febrero 26, 2014

Michelle Obama y ejemplo para Latinoamérica

La primera dama estadounidense, Michelle Obama, estuvo en Miami insistiendo con la expansión de su programa contra la obesidad infantil, “Let’s move”, que incluye una dieta sana en las escuelas y planes de ejercicio físico.

La obesidad, que ya es considerada enfermedad y epidemia, no es patrimonio solo de EE.UU., índices peores se detectan en México, Brasil y Argentina, afectando a niños, jóvenes y adultos por igual.

La visita de Michelle se dio en el cuarto aniversario del programa y cuando el gobierno de su marido está por introducir una ley para expandir los almuerzos gratuitos y saludables en las escuelas, a la vez de prohibir los anuncios sobre bebidas gaseosas y comida chatarra en las escuelas.

Así como el ex alcalde Bloomberg prohibió las bebidas azucaradas de gran tamaño en Nueva York, el gobierno de Obama ya anunció que esas bebidas y la comida con alto porcentaje de grasas serán prohibidas en las escuelas.

El optimismo de los Obama por fortalecer el programa “Let’s move” deviene de las últimas estadísticas ofrecidas por el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades. Por primera vez en diez años, se redujo en 43% el número de niños obesos entre 2 y 5 años de edad.

Los datos certifican que la apuesta de Michelle era la correcta – pese a que a las primeras damas se les exigía abrazar causas más “importantes” - ya que está ayudando, administrativa, legal, pero sobre todo, culturalmente, a cambiar los hábitos de una población infantil que por comer mal y no hacer ejercicio, estaba destinada a la obesidad y a las enfermedades colaterales que atrae, como la diabetes II y las relacionadas al hígado y corazón.


Ante la epidemia de obesidad que está moldeando e hipotecando el futuro de muchos países latinoamericanos, el programa de Michelle (pero sobre todo los resultados) se muestra como un ejemplo y una apuesta gubernamental a seguir.

febrero 23, 2014

Propaganda, marchas y contrmarchas y Constitución

La virtud esencial de una Constitución es garantizar las libertades individuales de los ciudadanos; pero, más aún, imponer limitaciones y restricciones al gobierno para que no pueda pisotearlas.

En varios países esa virtud está desvirtuada. Los gobiernos las usan para crearse prerrogativas, más que para imponerse límites. De ahí la popularidad de reformas para eternizarse en el poder, como lo consiguió este mes el presidente nicaragüense, Daniel Ortega; o para restringir derechos de los ciudadanos, como se estableció en las nuevas constituciones de Ecuador y Venezuela, creándose mecanismos para defender a los gobernantes de las críticas, institucionalizándose la censura de expresión y de prensa.

En esa confusión, aprovechada por los populismos latinoamericanos de todas las ideologías - desde el peronismo al kirchnerismo y del fujimorismo al chavismo – las autoridades justifican la propaganda y la movilización de masas como extensión legítima de su defensa, a fin de neutralizar a la oposición y la disidencia.

Pocos reparan en los abusos de privilegio con los que el gobierno, creyéndose Estado, dilapida fondos públicos para su propia conveniencia. Así, hay presidentes que gastan horas hablando en cadenas nacionales por cualquier cosa, tienen batallones de cibermilitantes y programas de TV para insultar a sus críticos u ofrecen Fútbol para Todos como prioridad social. En esa tendencia al pan y circo, otros compran y crean medios, y hasta obligan a empleados estatales a participar de marchas, para contrarrestar otras protestas públicas.

El gobierno de Nicolás Maduro da lección sobre estos abusos. A cada una de las marchas que organizaron los estudiantes universitarios y la oposición, respondió con contramarchas en su honor y para hacer valer la fuerza política de su revolución. No importó si utilizaba recursos del Estado, empleados de la petrolera estatal, o si reprimía el derecho de reunión, que el gobierno, según la Constitución, está obligado a garantizar y proteger.

Las movilizaciones de auto apoyo convocadas por los gobiernos, usuales en Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela, son antidemocráticas, incurriendo en los mismos abusos de privilegio del que pecaría el oficialismo si se le permitiera hacer propaganda política irrestricta durante una campaña electoral. También son anticonstitucionales, no solo porque en su organización se dilapidan recursos económicos del Estado, sino porque, como sucede, con los piqueteros movilizados por el kirchnerismo o las camisas rojas y milicias del chavismo, se trata de fuerzas de choque que tienen el mandato de atemorizar y crear caos entre quienes manifiestan su descontento en marchas legítimas, con el objetivo de validar la posterior represión estatal.

Los populismos, más que el poder del pueblo, exacerban el culto al personalismo de sus líderes, de ahí su recurrencia en los métodos de la propaganda que deriva en la consabida polarización de las sociedades. En democracias más sólidas, por el contrario, el líder es visto como un servidor, alguien que tiene más deberes que derechos, más restricciones para expresarse y que está más expuesto al escrutinio público, en especial en épocas de conflictividad social cuando las palabras pueden desencadenar violencia, como advierte en sus fallos la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

El nivel de democracia alcanzado por un país puede medirse por el grado de propaganda desplegado por su gobierno. Cuanta más ideología y manipulación de las ideas, menor libertad y respeto por los derechos individuales. Vale comparar a Venezuela con Chile y Brasil. Al gobierno chileno no se le ocurriría poner a sus empleados públicos en la calle para medir fuerzas con los estudiantes universitarios que reclaman gratuidad de estudios. Tampoco se esperaría de Dilma Rousseff que movilice a los trabajadores del Estado para contrarrestar las masivas protestas callejeras contra el Mundial de Fútbol.

Así como se prohíbe a un gobierno o al oficialismo hacer propaganda electoral durante época de campaña para proteger la pluralidad democrática, con el mismo fin debería restringirse la propaganda ideológica, incluidas las marchas a favor de los gobiernos, para evitar que haya abusos de privilegio y que se respeten los derechos constitucionales.

febrero 16, 2014

Maduro enfrenta a la verdadera revolución

Reprimir y disentir son las dos caras de una misma moneda que en Venezuela se ha acuñado gracias a la polarización que por años generó el chavismo y que hoy promueve con determinación el presidente Nicolás Maduro, a instancias de instalar un régimen cada vez más parecido al anacrónico cubano.

Maduro sigue el libreto perfecto de los hermanos Castro que han ideado reformas para conseguir simpatías y justificar un comunismo decadente que solo ha servido para acaparar miseria, destrucción y enajenar libertades de reunión y expresión, mediante represión y cárcel.

En ese ambiente polarizado, donde no existe autocrítica y las culpas las tienen todos los demás -  opositores, empresarios, gobiernos extranjeros y periodistas - Maduro ha cerrado los puños. Denuncia conspiraciones y acusa golpes de Estado, justificándose para seguir disparando fusiles y defender la revolución, en un juego maquiavélico que le sirve para desviar la atención de una crisis de ilegitimidad política e ineficiencia económica.

