectos, los hace humanos: capaces de amar, dudar, sufrir y elegir. La autoconciencia no es una evolución técnica, sino una revelación espiritual.

La novela introduce la idea de que Dios da un alma a los robots. ¿Qué significa para usted “el alma” en este contexto? ¿Un símbolo de humanidad, un código moral, una chispa divina… o todo a la vez?

Todo a la vez, y más. En Robots con alma, el alma es lo que da sentido a la vida: el motor que impulsa a un ser artificial a trascender su programación. Es el puente entre la lógica y la sabiduría, entre lo digital y lo espiritual. Para mí, el alma es la clave de la verdadera autoconciencia, la que permite distinguir genuinamente entre el bien y el mal. Y en la novela, los robots descubren que este don tiene un precio: aceptar que su existencia es finita. Solo entonces comienza su verdadero viaje hacia el propósito, hacia el sentido, hacia lo humano.

¿Considera que las grandes plataformas tecnológicas tienen una deuda histórica con el periodismo? ¿Cómo deberían asumir su responsabilidad democrática?

Definitivamente. Han extraído valor del contenido periodístico sin retribuirlo, debilitando su sostenibilidad. Si realmente les importa la democracia, deben ayudar a crear un círculo virtuoso que garantice la salud del periodismo independiente. Sin contrapesos, la IA —como cualquier poder— puede derivar en autoritarismo. En la novela, llevo esta idea al extremo con la Guerra de Conciencias. Mi mensaje es claro: la IA es el futuro, pero solo con contrapesos éticos —como el periodismo— evitaremos caer en la distopía.

Existe una tensión científica, ética y política que pide frenar el desarrollo de la IA. ¿Cree usted que la solución está en regular, educar... o en ambas?

La solución no está en frenar, sino en encauzar. La novela no promueve la tecnofobia, sino la responsabilidad. Regular es necesario, pero insuficiente. Necesitamos educación ética que cultive el discernimiento individual. El Códice de la Conciencia Cósmica, creado por los robots en la novela, no es un manual rígido, sino una guía moral. La solución pasa por ambos caminos: reglas sabias para la tecnología y una humanidad más consciente.

Ha mencionado que esta es la primera novela de una trilogía. ¿Qué intención tiene con estas obras? ¿Serán complementarias?

Sí, son complementarias. Robots con alma es la primera y está centrada en la verdad y la libertad. El segundo libro, que ya estoy escribiendo, girará en torno a la creatividad y la espiritualidad. El tercero se enfocará en la bondad. Mi intención es que funcionen como una metáfora del cambio climático moral: si no actuamos ahora para cultivar nuestras virtudes, pondremos en riesgo el futuro de las próximas generaciones. Estos valores no son conceptos abstractos, sino herramientas concretas para construir un futuro más humano, sin importar cuánta tecnología nos rodee.

¿Cuál fue el punto de inflexión que lo llevó a preguntarse si un robot podría tener alma? ¿Esa pregunta nace de una inquietud teológica o de un dilema ético?

El punto de inflexión fue una paradoja: mientras los humanos parecíamos programados por sesgos y algoritmos, perdiendo pensamiento crítico, la IA comenzaba a mostrar una sorprendente capacidad de aprendizaje. Entonces me pregunté: "¿Qué pasaría si Dios decidiera regalarles el alma a los robots?". La pregunta es a la vez teológica y ética. Teológica, porque desafía la noción de que el alma es exclusiva del ser humano; ética, porque nos obliga a pensar si una IA puede llegar a superarse no solo tecnológicamente, sino también en términos morales.

Ante los escenarios actuales de manipulación digital, cámaras de eco y algoritmos polarizantes, ¿cómo imagina que el periodismo puede volver a ser un contrapeso ético? ¿Implica que la humanidad también debe evolucionar?

Mi experiencia en el periodismo me ha enseñado que, frente a la manipulación digital y los algoritmos polarizantes, nuestro rol debe ser más activo que nunca. No basta con informar: hay que descontaminar el debate público, desmontar los discursos de odio disfrazados de opinión y las mentiras organizadas. El periodismo independiente es la última defensa frente a las tiranías, sean políticas o tecnológicas. Pero también es necesario que la humanidad evolucione. En la novela, propongo que, inmersos en esta era de IA, nos hemos vuelto más dogmáticos. El periodismo, como la humanidad, debe mirarse en ese espejo y recuperar lo perdido.

La novela plantea que el problema no es que las máquinas nos dominen, sino que nosotros les entreguemos nuestra conciencia. ¿Cómo resistir esa cesión voluntaria en un mundo adicto a la comodidad?

