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septiembre 28, 2012

Los límites de las imágenes


Interesante aprendizaje surge sobre los límites a la libertad de expresión, tras la publicación de las caricaturas contra Mahoma en Francia; la prohibición de las fotos de la princesa inglesa Catalina en topless y la difusión del video clandestino que enturbió la campaña electoral de Mitt Romney.

El editor de la revista satírica francesa Charlie Hebdo, justificó su derecho a la libertad de prensa después de publicar caricaturas que se mofan del profeta Mahoma. Su defensa hubiera sido más auténtica a no ser por su intención y el timing de su publicación. Dos irresponsabilidades que minan la libertad y que diferencian su caso con otros que también causaron violencia por sus ofensas al Islam, como el film “La inocencia de los musulmanes”, las caricaturas similares difundidas por un diario danés en 2005 y “Versos satánicos”, el libro de 1988 de Salman Rushdie.

La diferencia, y el agravante, radica en que la revista tuvo la intención premeditada de provocar y de haberlo hecho mientras continúan las revueltas violentas en Medio Oriente que ya costaron más de 30 vidas, cruzando la línea entre la libertad de expresión y la incitación a la violencia y al odio.

Puede que Charlie Hebdo esté protegida legalmente, pero en materia ética se trata de una provocación inútil e irresponsable. Es que los medios, a diferencia de los individuos, como el creador de la película, tienen mayores responsabilidades. Ningún periódico alemán podría alabar a grupos neonazis y negar el Holocausto judío; mientras se justifica que Google aceptara sacar de su motor de búsqueda en países musulmanes, material contra Mahoma que pudiera seguir encendiendo el conflicto.

Si bien nada justifica la censura con violencia – en especial donde los fundamentalistas religiosos persiguen a sunitas, chiitas, cristianos y judíos – también es cierto que la ética demanda a los medios medir los efectos de sus publicaciones y autorregularse ante contenidos blasfemos o que incentiven el odio.

Esa diferencia entre la responsabilidad individual y la de los medios también surgió en casos que conmovieron a la Familia Real inglesa. El príncipe Guillermo y su esposa Catalina expresaron su satisfacción después que un tribunal francés prohibió a la revista Closer y su editorial Mondadori seguir publicando o revender las fotos en topless de la princesa, bajo el argumento de que un paparazi las tomó violentando el derecho a la privacidad de la pareja, mientras vacacionaba en una mansión en la rivera francesa.

Distinto fue el caso del menor de la familia, el príncipe Harry, sobre quien el diario inglés The Sun publicó sus instantáneas, mientras desnudo deambulaba de habitación en habitación en una fiesta de solteros en Las Vegas. A diferencia del topless de Catalina, las fotos de Harry fueron tomadas por sus amigos de jerga y proporcionadas a la prensa después de que se divulgaron por internet.

Pese a que la Familia Real también se revolcó en enojos y vergüenzas, y varios medios ingleses no quisieron publicar las fotos aduciendo el carácter sensacionalista de The Sun, nada podría justificar la censura. Pues se trata de un personaje público en una fiesta, las que perdieron su carácter privado desde la irrupción de los teléfonos inteligentes y la manía de subir fotos a Facebook, Instagram y otras redes sociales. 
Silvio Berlusconi fue el primero en aprender la lección.

Lo mismo sucedió con el candidato presidencial Mitt Romney, quien no puede alegar una intrusión a su intimidad, después que los medios divulgaron un video que le tomaron clandestinamente, en el que fustiga a la masa de votantes que preferiría votar por su contrincante, el presidente Barack Obama.

A Romney no le quedó más que admitir sus dichos, no muy diferentes a los que sostiene públicamente, y no culpar a los medios, ya que alguien de su entorno fue quien lo tomó desprevenido. Distinto y grave sería - así como en el caso de The Sun - que un periodista hubiera tomado las imágenes mediante cámara escondida.