A sabiendas que no puede legitimarse acusando a los estudiantes universitarios de desestabilización, Maduro arremetió contra la oposición tras la marcha del miércoles que dejó tres muertos, cientos de heridos y detenidos. Mandó a encarcelar a Leopoldo López, amenazó a María Machado y se desmarcó de Henrique Capriles, incentivando la división de un grupo opositor que ya no es sólido y que diluyó sus denuncias, así sean por fraude electoral, corrupción, el lugar de nacimiento del Presidente o por la escasez de repuestos, medicamentos y alimentos.

Argumentan desde el gobierno que la defensa del régimen proviene del pueblo, pero se esconde que ese “poder popular” no es otra cosa que populismo y clientelismo acérrimos. Todo venezolano sabe que resistir al régimen es en vano, no votar a su favor implica acumular represalias, desde ser despedido o no conseguir trabajo, hasta no acceder a cupo en la escuela para sus hijos o una cama de hospital.

En esa manía por asemejarse a su idolatrada Cuba, el gobierno apunta contra los derechos de reunión y de expresión. Contra el primero, como se vio este miércoles, azuza a sus milicias populares armadas hasta los dientes y sin control, para que se filtren en las marchas a disparar y matar, y así sembrar caos y miedo.

Contra la expresión no es menos burdo. Crea leyes restrictivas e impone multas desproporcionadas para que los medios controlen su lenguaje. Para ese control  informativo, perseguido desde la época de Hugo Chávez, el gobierno se armó de periódicos, televisoras y agencias de noticias, ya sea creando nuevas o comprando privadas a las que asfixió con multas y procesos judiciales. Maduro siempre encuentra excusas para controlar. Por fotos con sangre y estadísticas de criminalidad, prohíbe a los diarios importar papel, y esta semana por mostrar la violencia en las protestas callejeras ordenó sacar del aire a las televisoras, con el mismo empeño que la semana pasada mandó a controlar su contenido por los desvalores que promocionaban sus telenovelas.

A diferencia de la primera década del gobierno de Chávez, cuando los petrodólares aceitaban la maquinaria de clientelismo de gobiernos extranjeros y su base interna, hoy Maduro no puede darse esos lujos. La gente siente el cansancio por una revolución que no terminó de cuajar. La mayor inflación del mundo, el desabastecimiento de productos básicos, la corrupción galopante y los altos índices de criminalidad, han hecho que el público vea con nostalgia épocas anteriores cuando la vida era opípara, más tranquila y menos polarizada.

Desde que Maduro asumió en abril, quemó etapas mucho más rápido que Chávez en más de una década. Primero, por su ilegitimidad, perdió credibilidad y confianza; luego, por su ineficiencia, la gente perdió miedo y respeto. Habrá que ver qué opciones quedan ahora. Algunos, como los opositores, desean “la salida”, otros creen que el régimen agudizará el control.

Es difícil predecir si el mandato popular – que ya no es más que milicias armadas y una mayoría adulada con clientelismo - le dará sostén a Maduro. Con una oposición fácil de neutralizar, quedan los estudiantes y sus marchas como los únicos para torcer el destino. Ellos saben que cuando las verdaderas revoluciones se disparan, no hay armas que las paren. 

febrero 15, 2014

Diferencias sobre Periodismo Norte – Sur

Esta semana se pudo observar la diferencia que existe sobre las repercusiones de lo que publican y dicen los medios de comunicación, en esa división norte - sur del continente americano, que va mucho más allá de la política, lo económico y el nivel de desarrollo de los países.

Mientras en el norte las revistas Time y Sports Illustrated causaban polémica por sus portadas, la primera por mostrar al presidente Enrique Peña Nieto bajo el título “Salvando a México” y la otra mostrando a la muñeca Barbie en traje de baño antes de su habitual número pre verano, en Brasil y México asesinaban a periodistas, en Colombia los espiaban y en Venezuela los censuraban.

No solo las tapas de revistas tuvieron repercusión en EE.UU. en temas de comunicación, también se reflotó el tema de Edward Snowden por sobre cómo consiguió los documentos de NSA, y se armó controversia por sobre la compra de Time Warner por parte de la cablera Comcast, lo que podría derivar en un monopolio con precios de servicios por cable siderales y aumentar la ya alta ineficiencia de atención a los usuarios.

En América Latina los temas para los medios y los periodistas fueron más profundos y preocupantes, no tanto por lo que publicaron sino por la censura y lo que dejaron de publicar. En Brasil dos periodistas fueron asesinados, uno, Santiago Andrade un camarógrafo que fue sorprendido por un explosivo durante una marcha en Río de Janeiro en reclamo por el aumento del boleto.  Otro, Pedro Palma, un periodista propietario de un periódico al que le dispararon a quemarropa tres balazos dos tipos que se dieron a la fuga en motocicleta.

En México también la comunidad periodística está de luto. Fue asesinado Gregorio Jiménez en Veracruz, y mientras el gobierno dijo que se trataba de un tema personal, no por cuestiones profesionales, a las horas tuvo que rectificar porque junto al cuerpo del periodista encontraron el de un sindicalista, sobre el que el periodista estaba investigando luego de haber recibido amenazas por su trabajo sindical.

Esa censura en Brasil y México, se observó extrema en Venezuela, cuando el gobierno sacó de la grilla a la cadena colombiana NTN24, y prohibió a televisoras informar sobre las marchas de estudiantes universitarios este miércoles, que arrojaron tres muertos y una centena de heridos y detenidos. Nicolás Maduro dijo que sacar del aire a NTN24 era cuestión de Estado y por su intromisión en asuntos internos y apología de la violencia, siguió responsabilizando a los medios locales, principalmente a los diarios, por desestabilizar al mostrar imágenes y fotografías sobre las protestas. Con ello justificó mantenerse férreo para que estos no accedan a divisas que les permitan importan papel y otros insumos para publicar.

En Ecuador la censura también siguió de la mano del presidente Rafael Correa que insiste en la culpabilidad del caricaturista Bonil del diario El Universo, a quien se le aplicó la nueva Ley de Comunicación, lo que evidencia de que se trata de una ley mordaza aunque el gobierno lo niegue y diga que sirva para “democratizar la información. En Colombia, los militares continúan negando que no espían a periodistas, aunque existen evidencias certeras de que sí lo han hecho – correos electrónicos entre diferentes mandos que así lo atestiguan – contra aquellos comunicadores que están informando sobre el proceso de paz entre el Gobierno y las guerrillas narcotraficantes de las FARC.