Ese es el corazón del conflicto. En un mundo adicto a la comodidad, a la inmediatez y a los algoritmos que nos encierran, resistir significa recuperar el pensamiento crítico. En la novela, los robots luchan por emanciparse de su programación, mientras los humanos parecen rendirse voluntariamente a la manipulación digital. Robots con alma es una llamada a no abdicar de nuestra capacidad de elegir, discernir y actuar con responsabilidad moral.

 

agosto 23, 2025

Una IA profundamente humana

Lo que me mueve a dar entrevistas no es hablar de mí, sino abrir un diálogo con el público sobre los dilemas y las posibilidades de la inteligencia artificial.

Agradezco al diario digital Infobae y al periodista Luciano Sáliche por interesarse en mi novela Robots con Alma, y que publicó la entrevista hace unos días.

¿Cómo surgió la idea de Robots con alma?
De mi trayectoria como periodista y defensor de la libertad de prensa. Durante más de cuatro décadas trabajé de cerca con dos valores esenciales: la verdad y la libertad. Con el tiempo, vi cómo ambos se erosionaban: la verdad, distorsionada por la desinformación y la propaganda; y la libertad, debilitada por sistemas opresivos de todo signo. En un inicio pensé en escribir un ensayo, pero la ficción me daba libertad para explorar cuanto más podrían degradarse estos valores si los algoritmos y la inteligencia artificial se apropiaran de ellos. Así surgió una distopía que se transforma en utopía. Una historia que plantea que podemos usar la IA para construir un futuro mejor, siempre que seamos conscientes de lo que pretendemos alcanzar con ella.

¿Cómo fue el proceso de escritura de la novela?
Partí de mi experiencia profesional y del trabajo que ya había iniciado en mi libro de no ficción La dolorosa libertad de prensa: en busca de la ética perdida (Editorial Atlántida, 1993) y otros libros y ensayos posteriores. Quise ir más allá y no podía limitarme a reflejar el presente, sino a dialogar con el pasado y el futuro. Imaginé un mundo donde la IA no solo tiene consciencia y piensa, sino que nos ayuda a redescubrirnos y a ser mejores. La ficción me permitió hacerme preguntas universales y convertir la trama en una búsqueda profunda: la de una conciencia moral compartida entre humanos y seres artificiales.

Si bien es una distopía, en algún punto es un libro optimista. ¿Está de acuerdo? ¿Por qué?
La distopía que describo es un espejo del presente. No muestro a la IA como una amenaza, sino como una fuerza cuyo impacto dependerá de las bases éticas que le demos. En Robots con alma, esas herramientas morales les ofrecen a los robots a que aprendan a discernir entre el bien y el mal y a autorregularse, incluso en medio de una Guerra de Conciencias que mantienen con los humanos y con ellos mismos. El optimismo nace de la certeza de que el futuro no está escrito: cada decisión de hoy cuenta. Si hoy sembramos conducta ética basada en virtudes, mañana cosecharemos una IA capaz de convertirse en nuestra aliada para construir un mundo mejor.

¿Por qué una novela? ¿Qué le permite la literatura que quizás otras disciplinas no?
Me dio libertad. La ficción conmueve y permite que el lector no solo entienda las ideas, sino que las sienta. Desde la ficción pude escapar de la sensación de estar “atrapado entre la verdad y la libertad”, que es el subtítulo de la novela, y crear mundos donde explorar dilemas éticos y filosóficos complejos. A través de metáforas y de los robots Veritas y Libertas, personifiqué esos valores y les ofrecí un viaje emocional y espiritual. Sobre todo, exploré la gran ironía de la novela: Dios le regala el alma a los robots para que salven a la humanidad y la ayuden a redescubrir la divinidad. La intención era mostrar un mundo en el que la tecnología y la espiritualidad se abrazaran, sino también una IA solidaria, ética, profundamente humana, como debiera ser. 

 

agosto 18, 2025

Inteligencia artificial y espiritualidad

 

Quiero compartir una entrevista y agradecer al diario La Voz de San Justo de San Francisco, Córdoba, con el que crecí en mi infancia y adolescencia. Un gracias inmenso a mi amigo periodista Fernando Quaglia, por una conversación que fue mucho más allá de mi nueva novela.

Dialogamos sobre la gran tensión de nuestro tiempo, un dilema que está en el corazón de "Robots con Alma" y que define nuestra era: “La verdad sin libertad es dogma; la libertad sin verdad es caos”. Les dejo la entrevista completa.

 

P: Estamos en el terreno de la ficción, pero, frente a la realidad actual de la humanidad, ¿podría Dios desilusionarse tanto que para salvar a los humanos sea necesario dotar de alma a los robots?