Más allá de las diferencias sobre cómo se obtienen y quienes publican las imágenes, lo importante es que estos casos generan aprendizaje, tan necesario en estos tiempos en que todos, gracias a las nuevas tecnologías, somos medios de comunicación y, también, responsables por ello.


noviembre 12, 2008

Obamanía: imágenes y percepciones

La victoria impresionante de Barack Obama este 4 de noviembre es histórica en muchos sentidos, no solo porque ganó en Estados Unidos sino en el mundo entero. Rompió paradigmas y estereotipos. Impuso récords y superó pronósticos.
El senador por Illinois ha merecido adhesiones de gobernantes con ideologías de A hasta la Z, y ha cosechado simpatías de las masas que lo vitorearon y celebraron en la Kenia de su abuela paterna, y en pueblitos de China, como de Japón, Líbano, Brasil o México.
No hubo portada de diario ni editorial, ni sitio de internet, ni cadena de televisión en cada continente que se haya resistido a la obamanía. En gran medida, la buena imagen creada sobre el Presidente electo, ha servido para profundizar y castigar la percepción negativa y decadente de George Bush.
Obama se ha transformado en una marca. La fuerza de sus palabras lo han convertido en un natural encantador de masas. La proyección de una personalidad equilibrada, sobria e inteligente y el apoyo de un aparato propagandístico soberbio, lo transformaron en un ícono casi a la altura de lo que representan Juan Pablo II o Lady Di, aunque con la particularidad sorprendente de que aún no hizo mucho en su corta carrera, que sólo ganó procesos electorales, y a que le restan tres meses para su primera orden ejecutiva.
La potencia y atracción que genera la imagen de Obama en el mundo no es por lo que hizo o creó, sino por la expectativa de lo que hará. En el exterior, su elección despierta la esperanza de que Estados Unidos reformará su liderazgo, borrando estos años en que se tejieron dos guerras y una crisis financiera con devastador efecto dominó. En lo interno, la expectación es restablecer el crédito, crear empleos, evitar que la recesión sea profunda y fortalecer la seguridad ante el terrorismo.
No se puede negar la inteligencia de Obama y la de su equipo para crear su aureola. Fue exitoso en desafiar al “establishment” de Washington y alimentó su campaña con promesas tangibles. Pero su virtud mayor fue la forma de hacer política, modificándola totalmente en el proceso. Si bien se benefició del apoyo de la prensa tradicional, utilizó con éxito las nuevas tecnologías encandilando a jóvenes que lo vieron por YouTube, lo leyeron en sus celulares con mensajes de texto, lo chatearon en Facebook y lo inundaron de donaciones de entre 5 y 10 dólares cada una, con lo que desplegó la campaña política más costosa y efectiva de la era moderna, permitiéndole derribar rivales de talla como Hillary Clinton y John McCain.
Más allá de la creación de la imagen, gracias a su natural condición étnica - no por los hechos, ya que lo había desafiado Jesse Jackson por su indiferencia a enarbolar los principios del movimiento de los derechos civiles de la década del 60 y fue manchado por el racista pastor Jeremiah Wright - Obama encarna la esperanza para morigerar el racismo y la discriminación de las minorías, dando así continuidad a las luchas que eternizaron Martin Luther King, Malcolm X, Rosa Parks y el mismo Jackson, personajes a los que incluso ya sobrepasó en notoriedad y popularidad.
Los desafíos para Obama son grandes y no sólo están basados en la realidad de una crisis económica e internacional apremiante. No se podrá dar el lujo que tuvieron otros presidentes electos de tener una transición parsimoniosa. La reacción de los mercados de estos primeros días demuestra que aunque las imágenes pueden ser positivas y reflejar optimismo, todo se mueve de acuerdo a las percepciones y, en este caso, a la perspectiva de cambio, principal lema de su campaña. En una época perturbadoramente acelerada, se pretenden cambios repentinos.
Obama lleva un lastre muy pesado, porque más allá de la realidad que tiene que enfrentar, su imagen se ha sobredimensionado casi hasta una idolatría mesiánica e irreal. Como cualquier producto del marketing, el éxito y la lealtad a la marca dependerán de cómo podrá satisfacer las expectativas creadas.
Lo importante, sin embargo, es que la obamanía mundial representa un voto de confianza para él y para el país, y existe la esperanza de que el cambio se proyecte más allá de las fronteras.

Cambalache digital y la desinformación

  Les comparto una entrevista que me hizo el periodista Pedro Gómez de ABC Revista de ABC Color, periódico de Paraguay. Agradezco también al...