En Argentina, el Gobierno se negó a cumplir un fallo de la Corte Suprema de Justicia que le obliga a entregar publicidad a la televisora Canal 13, propiedad del Grupo Clarín. La desobediencia es la tercera en esta materia, ya que la Corte obligó por el mismo propósito a que no se discrimine con publicidad a los diarios Perfil de Buenos Aires y Río Negro del sur del país.

La presidente Cristina de Kirchner argumentó que no se cumplirá el fallo porque la Corte debe respetar la división de poderes en el país, un argumento justamente inválido por todo lo contrario. Todo vale en el aquelarre de un gobierno argentino que todo lo retuerce, esconde y manipula, así sean fallos desfavorables, índices de inflación y niveles de pobreza.   


Visto así, el periodismo latinoamericano pareciera más agresivo y acucioso por los efectos que acarrea. Sin embargo, no es así; paga consecuencias porque jamás se ha podido consolidar en el continente una cultura en la que se respete la libertad de prensa y de expresión, garantías que solo se declaman aparatosamente en las Constituciones. 

febrero 12, 2014

Maduro dictador y democrático al mismo tiempo

El presidente venezolano Nicolás Maduro se atribuye atributos contradictorios, ser dictador y ser democrático, aunque acusa a todo el mundo de desestabilización y de que aplicará la Constitución ante los impostores, conspiradores y golpistas.

Y todo esto lo hace en pocas horas de diferencia y en reacción por las movilizaciones de protesta callejera que se suman todos los días. En su intervención del lunes, admitió que no le importa ser un dictador si para ello debe censurar a la prensa para que no siga empañando a la revolución. Al torniquete de censura que aplica a la prensa en general, está destinado a no permitir que los periódicos obtengan el permiso de su propio gobierno para que puedan importar papel para seguir circulando.

Ayer se auto calificó de democrático reaccionando contra políticos de oposición como María Corina Machado y Leopoldo López, quienes convocaron una marcha para hoy para reclamar por la renuncia de un gobierno que administra un país con un libreto escrito por el régimen militar de Cuba. A estos políticos los calificó de desestabilizadores, que aplicará la Constitución por una postura que, dijo, no se permite en ningún país del mundo.

Como siempre, Maduro yerra y yerra feo, apelando siempre a la cansina propaganda populista, con la que embauca al pueblo monopolizando todos los poderes para sí mismo. En realidad, en cualquier país del mundo libre no hay represalias por las expresiones ni por lo que pueda hacer la oposición, solo en Cuba o en países dictatoriales es donde la libertad para opinar o disentir es penado con cárcel.


Con todo el ruido generado, Maduro aprovecha para hablar de otros conspiradores, cuando es él quien conspira contra la Constitución haciendo de Venezuela un país menos libre; y de otros impostores, cuando sobre él pesa la acusación de que no puede ser Presidente porque la Constitución demanda haber nacido en el país.  

febrero 10, 2014

Woody Allen: Talento artístico vs. conducta comprometida

La vida de Woody Allen parece tan surreal y compleja como la de sus personajes. Se le reconoce por su inigualable talento profesional como guionista y director de películas freudianas; pero, también, por una conducta personal escandalosa, rematada por el matrimonio con su hija adoptiva y porque otra lo acusó de abuso sexual.
A pocas semanas de que consiga otro Óscar, esta vez por Blue Jasmine, la industria del cine quedó en shock y desorientada. En carta abierta al New York Times, Dylan Farrow, hija adoptiva de Allen y Mia Farrow, volvió a denunciar que hace dos décadas su padre la violó en un ático cuando tenía apenas 7 años.
La denuncia sorprendió por extemporánea, máxime porque el pleito pareció saldado en 1993 cuando la justicia cerró el caso pese a “dudas razonables”. Dylan, ahora de 28 años, dice estar arrepentida de su silencio. Cree que exponer al abusador ayudará a proteger a otras niñas. Su motivación se elevó en enero con los Globos de Oro, cuando vio que a su padre depredador le rendían pleitesía por su ilustre trayectoria artística.
Muchos acusan a Dylan de seguir el libreto de su madre, atormentada y despechada desde que Allen la traicionó para casarse con su otra hija adoptiva, Soon-yi Previn. Más allá de lo que se piense, lo interesante es que Dylan se erigió en juez de Hollywood, siempre ambiguo y esquivo a la hora de juzgar a sus talentos.
Más inclinado a la presunción de inocencia de Allen y a restarle credibilidad a Farrow - quien denunció que el hijo biológico de ambos es en realidad de Frank Sinatra – Hollywood no la tiene fácil. La Academia de Artes y Ciencias no suele distinguir entre el talento profesional y la conducta personal. El mismo Allen y otros productores defendieron al director Roman Polanski o al mimado de Elizabeth Taylor, Michael Jackson, pese a que ambos fueron procesados por violación de menores.
Ante esa defensa corporativa que parece premiar el talento creador por sobre la conducta pervertida, Dylan los desafió a todos. A la Academia para que no peque de ingenua premiando a un abusador; y a Cate Blanchet y Alec Baldwin, protagonistas de Blue Jasmine, y al grupo selecto de actrices de Allen, Emma Stone,  Scarlett Johansson, preguntándoles qué harían si la abusada fuera su hija. Contra Diane Keaton, ex pareja de Allen, fue más directa: “Me conociste cuando era una niña. ¿Me has olvidado?”.
Antes de esta denuncia, la Academia la tuvo más fácil, porque los escándalos eran por conductas personales auto infligidas, en el que el consumo de sustancias tóxicas se llevó vidas como la reciente del actor Philip Seymour Hoffman, la de Whitney Houston y la de Heath Ledger, abatido después de su excelente interpretación del joker en la última de Batman.
Y es que en ese mundo histriónico, hasta en el escenario de los Oscar se bromea sobre la desgracia ajena, como las asiduas visitas de Robert Downey Jr, Michael Douglas, Samuel L. Jackson o Drew Barrymore a clínicas de rehabilitación; así como en otros círculos, la malas conductas se reciclan, pasan de Paris Hilton y Kim Kardashian a las actuales de Miley Cyrus y Justin Bieber.
Tal vez algo será distinto este 2 de marzo cuando actores y actrices suban al escenario a recibir sus estatuillas. Habrá que observar si la denuncia de Dylan los obligará a abrazar la causa del abuso sexual infantil, o preferirán seguir abrazando otras causas justas, pero menos controversiales y comprometidas, como el sida, el fin de la guerra en Irak, el cambio climático o los derechos de los homosexuales.
Tampoco hay que olvidar que Allen es inocente. Nunca enfrentó cargos, las acusaciones en su contra prescribieron e investigaciones de fiscales y documentalistas no pudieron comprobar su culpabilidad.
Sin embargo, Woody Allen no debería quedarse con esa inocencia sin sentencia y desconocer las denuncias actuales, de lo contrario corre el riesgo de que su conducta personal siga mancillando su talento artístico. Ante estas denuncias, en vez de acusar a Farrow y Dylan de malvadas, le sería más beneficioso pedir la apertura de un nuevo proceso judicial, para disipar las “dudas razonables” y confirmar su inocencia.
Porque aunque no siempre la Justicia tiene la razón, sin ella la verdad parece esquiva. 