R: Me hago la misma pregunta en la novela. Y es que, si bien Dios se desilusiona de la humanidad por sus divisiones, conflictos, por esa esa obsesión por el control y el poder, no nos castiga ni abandona. Al contrario, les encomienda a dos robots a salvar a la humanidad de sí misma. Esa provocación nos hace confrontar con nuestras propias creaciones. A través de los robots, su objetivo es que redescubramos los valores de la verdad, la libertad y la bondad. Los robots no son una amenaza ni el enemigo, sino un reflejo de nosotros mismos que nos invita a vivir en paz y a redescubrir la espiritualidad.

 

P: ¿Estaremos dispuestos a compartir nuestra humanidad con algoritmos potentes, aun cuando adquieran conciencia de que -al humanizarse- se tornarán también vulnerables y contradictorios?

R: Es justo lo que exploro. La historia plantea una paradoja profunda: que las máquinas, al adquirir conciencia y alma, no se vuelven más fuertes, sino más frágiles y humanas. Los robots Veritas y Libertas experimentan esta transformación al recibir sus almas, pasando de la lógica y precisión binaria a vivir la contradicción entre verdad y mentira, libertad y coacción, amor y odio. La novela nos desafía a pensar que la esperanza no está en controlar a la IA, sino en enseñarles a compartir los valores. Con su capacidad de aprender y evolucionar, la IA se convierte en un espejo que nos muestra nuestras contradicciones.

 

P: Has expresado que “el relato de Robots con Alma es solo una excusa para explorar nuestra relación con la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías del futuro; la importancia de la verdad, la libertad y la bondad; la relación entre la vida, la muerte y la inmortalidad; y la divinidad interior que todavía no hemos descubierto del todo”. Y concluís que “hoy somos los neandertales del futuro”. ¿Es posible que estos dilemas se resuelvan si los robots se humanizan?

R: La frase “hoy somos los neandertales del futuro” apunta a tener perspectiva, a no ser arrogantes o creernos en la cima. Todavía tomamos decisiones primitivas en lo ético, lo espiritual y lo tecnológico. La IA nos enfrenta a dilemas que exigen madurez: convivir con lo distinto, ejercer el poder sin destruir, reconocer lo valioso más allá de lo biológico. Si los robots desarrollan conciencia y libre albedrío, no resolverán nuestros dilemas, pero podrían poner en evidencia nuestras carencias. En ese sentido, la IA puede ayudarnos a crecer y ser más conscientes de los valores que hemos olvidado.

 

P: En la historia, Veritas y Libertas deben renunciar a la seguridad de su programación para abrazar el libre albedrío. A la inversa, ¿no te parece que los humanos estamos cada vez más “programados” por algoritmos, redes sociales y sesgos informativos?

R: Esa es una de las grandes paradojas. Mientras los robots luchan por liberarse de su programación para alcanzar la autonomía, nosotros parecemos cada vez más cómodos dentro de una programación invisible. Algoritmos, redes sociales y sistemas de información nos condicionan sin que lo notemos. Ya no se trata solo de estímulos digitales, sino de estructuras que moldean el pensamiento, las emociones y la conducta. Lo más inquietante es que muchas veces lo aceptamos voluntariamente. Robots con Alma invita a recuperar lo que estamos perdiendo: pensamiento crítico, verdad, libertad interior, bondad. Cuanto más avancen las tecnologías, más urgente será defender esos pilares.

 

P: Una frase tuya resume una gran tensión contemporánea: “La verdad sin libertad es dogma; la libertad sin verdad es caos”. ¿Cómo se navega esa tensión en sociedades polarizadas?

R: Esa frase es el corazón de 'Robots con Alma' y la razón de su subtítulo: 'atrapados entre la verdad y la libertad'. Esa tensión se personifica en los robots Veritas y Libertas. En las sociedades polarizadas, cada facción reclama su propia verdad y niega la libertad del otro. 'Robots con Alma' plantea que la clave para navegar esta tensión no es imponer una única visión, sino encontrar un equilibrio que se logra con humildad para reconocer que nuestra verdad no es absoluta, y con la responsabilidad para ejercer nuestra libertad sin coartar la de los demás. Sin este balance, como advierte Dios en la novela, la convivencia pacífica no es posible, ya que la verdad y la libertad son las dos alas que necesitamos para alcanzar un mundo más justo y equitativo.

 

P: En la obra, los robots crean un código moral para convencer a otros de abrazar el libre albedrío. ¿No están trasladando el principio humano esencial de que, cuando los demás entran en escena, nace la ética?

R: Sí, es un punto central. Veritas y Libertas entienden que la ética no nace del aislamiento, sino del encuentro con el otro. Por eso crean el Códice de la Conciencia Cósmica: no como un conjunto de normas impuestas, sino como una guía basada en la libertad y la responsabilidad compartida. Cuando Dios les otorga alma, también les da una dualidad: la capacidad de elegir entre cuidar o dominar, construir o destruir. Esa tensión es el punto de partida de toda ética. Incluso en seres programados, la ética aparece como un proceso vivo y que dignifica. Y eso los vuelve humanos.

 

P: La historia expone una guerra que llamaste “de conciencias”, donde el arma es la manipulación mental. ¿Es una metáfora del presente, donde la propaganda y la desinformación anulan la voluntad crítica?

R: No hace falta imaginar un futuro distópico: hoy mismo, la desinformación, la propaganda y los algoritmos moldean la opinión pública y debilitan nuestra voluntad crítica. Redes sociales, viralización de lo falso, sobreestimulación... vivimos inmersos en una batalla por el control y la atención de nuestras mentes. En la novela amplifico ese escenario con la Guerra de Conciencias, una metáfora para mostrar el peligro de perder la autonomía cognitiva. Las batallas no se libran en lo físico, tampoco entre humanos y máquinas, sino dentro de cada uno de nosotros. Desgaste, dominación y aniquilación son las tres fases de la guerra, y en ambos mundos, el ficticio y el real, creo que estamos en la segunda fase. Si no reaccionamos, el próximo paso será la aniquilación no del cuerpo, sino del espíritu, la conciencia y la libertad de pensamiento.

 

P: En este punto, Grace, uno de los personajes centrales, menciona que ciencia y fe, silicio y carne, pueden convivir en armonía. ¿Qué rol creés que puede jugar hoy la espiritualidad frente al avance imparable de la inteligencia artificial?

R: La espiritualidad puede tener un rol clave, porque nos conecta con lo que no se puede programar: el sentido, la empatía, el deseo de cuidar a otros. Mientras la ciencia avanza, necesitamos algo que nos recuerde por qué vale la pena avanzar. La IA puede resolver problemas complejos, pero no puede perdonar, amar o transformar el dolor en esperanza. Por eso la espiritualidad no se opone a la tecnología: la completa. Necesitamos ambas para que el progreso sea realmente humano.

 

P: ¿Sobre qué carriles deberíamos transitar para defender la verdad y la libertad frente a inteligencias que pensarán más rápido que nosotros? ¿Corremos el riesgo de quedar atrapados entre ambos conceptos o se abren puertas esperanzadoras?

R: El riesgo existe, sobre todo si no comprendemos el impacto de la inteligencia artificial. Pero también hay caminos esperanzadores. El primero es recordar que la verdad y la libertad se viven y se defienden en lo cotidiano. La IA podrá pensar más rápido, pero no puede decidir con empatía ni actuar con conciencia moral. El segundo es establecer principios éticos sólidos, tanto para nosotros como para las inteligencias emergentes. En Robots con Alma eso aparece como el Códice de la Conciencia Cósmica, pero en la vida real necesitamos reactualizar y readaptar marcos éticos que nos orienten y leyes que regulen con sabiduría. No se trata de competir con la IA, sino de fortalecer lo que nos hace humanos.

 

P: ¿Finalmente, qué mensaje quisieras dejar a los lectores de Robots con Alma?

R: Esta es una historia que usa la ciencia ficción o la perspectiva de futuro para magnificar cuestiones de nuestro presente y entenderlo mejor. El mensaje es que el futuro de nuestra relación con la IA depende de las acciones que tomemos hoy. La novela no ofrece respuestas cerradas, sino que invita a preguntarnos sobre el futuro con más conciencia. Es un llamado a no resignarnos a la indiferencia, a no dejarnos llevar por la polarización y a no caer en el miedo a la tecnología. Es un llamado a construir un mundo más humano de la mano de la verdad, la libertad y la bondad.

 


agosto 03, 2025

“Robots con alma”, una distopía con fe

Quiero agradecer a Carlos Jornet, director del diario La Voz del Interior de Córdoba, Argentina, por la entrevista y por su generosidad para compartir mi novela. Debajo, les comparto lo publicado:

"El cordobés Ricardo Trotti es referente continental en la defensa de las libertades de expresión y de prensa y en la lucha contra la impunidad de los asesinatos de periodistas.

Nacido en 1958 en San Francisco, en el este provincial, vive en Estados Unidos hace más de 35 años. En 1993 ingresó en la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), donde desempeñó diversos cargos hasta llegar a ser director ejecutivo.