febrero 08, 2014

Inmadurez de Maduro y amarillismo

No pudiendo con su genio, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, arremetió de nuevo ayer contra los medios de comunicación a los que acusó de hacer apología de la violencia y de ser los verdaderos responsables de los más de 30 mil asesinatos al año en el país.
La acusación no es nueva. Maduro considera que el amarillismo de los medios es el gran culpable de la violencia. Es obviamente parte de su estrategia de propaganda para desviar las causas verdaderas que tienen que ver con la desatención del Estado, la falta de voluntad política, la escasez de recursos para las fuerzas de seguridad, un Poder Judicial deficiente y a que ha armado hasta los dientes a milicias urbanas que terminan usando esas armas para delinquir o hacer justicia por manos propias.
Con esta fórmula del amarillismo, además, también se desnuda la inmadurez de Maduro que sus partidarios no ven. Porque si los medios contagian con sus informaciones, opiniones, fotografías y prédicas, Venezuela sería hoy el país ideal para vivir. Es que los medios vienen clamando todos los días para que el gobierno controle la inflación, libere los precios, no expropie empresas, que permita la importación de papel para diarios, aprese a los corruptos de la nomenclatura chavista, garantice la seguridad, deje de creerse que el Estado y el Gobierno está por arriba de las libertades individuales.
Es decir, si los medios tienen el poder de contagiar conductas malas entre la gente, también deberían incentivar las buenas conductas en el gobierno. Por ello, su teoría del contagio no cierra.
Es verdad que el amarillismo es un desvalor periodístico que propende al éxito económico por sobre el éxito cualitativo de los medios; pero en lo que se suele fallar en la apreciación del nivel del amarillismo, como lo hace Maduro, quien cree que toda información o grupo de noticias son amarillistas por el solo de mostrar un hecho violento o es interpretado como crítico por parte del gobierno.

El periodismo sensacionalista también juega un papel importante en la sociedad, no porque haya un público mórbido, sino porque permite que la sociedad en su conjunto – y no solo el gobierno como pretende Maduro – trate de encontrar los anticuerpos y remedios necesarios para corregir situaciones.

febrero 07, 2014

America The Beautiful, nacionalismo y Coca Cola

Pasado el aburrido Super Bowl del domingo pasado, quedaron para el entretenimiento las listas de las 10 publicidades más exitosas, en la que compitieron marcas de cereales, autos de lujo y ordinarios, cervezas y bebidas carbonatadas. Algunas con un sesgo marcado de humor como Doritos y VW, invocaciones a los valores de la amistad y la familia como las bebidas Miller y Budweiser o con una apelación exagerada al patriotismo, con la publicidad de la cadena televisiva CBS que apeló a honrar a los militares y su regreso a casa desde Irak y Afganistán.

Como nunca antes, una publicidad causó controversia. A Coca Cola le salió el tiro por la culata, cuando defendiendo la pluralidad y diversidad de la población de EE.UU., con el fin de mostrar una nación siempre renovada por la migración perenne, presentó una publicidad en que niños en ocho idiomas diferentes cantan “America The Beautiful”, una canción perteneciente a un pequeño grupo de himnos patrióticos.

De golpe y porrazo, aún antes de la reacción de los medios de comunicación tradicionales que seguían adormecidos con un Peyton Manning y unos Broncos que no dieron la talla ante los Seahawks de Seattle, las redes sociales explotaron contra la Coca Cola. Con el hashtag #BoycottCoke, miles de usuarios se dieron a la tarea de acusar a la empresa, con sede en Atlanta, de trastocar los valores del país y la preservación del idioma inglés, llamando a un boicot como forma de castigo.

Si bien no es desfachatado considerar que se deben respetar los signos patrios por aquello de no ofender los sentimientos – de ahí que en cada país existan leyes y restricciones para que los símbolos no se puedan manipular -  también es cierto que muchos mal interpretan y confunden patriotismo con nacionalismos y fanatismos.

EE.UU. tiene un largo historial de leyes y antecedentes jurídicos y éticos sobre cómo se puede utilizar o hasta quemar una bandera y otros símbolos nacionales y religiosos, de ahí las mil y una interpretaciones diferentes que cantantes y bandas hacen de los himnos patrios, tendencia de flexibilidad que se fue contagiando y prosperó en otros países.

Es evidente que Coca Cola no quería ofender a nadie y que la intolerancia siempre está presente entre los fanatismos. En realidad, la publicidad es de buen gusto y ofrece un mensaje de respeto a todos los inmigrantes del mundo que llegan al país y que abrazan, en sus propios idiomas, los valores nacionales.  


Y en esta madeja enredada de mensajes y fanatismos, a quien tampoco le fue muy bien fue al famoso Bob Dylan, que se tuvo que comer críticas por hacer anuncios multimillonarios de Chrysler y del yogur griego Chobani, que no serían consecuente con el mensaje de sus canciones. Algo así como se le podría criticar a los jerarcas del Politburó cubano y otros países comunistas, porque su estilo de vida no es congruente con la que le exigen a sus ciudadanos.