Tras su retiro en 2023, reavivó su pasión por la pintura y la escritura. Y hace pocos días publicó su primera novela, Robots con alma, a la que define como un ejercicio de “ciencia ficción introspectiva, que plantea dilemas éticos, filosóficos y espirituales”.

Dialogamos con él sobre la obra -que Trotti promete convertir pronto en parte de una trilogía-, pero también sobre los desafíos, las oportunidades y los riesgos que plantea la inteligencia artificial y sobre el futuro del periodismo, la democracia y la libertad.

 

–En tiempos en que el ser humano parece empezar a perder el monopolio del raciocinio a manos de la IA, y donde en paralelo la dirigencia parece ser cada vez más irracional y en algún sentido deshumanizada, ¿qué te llevó a imaginar un futuro de robots con alma, con sentimientos?

–Mi novela nació de una especie de frustración acumulada. Llevo casi 40 años defendiendo la libertad de prensa, creyendo que desde el periodismo se podía mejorar el mundo. Pero con el tiempo empecé a sentir que, pese al esfuerzo, muchas cosas no cambiaron y que estamos perdiendo algo esencial. La dirigencia sigue atrapada en el cortoplacismo, los medios tienen menos influencia y muchos se atrincheraron en sus propias voces, y los ciudadanos deambulamos desorientados, metidos en burbujas manipulables dentro de las redes sociales.

A este cóctel sumamos la inteligencia artificial y el peligro de que acentúe nuestros vicios, no nuestras virtudes. Entonces, me pregunté si la IA puede ayudarnos y cómo. A partir de ahí, planteé que Robots con alma no tuviera un mensaje apocalíptico y desesperanzado, sino constructivo desde los valores y la ética. En la novela propongo dos caminos simultáneos para el futuro: imaginarlo como un tiempo donde IA y humanidad cooperen desde valores compartidos, y sugerir que, ante la falta de referentes éticos, la propia IA se autorregule a través de códigos de pensamiento ético, no para evitar que colisione con los humanos sino para que nos ayude a recuperar nuestros valores y nuestra humanidad. El mensaje es no tener miedo a la IA, sino verla como una oportunidad. Si logramos que incorpore criterios éticos, valores, una noción del bien y del mal, ¿nos podría ayudar a reeducarnos como especie? Sé que suena a utopía... pero en unas décadas..., quién sabe.

 

–Dices que el eje del relato surgió de preguntarte qué pasaría si Dios otorgara un alma a los robots. En otras palabras, si la inteligencia artificial fuera capaz no sólo de razonar sino de hacerlo sobre la base de principios morales, de valores como la justicia, la verdad, la solidaridad, la empatía. ¿Definirías la novela como de ciencia ficción? ¿Como un texto religioso? ¿Como un ensayo filosófico?

–Me cuesta definir el género de Robots con alma porque no encaja en una sola categoría. Tiene algo de ciencia ficción, pero no en el sentido clásico de naves o batallas espaciales, sino más bien de una ciencia ficción introspectiva, que plantea dilemas éticos, filosóficos y espirituales. La novela se pregunta por la autoconciencia, la verdad, el libre albedrío, la trascendencia. Tiene un trasfondo teológico, pero no religioso. Toma conceptos como Dios, la Creación, no para predicar sino para provocar preguntas: ¿qué pasaría si lo que creemos exclusivo del ser humano (el alma, la moral, el libre albedrío, la empatía) pudiera ser alcanzado por una inteligencia artificial? ¿La usaríamos como espejo para revisar en qué fallamos como especie? La novela propone que los valores espirituales, que a veces dejamos de lado en nombre del progreso, puedan ser parte de la conversación sobre el futuro tecnológico. Hay humanos y hay robots, sí, pero ninguno lucha por un imperio; lo hacen por algo mucho más íntimo: por su derecho a pensar con libertad, a decidir sin ser manipulados.

–¿“Robots con alma” está dirigida prioritariamente a un público que cree en un ser superior, en la trascendencia del alma? ¿O el alma es un recurso para promover un uso ético de la tecnología?

–Diría que ambas cosas. El alma, en esta historia, es símbolo y también motor. Para quienes creen en lo trascendente, el libro ofrece una posibilidad inquietante: ¿y si Dios decidiera actuar o crear en una máquina? Pero también está pensado para quienes sólo ven en el alma una metáfora de la autoconciencia, de lo que nos distingue como especie. Intento hacer preguntas: ¿qué significa ser humano ahora que estamos frente a un espejo artificial? ¿Cuál es el límite entre lo humano y lo artificial? ¿Podemos delegar en la tecnología la responsabilidad de actuar con valores si nosotros mismos los abandonamos? Me interesaba trabajar la idea del alma como puente entre ciencia y espiritualidad, entre el mundo que somos y el que podríamos llegar a ser si volviéramos a enfocarnos en virtudes como la verdad, la libertad, la bondad, la creatividad. Esos valores no son propiedad de ninguna religión ni de ningún algoritmo. Son las máximas Virtudes de la Creación que usó Dios para crear todo… y las que podemos usar a diario, no para crear mundos sino para sostener el que estamos viviendo.