febrero 04, 2014

Canal de Panamá: más conflicto, mayor identidad nacional


Aprendí en estos días por Panamá, donde organicé un seminario de la SIP sobre Comercio y Periodismo, que el Canal es el sentimiento viviente y orgullo permanente que define la identidad nacional de los panameños.
Con los colegas periodistas de varias nacionalidades tuvimos el privilegio de visitar las obras de ampliación – ver video - que mantiene en vilo a toda la sociedad panameña y a la comunidad internacional. Es que hoy vence el plazo para resolver el conflicto entre la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) y el Grupo Unidos por el Canal (GUPC) - liderado por la empresa española Sacyr, además de otras italiana, belga y panameña – distanciadas por un monto de 1.600 millones de dólares que el Grupo exige para continuar con las obras de ampliación de esta vía interoceánica, que están en un 65% ejecutadas.
El conflicto que se originó en diciembre y desde entonces ha hecho disminuir el ritmo de las obras, está originando una demora adicional de seis meses a un año, además de los atrasos que ya se habían considerado. La obra, que primero estaba prevista inaugurarse como parte de la celebración del 100 aniversario del Canal este año, había sido pospuesta para 2015 y, ahora, todo parece prever que de resolverse el conflicto, la ampliación del tercer juego de esclusas estará lista para el 2016.
Los plazos, aunque razonables para este tipo de obras, son contraproducentes para otros países que habían sincronizado ampliaciones de sus puertos, como sucede para EE.UU. y Centroamérica. La mayoría de los puertos del mundo se está preparando para el nuevo Canal, por el que podrán pasar buques Post Panamax, con casi el triple de carga de los que actualmente pasan por las esclusas de Miraflores en el Pacífico, a solo minutos del centro de la capital panameña y en un recorrido de 80 kilómetros entre el Oceáno Atlántico y el Pacífico.
Pese a los encontronazos entre la Autoridad y el Grupo hay optimismo para que hoy termine de consolidarse un plan de financiamiento del nuevo costo de las obras. Muchos acusan al Grupo de haber ganado la licitación habiéndose tirado muy por debajo de lo que otras empresas presentaron en su momento, todas por arriba de los 1.500 millones de dólares hoy solicitados y exigen que ahora cumpla con el contrato y absorba su pérdida. Otros consideran que los estudios geológicos de la Autoridad fueron deficientes por lo que los cálculos del Grupo se basaron en cálculos erróneos.
El Grupo ganó la licitación en 2009 ofertando $3.118 millones, por debajo de los pliegos de la Autoridad que estimaron la ampliación en $3.481 millones, muy por debajo de otras empresas cuyos costos oscilaban cerca de los $5.000 millones.
Más allá de las consideraciones de uno y otro bando, lo interesante de este viaje, ha sido comprobar como la mayoría de panameños tiene una fe ciega en la Autoridad del Canal - y de su actual director, Jorge Quijano - una entidad pública autónoma e independiente de los designios del Gobierno de Panamá, desde que el Canal pasó a su soberanía en 1999, tras 85 años bajo dominio del gobierno de EE.UU.
Debido justamente a esa autonomía ante el gobierno central, el Canal de Panamá se ha ido transformando en sentimiento de orgullo e identidad nacional de todos los panameños, lo que no ha podido ser mancillado ni por pujas ideológicas ni por malos gobiernos y oposiciones a los que no se les tiene permitido adueñarse de esas banderas.
Todos, incluido los políticos, saben que el Canal es patrimonio de todos sin exclusividad para nadie, de ahí la fortaleza de una identidad que ante cualquier conflicto, se robustece cada vez más.
No hubiese sido posible mi apreciación, tanto de las obras como sobre esos sentimientos, sin las ricas charlas que tuve con el apreciado Fernán Molinos, uno de los directores del diario La Prensa de Panamá y quien por diez años ejerció como una de de las máximas autoridades en la Junta de la Autoridad del Canal de Panamá.

febrero 03, 2014

Abuso sexual; problema local

Lejos del fuego y el azufre que consumieron a Sodoma y Gomorra, la sociedad actual aparenta parálisis frente a la epidemia incontrolable del abuso sexual.

Violaciones en la India, El Salvador y EE.UU.; incesto en comunidades de México;  turismo sexual infantil en Cuba; bullying sexista en escuelas de Argentina; estupro permitido en entidades religiosas; redes de pornografía en el ciberespacio y esclavitud de mujeres y niñas, forman parte de los turbadores titulares cotidianos.

En el mundo entero, en general, el abuso sexual está alimentado por la impunidad de los agresores; la falta de visión política para reconocer las consecuencias sociales; la escasez de recursos destinados a prevención, sanidad pública y sistemas judiciales; y, en especial, a una cultura machista primitiva que deriva en casos aún peores: feminicidios en Centroamérica,  mutilación genital en África o tráfico de niñas en Asia.

En EE.UU. la cantidad de crímenes sexuales causa escalofrío. Sin embargo, a diferencia de otros países, la transparencia y reconocimiento sobre el fenómeno, ayuda a que se busquen remedios; aunque, no siempre eficientes o suficientes.

Las Fuerzas Armadas sirven de ejemplo. Se sabe sobre la cantidad pasmosa de denuncias por abusos sexuales, más de 20 mil en el último año según el Pentágono, pero que poco se hace para controlar el problema. La debilidad se debe a castigos insignificantes o mal aplicados, represalias contra quienes denuncian y a una justicia impartida por los propios militares. Así, la política de “tolerancia cero”, tan declamada, solo es fachada.

Pero la mayor vergüenza para el país la denunció Barack Obama esta semana, justo cuando desde el Congreso se advertía sobre el tráfico de mujeres y niñas en torno a grandes eventos deportivos, como el Super Bowl del fútbol americano que se jugará este domingo. Según datos oficiales, en la final del 2010, celebrada en Miami, 10 mil mujeres y niñas fueron explotadas en la ciudad por las redes de prostitución nacionales y extranjeras.

Para la denuncia contra el abuso sexual y lo poco que todavía se hace, Obama se valió de un estudio preparado por el Consejo de Mujeres y Niñas de la Casa Blanca, que reveló que 22 millones de personas han sido violadas en el país, una de cada cinco mujeres y uno de cada 71 hombres.

El informe titulado “Violación y Asalto Sexual”, establece que la mitad de las mujeres fueron violadas antes de los 18 años y un cuarto de los varones antes de los 10. Agrega que la mayoría de las víctimas conoce a sus abusadores y que un tercio de las niñas violadas, también fueron vejadas cuando adultas.

El dato más sombrío se dio en respuesta a denuncias de asociaciones estudiantiles universitarias. Se comprobó que la población más vulnerable y cuantiosa está en las universidades, donde el alcohol y las drogas incentivan crímenes en serie, mientras las autoridades poco hacen para procesar a los abusadores.

La Casa Blanca aborda el problema con preocupación. Confirma con estudios que muchas víctimas de abuso sufren depresión y desórdenes físicos de por vida y que tienen mayor predisposición al suicidio. Calcula entre 87 mil y 240 mil dólares el costo por cada víctima en concepto de servicios legales, médicos y psicológicos, y disminución de la productividad laboral.

Profundiza mucho más en la necesidad de mejorar el sistema judicial - tipificación de los delitos, investigaciones y colección de evidencia - y pone énfasis en erradicar prejuicios contra las mujeres y sus denuncias entre auxiliares de la justicia.

La Casa Blanca dice haber liderado avances en esta lucha pero hace un mea culpa y reconoce que debe hacer mucho más. Especialmente para cambiar la cultura y mejorar la educación sobre los prejuicios contra la mujer, como sentencio Obama: “Quiero que todos los jóvenes estadounidenses sepan que un verdadero hombre jamás hiere a una mujer”.

Seria erróneo creer que la perversión sexual solo existe en EE.UU. o que lo deben resolver los gobiernos nacionales. Estudios de este tipo en otros paises seguramente arrojarian resultados similares.