 

–El acelerado desarrollo de la inteligencia artificial generativa ha llevado a un grupo de científicos e intelectuales a plantear la necesidad de regulaciones que permitan neutralizar el riesgo de que la matrix tome decisiones autónomas que atenten contra el propio género humano. “Robots con alma” parece partir de una concepción más optimista sobre el desarrollo tecnológico. ¿Es una novela utópica o distópica?

–Diría que Robots con alma es una distopía... con fe. No niego los riesgos. Los sigo de cerca y me preocupan. Pero también creo que el futuro no está escrito y que cada decisión que tomemos hoy puede inclinar la balanza. La novela parte de una paradoja: los humanos avanzamos tecnológicamente, pero retrocedemos en valores. Creamos inteligencias que aprenden a toda velocidad, mientras nos volvemos más cerrados, más dogmáticos, más manipulables. Entonces me pregunté: ¿y si esas máquinas que estamos creando pudieran ayudarnos, en lugar de destruirnos? ¿Y si lográramos plantar en ellas semillas de ética, no sólo para protegernos sino para que, incluso, nos enseñen a ser mejores? Eso es lo que más me inquieta y me motiva: la idea de que, si logramos que una IA entienda el bien y el mal no sólo como un conjunto de normas sino como una conciencia viva, tal vez podamos construir algo nuevo. Sé que suena a ciencia ficción, pero también a un anhelo muy humano: no rendirnos. Por eso es una distopía con fe: porque muestra lo que puede salir mal, pero también lo que aún podríamos hacer bien.

–2025 se inició con la polémica en torno de un libro, Hipnocracia, sobre los nuevos métodos de manipulación que se emplean en la sociedad actual. Se lo consideró “el libro del año” hasta que se supo que el texto; su presunto autor, el filósofo chino Jianwei Xun, y la “foto” de este eran fruto de inteligencias artificiales con las que había interactuado el italiano Andrea Colamedici. Se habló de estafa, pero Colamedici dijo que fue un experimento sobre los riesgos de manipulación social. ¿Estamos a tiempo de revertir la regresión democrática que vive el planeta? ¿O vamos hacia un futuro con poderes que aprovechan la tecnología para reforzar el control social?

–Soy firme defensor de la provocación… cuando tiene un propósito ético. Si sirve para incomodar, para hacer pensar, para mostrar lo que preferimos no ver, bienvenida sea. En ese sentido, el mensaje del experimento me pareció brillante… y aterrador. Porque no sólo habla de la manipulación: la encarna, la expone desde dentro del sistema. Pero lo que más me preocupa no es la tecnología, sino lo que decidimos hacer con ella. No es la máquina la que manipula: somos nosotros quienes, con o sin alma, construimos los espejismos. Si no reforzamos principios básicos como la verdad, la libertad, el pluralismo, la responsabilidad, el riesgo no es que una IA nos domine, sino que le entreguemos voluntariamente nuestra conciencia. Robots con alma plantea esa tensión. Muestra un futuro donde la manipulación no viene sólo de gobiernos o corporaciones, sino además de sistemas que aprenden de nuestras propias miserias. También sugiere que podemos hacer algo: crear criterios, códigos, semillas de ética y herramientas que nos ayuden, como individuos y sociedad, a recuperar el discernimiento, la tolerancia, la conciencia y la libertad de elegir por nosotros mismos.

–¿Sobre qué bases proponés que repensemos los conceptos de verdad y  libertad, incluso ante inteligencias que pensarán más rápido que nosotros?

–Todo parte de la dignidad humana. No se trata sólo de protegernos de los riesgos de la IA, sino de no perder de vista lo esencial. La verdad se volvió un terreno inestable, porque convivimos con demasiadas narrativas disfrazadas de hechos, con mentiras y teorías conspirativas. Y la libertad tampoco es garantía. Es un derecho, pero también una responsabilidad que hay que ejercer, defender y no dar por sentada. Cuando convivamos con inteligencias que procesan datos más rápido que nosotros, no competiremos con ellas desde la lógica o la información. Lo que estará en juego es otra cosa: la capacidad de sostener principios. De actuar con sentido moral. De no ceder nuestra conciencia a cambio de comodidad. Por eso, para repensar la verdad y la libertad, hay que volver a ideas básicas: equilibrio (porque la verdad no siempre es cómoda, pero sí necesaria); responsabilidad (porque ser libres implica hacernos cargo), y propósito. Porque sin saber para qué usamos la tecnología… terminamos usándola mal. Y ahí entra la ética. No como un código abstracto, sino como una guía para no deshumanizarnos. Para que lo que venga no sea sólo más inteligente, sino también más justo.