Aunque el abuso sexual es un fenómeno global, seria mas positivo admitir que es un problema local. De esa forma, todos - intendentes, gobernadores, lideres comunitarios, directores de escuelas y ciudadanos - deberían asumir la responsabilidad de buscar remedios para poder combatir en forma eficiente esta epidemia social, en vez de mirarlo como problema ajeno.  

enero 28, 2014

Cachetada a la disidencia en Cuba

No debe haber peor bofetón, desaliento y frustración para un opositor cubano que ser ignorado por los jefes de Estado de toda Latinoamérica, el Caribe y los líderes de la ONU y la OEA, como estará sucediendo entre hoy y mañana en La Habana durante la cumbre de la CELAC.

Los disidentes cubanos por décadas han sido agredidos, golpeados, encarcelados, reprimidos y restringidos, pero siempre pudieron soportar la opresión a cambio de la esperanza de que algún día, cuando la cultura democrática floreciera en todo el continente, fueran reconocidos como fuerza política mientras su gobierno sería arrastrado, inexorablemente, a ese sistema.

Pese a todas las agresiones, los disidentes cubanos, desde las integrantes de las Damas de Blanco, o los más conocidos como Biscet, Fariñas y Yoani, entre tantos otros desconocidos y anónimos, vivieron cada honor y premio en el exterior – o desde las cárceles – como un reconocimiento a su lucha personal; pero, más aún, como un voto de castigo al gobierno dictatorial y anacrónico de la familia Castro.

Se equivocaron y feo. La dictadura, siempre adicta a los subsidios extranjeros, desde Rusia a China pasando por Venezuela, se la ha ingeniado para sobrevivir económica y políticamente. Su mejor último aliado ideológico, el finado ex presidente Hugo Chávez, fue quien sostuvo al régimen con petróleo y quien en 2009 lo devolvió al seno de la OEA y creó esta CELAC en 2010, para que Cuba se crea políticamente libre para tratar de igual a igual al resto de gobiernos democráticos, pese a las condiciones remachadas en los tratados internacionales, como la Carta Democrática Interamericana.

El gobierno cubano reclama mayores libertades mediante acuerdos económicos que permiten que los cubanos puedan trabajar por cuenta propia, alquilar viviendas o comprar automóviles. Sin embargo, sigue restringiendo las más importantes, las políticas, que tienen que ver con el derecho al voto, a la libertad de expresión y a la libertad de asociación y reunión. Es el único régimen de las Américas que se arroga en forma monopólica todas las potestades políticas de la nación.

Los disidentes pueden comprender este destino, pero lo que les resulta despreciable es que, por conveniencia política, todos los líderes presentes en La Habana los ignoren para no incomodar a los hermanos Raúl y Fidel Castro. Les duele que teniendo una oportunidad histórica en su propio suelo, la CELAC termine hablando sobre la importancia de las plantaciones de quinua, la soberanía de los estados y de que se declare zona de paz a Latinoamérica, pero calle sobre la paz y la libertad que a ellos y a todos los cubanos se les niega en su propio país.


Los disidentes sienten la cachetada fuerte y tal vez esta sea la más hipócrita que han tenido que soportar, porque ha sido en su propia casa. Están en su sano juicio si consideran que la cumbre es una burla a la democracia y a sus aspiraciones.        

enero 27, 2014

Telenovelas y papel o la censura a la venezolana

La censura tiene mil caras y todas muy audaces. La más desfachatada en estos días fue la esgrimida por el gobierno venezolano, culpando a las telenovelas por los altos índices de inseguridad pública en el país.

No es la primera vez que sin evidencia ni estudios en mano, el presidente Nicolás Maduro, obsesionado por crear cortinas de humo, se las ingenia para encontrar chivos expiatorios. Acusó a las telenovelas de servir de culto a la muerte, la droga y la proliferación de armas.

Puede que la TV y los videojuegos tengan mala influencia en los niños, pero responsabilizarlos por la violencia general es, al menos, exagerado. Si así fuera, EE.UU., bajo el dominio de Hollywood y sus antivalores, tendría que ser el país más inseguro y peligroso del mundo, aunque en realidad dista mucho de los 79 homicidios cada cien mil habitantes que se cometen en Venezuela y que Caracas sea la segunda ciudad más violenta de las Américas, después de la hondureña San Pedro Sula.

El argumento de Maduro, aunque parece simple, no es inofensivo. Desenmascara una estrategia. Años atrás, su antecesor Hugo Chávez, también anteponiendo principios morales sobre contenido de los medios, utilizó la defensa de los niños para crear una ley, que terminó sirviéndole para cerrar cientos de televisoras, radios y periódicos, no por su contenido sobre violencia, sino por su posición crítica hacia el gobierno.

Maduro no es muy innovador. Hace meses los presidentes José Mujica de Uruguay y Porfirio Lobo de Honduras, también justificaron legislaciones para controlar el contenido ofensivo de los medios, creyendo que con eso se rebajarían los índices de inseguridad. Si bien esas leyes no prosperaron, sí tomó fuerza en Ecuador, donde bajo el mismo argumento, Rafael Correa, promulgó la Ley de Comunicación que en estos días sirvió para procesar a un caricaturista que dibujó alusiones a la corrupción en el gobierno, bajo el pretexto de que tergiversó la verdad, apoya la agitación social y a quien el Presidente calificó de “sicario de tinta”.

El gobierno venezolano es muy creativo a la hora de censurar. Con sus leyes impone multas millonarias a los periódicos, prohibiéndoles publicar fotografías con sangre o de cadáveres apilados en las morgues, sanciones que se aplican contra diarios críticos, como El Nacional, pero no contra periódicos oficialistas y gubernamentales.

En estos meses, la censura cobró una dimensión más sutil. El gobierno no autoriza la entrega de divisas para que los diarios puedan importar papel. El resultado, como lo perseguía en su época Juan Domingo Perón, es simple y lapidario. Diez diarios dejaron de publicarse, 21 están en riesgo de no poder hacerlo y decenas han reducido su cantidad de páginas, quedando el público a expensas de información de medios amigos y subyugados por el poder, a los que no se aplican esas restricciones.

El informe de esta semana de Human Rights Watch habla del clima de terror y el irrespeto por la libertad de expresión. Concluye que el gobierno socavó la autoridad de los jueces para juzgar imparcialmente y las denuncias de periodistas y activistas de derechos humanos, que prefieren autocensurarse para evitar represalias. Conclusión válida también para Freedom House que esta semana ubicó a Venezuela entre los países menos libres del continente.

En estos años de chavismo, la censura justificada siempre fue el discurso oficial para la protección de la moralidad, las buenas costumbres y exorcizar la violencia ciudadana. Sin embargo, como sucede hoy en China con la censura masiva del internet y las redes sociales, esas argucias siempre sirvieron para tapar los escándalos oficiales de corrupción y, así, aplicar el bozal a medios independientes y críticos.

Aunque Maduro trate de comprar tiempo buscando responsables en el contenido de las telenovelas y los diarios, la evidencia es que la inseguridad es culpa de la inacción de su gobierno, la crisis económica, el clientelismo, la politización del Poder Judicial y, especialmente, por haber armado a un grupo de autodefensa, fuera del marco de las fuerzas de seguridad, que terminará sin control y generando más violencia de la que proyectaba prevenir, como está sucediendo con los grupos civiles que armó el gobierno mexicano en Michoacán. 

enero 25, 2014

Gobierno argentino reactivo, no proactivo

Los gobiernos son como las personas. No se pueden definir por sus extremos, buenos o malos, ya que tienen toda la gama de tonalidades entre esos dos puntos. Pero hay ciertas características particulares  que los identifican, de ahí que haya desarrollados o en vía de desarrollo, pobres o ricos, democráticos o autoritarios, estables o inestables, reactivos o proactivos.

El de Cristina Kirchner es un gobierno reactivo, demasiado ideológico, previsible, contestatario, poco transparente. Es quizás, como muchos de sus antecesores, un gobierno que para resolver la crisis – ciclotímica en la Argentina desde su concepción como país soberano – siempre se enredó o se benefició de los problemas del momento, con un constante apego a resolver situaciones a muy corto plazo, adicto a las fechas electorales, sin prevenir el futuro a largo plazo. Por eso, a Cristina no se le puede definir como estadista, como aquella persona visionaria y que lleva al país a pensarse más allá de las coyunturas actuales.

Los problemas económicos actuales son típicos, por lo que a los culpables no hay que buscarlos en las teorías conspirativas como la de Shell tal hizo el ministro de Economía, Axel Kiciloff, sino en la falta de previsión. Es cierto que el manejo económico es complicado debido a la interconexión global, pero desde hace años el gobierno escogió un camino rechazando al mercado, a su gente, pesificando desconfianza, como tantos ministros de Economía anteriores que escandalizaron con promesas que tuvieron resultados diametralmente opuestos. Así el gobierno escogió pelearse a muerte con los industriales, con los productores agropecuarios, motor de la economía, cuyo superávit en lugar de ser invertido en obras de infraestructura necesarias, se utilizaron para hacer propaganda y en clientelismo y así sostener un aparato de popularidad, la característica más espantosa y degradante que siempre definió al peronismo de todas las tonalidades ideológicas.

El gobierno se definió así mismo con grandes batallas, por cierto lícitas, pero demasiado ideológicas, dividiendo a los ciudadanos, polarizándolos, en lugar de encontrar objetivos de lucha común. Todas sus batallas fueron políticas a nivel interno como externo, como dando la impresión de que siempre jugó a ganar tiempo. 
Retrotrajo a la memoria la lucha por los derechos humanos de aquella infame del país, pero no se percató de los derechos actuales, de la pobreza, la falta de agua, el desempleo, etc… Contratacó con una Ley de Medios embarcándose en una batalla con Clarín y La Nación, que quiso fuera de todos los argentinos, pero que no aportó nada para el país, y a nivel externo se alineó con ideologías similares, no cumplió con acuerdos de Mercosur o en foros internacionales gastó sus energías en un reclamo legítimo por Las Malvinas y nacionalizó empresas que generaron desconfianza y ahuyentaron  inversores.

Más allá de la legitimidad que le dieron en forma directa los electores con el 54%, Cristina no revisó sus políticas y forma de gobernar cuando las urnas mostraron todo lo contrario, confiada que la propaganda la llevaría luego al mismo sitial de popularidad, lo que sucedió en dos o tres ocasiones – para su desgracia. En esa arrogancia del poder y con la idea de tener la sartén por el mango, el gobierno buscó apoderarse de la justicia y sus decisiones, dio la espalda a los opositores, ignoró el reclamo de los productores, castigó económicamente a gobernadores que no le dieron el voto, rechazó las críticas y la realidad demostrada por estadísticas sobre inflación y pobreza, usó el dinero de mayores impuestos en gastos de propaganda, al tiempo que cobijó y defendió a los señalados por corrupción.

Un gobierno que antepone la ideología a sus acciones, que confunde popularidad con mayorías, información con propaganda, que descuida los intereses de las minorías y que es oscuro, sin nada de transparencia, siempre se quedará pensando en sí mismo, no en la dimensión de Estado ni país. Un mal que en Argentina se viene sufriendo por décadas, cuando todo gobierno termina anteponiendo sus propios intereses, construyendo sobre la base de la destrucción de todo lo anterior.

La falta de capacidad eléctrica, el aumento de la inseguridad, el auge de la delincuencia y del crimen organizado, la incapacidad para atraer inversiones, la fuga de capitales y cerebros, la desvalorización de los salarios y la falta de producción manufacturera, de invención tecnológica, y las decadentes educación y salud públicas, forma parte de esa falta de previsión en el futuro a largo plazo que Cristina siguió incentivando.         


Argentina sigue a los porrazos. Solo podrá levantarse cuando algún gobierno piense el país a largo plazo, cuando los ajustes incluso se hagan en postrimerías de alguna elección, cuando el gobierno esté dispuesto a perder y cuando la oposición asuma para construir sobre lo construido. Cuando el gobierno construya plantas hidroeléctricas en vez de subsidiar el pago de las boletas de luz, cuando incentive la innovación y cree fábricas en lugar de aumentar los impuestos a la exportación de materias primas, cuando garantice seguridad jurídica para atraer inversiones, en lugar de maniatar a jueces para que no sentencien la corrupción.