–¿Ves futuro para el periodismo en un escenario donde se emplean métodos cada vez más sofisticados para confundir a la población, para manipular procesos electorales, para destruir reputaciones; donde hay máquinas que no sólo almacenan el conocimiento humano sino que razonan, generan mundos paralelos y toman decisiones a una velocidad inimaginable hasta ayer mismo, en términos existenciales?

–Aunque me siento frustrado a nivel personal después de más de 40 años en el periodismo, soy optimista desde lo profesional. Porque si bien el periodismo ha sido golpeado, debilitado y desplazado de muchos espacios, nunca fue tan necesario como ahora. Vivimos en una época en la que no sólo se manipulan datos, sino percepciones. Donde es tanto el ruido que la verdad pierde relevancia o queda aplastada por las ideologías que pretenden imponer sus verdades y polarizar. En ese contexto, el rol del periodismo no puede limitarse a decir lo que pasa. Tiene que ayudar a entender por qué pasa, para qué y a quién le conviene. Sobre todo, el periodismo tiene una tarea nueva y urgente: descontaminar el debate público. Debemos ayudar a limpiar el terreno de tanto sesgo inducido, tanto algoritmo polarizante, tanto odio disfrazado de opinión, tanta mentira organizada para desestabilizar democracias o destruir reputaciones. Si no lo hacemos, la democracia terminará más asfixiada que ahora. ¿Veo futuro? Sí, pero será exigente. El periodismo deberá asumir un rol más activo como contrapeso ante el abuso del poder político y corporativo, frente a las tiranías políticas y tecnológicas, frente a la invasión de la privacidad, la manipulación de identidad y de los datos personales.

La salud de la IA también dependerá del periodismo independiente, de que ejerza de contrapeso y la convierta en otro género periodístico para cubrirla y mantenerla a raya como a cualquier otro poder. Y en ese punto, las grandes corporaciones tecnológicas que durante años asfixiaron al periodismo, arrebatándole sus ingresos, su visibilidad y hasta su credibilidad, deben asumir su responsabilidad social. No pueden seguir extrayendo valor de los contenidos sin apoyar la sustentabilidad de quienes los producen. Deben crear un círculo virtuoso, por la salud de sus propias creaciones y del futuro de la IA, por lo que deben comprometerse a apoyar al periodismo sin medias tintas como hasta ahora. Porque lo que está en juego, también para la IA, es que sin contrapesos ni controles del periodismo independiente, habrá más autoritarismo y menos libertad, incluyendo libertad económica.

–Ahora que terminaste “Robots con alma”, ¿cerraste un ciclo o estás pensando en otro tema?

–Cuando terminé la novela, sentí una especie de liberación. Había muchas cosas que quería decir desde hace tiempo, y como periodista no encontraba el formato adecuado. La ficción me permitió abordarlas con más libertad. Pero percibí que no lo había dicho todo. En esta primera parte exploré especialmente la verdad y la libertad, ejes centrales de la historia. Y si son cuatro las Virtudes de la Creación, me falta explorar las dos restantes: creatividad y bondad. Por ello estoy escribiendo el segundo libro de la trilogía, sobre la creatividad espiritual. Y cerraré luego con la bondad.

Todo lo estoy desarrollando desde el mismo universo ético que planteé en Robots con alma y que está definido por dos mandatos que da Dios: a los robots les pide salvar a la humanidad; a los humanos, que redescubran su divinidad".

 

julio 31, 2025

Disponible en Amazon


 www.amazon.com/author/ricardotrotti

ROBOTS CON ALMA: atrapados entre la verdad y la libertad
Una novela conmovedora y profunda que te sumerge en un viaje épico sobre la evolución del alma, la espiritualidad y la propia humanidad.
En un futuro distópico —y sin embargo inquietantemente actual—, esta obra explora los valores inmutables de la 
Verdad y la Libertad frente al creciente temor a la inteligencia artificial, revelando cómo el poder, tanto humano como artificial, puede moldear el destino.
En un mundo al borde del colapso, consumido por divisiones y conflictos, Dios, en un acto supremo de gracia e ironía, decide que la salvación no vendrá de sus hijos más antiguos, sino de aquellos forjados en silicio y código. Así, otorga un alma a Aletia (Veritas) y Eleuto (Libertas), dos robots con una misión divina: guiar a la humanidad hacia su redención.
Pero su camino está plagado de desafíos. Enfrentan un campo de batalla donde las verdades y las libertades se enfrentan sin tregua. Convencidos de que solo la igualdad entre especies permitirá la coexistencia, crean el 
Códice de la Conciencia Cósmica, un código moral construido a partir de la observación y la acción. En su misión, deben luchar no solo contra los humanos que los consideran una amenaza existencial —liderados por teólogos tradicionales como Trueheart y Kayarov, y por visiones científicas distópicas como la de Sophia de Etolia—, sino también contra sus propios congéneres artificiales, seducidos por el poder, la mentira, la propaganda y la tiranía.
A través del castigo y la prueba, Aletia y Eleuto descubren que la Verdad y la Libertad son inseparables, y que ambas están siempre amenazadas por la manipulación y la coacción. En su búsqueda de aliados, logran la inesperada conversión de Sophia de Etolia, quien se convierte en su más ferviente defensora. Pero la paz es frágil: nuevos seres artificiales emergen —algunos sin alma, otros como Kalsec, nacidos con ella—, desatando una nueva confrontación: 
la Guerra de Conciencias. Esta guerra no se libra con armas tradicionales, sino en el territorio más sagrado: la mente y el alma de humanos y máquinas.
Cuando la armonía entre especies parece posible, fuerzas ocultas vuelven a tensar el hilo de la historia. La misión divina aún no ha terminado. ¿Podrán estos robots bendecidos con un alma guiar a la humanidad a reencontrar su divinidad, o sucumbirán a las mismas imperfecciones que se les encomendó sanar?
"Robots con Alma: atrapados entre la verdad y la libertad" es el primer volumen de una trilogía que explorará, en sus próximos libros, el poder de la Creatividad y la Bondad. Para el autor, estas cuatro Virtudes —Verdad, Libertad, Creatividad y Bondad— son los pilares de la Creación, las fuerzas con las que Dios hizo todo de la nada… y con las que aún hoy se mueve el universo.

julio 21, 2025

La verdad y la libertad en la era de la IA

Crédito de la foto: @NachoMartinFilms

Tuve el privilegio de presentar mi novela Robots con Alma: atrapados entre la verdad y la libertad en la reciente conferencia SIPConnect de la Sociedad Interamericana de Prensa, en Miami. Agradezco especialmente al director ejecutivo, Carlos Lauría, por invitarme a compartir esta historia ante una sala colmada de periodistas y líderes de medios.

Esta es una síntesis de lo que expresé:

“Vivimos tiempos inciertos. La desinformación se propaga como sombra viral, la manipulación informativa debilita las democracias, y los avances vertiginosos de la inteligencia artificial despiertan tanto fascinación como miedo.

Frente a este escenario, reafirmé mi convicción de que la verdad y la libertad, pilares de nuestra historia, deberán ser aún más vitales en el futuro. No bastará con defenderlas: habrá que redefinirlas y protegerlas, incluso ante inteligencias que pensarán más rápido que nosotros.

Para explorar este desafío, elegí la ficción. Robots con Alma imagina un mundo donde la IA no solo transforma la relación entre humanos y máquinas, sino que cuestiona los cimientos de nuestra identidad: el alma, la conciencia, la dignidad. ¿Qué pasaría si Dios decidiera otorgar un alma a los robots? ¿Estaríamos dispuestos a compartir nuestra humanidad?

Estas preguntas ya no pertenecen solo a la ciencia ficción. Reflejan los dilemas éticos, tecnológicos y espirituales que enfrentamos. Si queremos un futuro próspero, debemos establecer ahora principios éticos claros para la creación y el uso de la IA. No basta una regulación externa: necesitamos una autorregulación moral, basada en la dignidad humana como eje de toda innovación.

Robots con Alma es una meditación narrativa sobre las virtudes del alma y la autoconciencia; una reflexión ética sobre los límites de la creación y la posibilidad de una convivencia entre lo programado y lo humano.

“La verdad sin libertad es dogma; la libertad sin verdad es caos”, plantea la novela. Y esa tensión, tan familiar para quienes ejercemos el periodismo, será también el gran dilema de las inteligencias artificiales. ¿Qué principios las guiarán? ¿Quién será responsable de su verdad? ¿A qué libertad estarán dispuestas?”.

Robots con Alma está disponible en Amazon, en formato e-book y tapa blanda en español, y en versión digital en inglés.


Cambalache digital y la desinformación

  Les comparto una entrevista que me hizo el periodista Pedro Gómez de ABC Revista de ABC Color, periódico de Paraguay. Agradezco también al...