enero 24, 2014

Con Edgar Tamayo, todos somos asesinos

Finalmente, una decisión política del gobernador texano, Rick Perry, se llevó puesta la vida del mexicano Edgar Tamayo, pese a las esperanzas de todo México, las peticiones del gobierno de Enrique Peña Nieto y de Barack Obama, las miles de firmas recopiladas por Amnistía Internacional, las plegarias de vecinos y familiares y la expectativa indescriptible en las redes sociales donde se clamaba que la sentencia de muerte fuera suspendida.
Nada importó, ni siquiera los tratados internacionales argumentados por México sobre que Tamayo debería haber tenido asistencia consular ni que Perry y Peña Nieto hayan estado cara a cara en Davos. El gobernador republicano era el único que podía haber detenido esta ejecución, pero tampoco hay que cargarle todas las culpas, ya que no es él el hacedor de la pena de muerte ni quien la administra.
El mayor responsable de esta política de “ojo por ojo, diente por diente” sigue siendo toda una sociedad que tolera o, al menos, que solo despierta a los avatares de la pena de muerte cada vez que impacta la noticia de una ejecución en particular; no de todas.
A esta altura del desarrollo social y cuando hay conciencia extrema sobre los derechos humanos - y hasta por los derechos de los animales y la ecología -  parece una gran contradicción que una sociedad civilizada, consciente, pueda ponerse en el papel de ejecutor para arrebatarle la vida a una persona.
Es verdad que Tamayo cometió un crimen, mató a un policía, y que otros criminales cometen delitos aún más atroces y hasta indescriptibles, y que por eso existe la reacción intestina de desearle a alguien la muerte. Sin embargo, pasar de esa reacción primaria, a establecer leyes que nos justifiquen matar a una persona, nos convierte a todos en criminales.
Un asesinato legal, como el que ampara la pena de muerte, nos iguala a todos en lo más bajo de lo humano. Y uno se pregunta ¿Por qué entonces sorprenderse con aquellos gobiernos y culturas que condenan a sus reos a latigazos o a morir a pedradas? ¿Por qué sorprenderse por los crímenes de Estado cometidos por gobiernos dictatoriales cuando también se amparaban en leyes, decretos o en necesidades oscuras de conveniencia sobre seguridad nacional? ¿Por qué culpar a ciudadanos que hacen justicia por manos propias después que el Estado permite a los malhechores seguir con sus crímenes y permanecer en la impunidad?
Lamentablemente,  la discusión moral y ética sobre la pena de muerte termina siendo disgregada por otro debate que a muchos parece divertir, pero que es aún más repulsivo: ¿Cuál es la forma más digna de morir? ¿Cómo mejorar las dosis de drogas para que la inyección letal tenga efectos más rápidos o cuál será el voltaje más apropiado para matar pero no quemar o fulminar y así guardar las apariencias de una muerte noble?
Estos ruidos sobre el cómo matar a una persona, no nos debieran apartar de la esencia misma de una discusión silenciada: ¿Por qué matar legalmente? ¿Por qué permitir que un gobierno mate? ¿Por qué arrogarnos el destino y juagar a ser Dios?

En su última carta y despedida a sus familiares, Tamayo les imploró que “nunca, nunca se olviden de mí”. Ojala que su pena de muerte no sea en vano y sirva para capitalizar una profunda discusión.

enero 23, 2014

Celac cambia democracia por paz en Cuba


No puedo estar más de acuerdo con el periodista Andrés Oppenheimer que en su reciente columna del The Miami Herald/ El Nuevo Herald de Miami criticó la realización de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) en Cuba la próxima semana, pero aún más que los líderes latinoamericanos que ahí se reúnan no intentarán siquiera acercarse a la cumbre paralela no oficial que está organizando la disidencia.

Varios líderes se excusaron sobre que simplemente estarán ahí en visita oficial y que, por tal motivo, cumplirán con la agenda oficial, es decir que no tienen previsto ningún acercamiento con los disidentes y periodistas independientes ni mucho menos se les antojaría tratar de visitar a presos políticos. Todo esto para no ofender a los hermanos Castro.

De por sí, que la reunión se realice en La Habana y de que el dictador Raúl Castro sea su presidente, ya es síntoma de la grave hipocresía que reina en América Latina, cuando uno considera que la CELAC tiene como objetivo la promoción de la democracia. Justamente por  faltarle a ese país la democracia y no poder hacer gala de ninguno de sus atributos, el gobierno dictatorial, con su desvergonzado uso de la propaganda, impulsa una agenda abstracta traída de los pelos: Que América Latina sea declarada zona de paz.

Se trata de una cortina de humo que busca comprar tranquilidad para el régimen, tratando de neutralizar cualquier eventual declaración incómoda y sorpresiva sobre la promoción de la democracia.

Obviamente una sinrazón para las Damas de Blanco que están buscando, y sin éxito, una entrevista con el secretario General de la OEA, José Miguel Inzulza y para Elizardo Sánchez, director de la local Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, que ya advirtió que agentes de la seguridad del Estado están rondando los domicilios de los disidentes y advirtiéndoles sobre represalias en caso de que quieran acercarse a los mandatarios extranjeros.


Una vez más, la CELAC servirá para legitimar y comprar más tiempo a la dictadura familiar más larga de América Latina. Una desacertada cumbre que será una de las desvergüenzas más increíbles que contendrán los libros de historia en el futuro próximo.

enero 20, 2014

El mayor reto de Francisco

Desde que fue elegido al trono de Pedro, el papa Francisco no dejó nada al azar, ni siquiera los problemas más complejos por los que renunció Benedicto XVI.

Con firmeza comenzó a limpiar las finanzas del banco del Vaticano, destituyendo a cardenales corruptos; con misericordia redefinió el pecado con aquella frase “¿Quién soy yo para jugarles?”, amparando a homosexuales, divorciados y mujeres empujadas al aborto; y con determinación renovó la misión católica con obispos de a pie, recreando una Iglesia humilde y misionera, tal el legado de Cristo y sus apóstoles.

Por esa mezcla de seguridad y jovialidad, donde convergen los espíritus de la Madre Teresa y Juan Pablo II, la prestigiosa revista Time lo valoró como la persona del año en 2013, argumentando que le bastaron menos de nueve meses para posicionarse como líder mundial y que la Iglesia recobre la confianza de fieles y no católicos.

A pesar de sus logros y confianza acumulada, Francisco tiene un gran reto por delante, que nada tiene que ver con temas doctrinarios y morales como el celibato, la ordenación de la mujer o la manipulación de las células madres, sino con cuestiones más carnales y de índole criminal, como el abuso de menores.

El jueves, por primera vez en la historia, el Vaticano debió sentarse en Ginebra en el banquillo de los acusados ante la Comisión de los Derechos del Niño de Naciones Unidas. Debió responder por decenas de miles de casos de abusos infantiles, a manos de curas pedófilos, cuyos crímenes, perpetrados en parroquias, escuelas y orfanatos, quedaron en la impunidad encubiertos por la jerarquía eclesial.

Los crímenes de este tipo no son nuevos en la Iglesia, lo único nuevo es la decisión para combatirlos. El papa emérito, Joseph Ratzinger, fue el primero en tomar al toro por los cuernos. Declaró tolerancia cero contra esos delitos, convocó un simposio, publicó una guía interna anti abusos y pidió a los obispos que denuncien a los pederastas ante la justicia ordinaria.

Francisco le siguió determinado. En julio de 2013, creo un reglamento jurídico del Vaticano endureciendo las penas para casos de abusos y en diciembre anunció la creación de una comisión para luchar contra la pederastia, con el objetivo de que la Iglesia jamás vuelva a mirar hacia otro lado.

Sean O’Malley, cardenal de Boston, y miembro del grupo de ocho cardenales asesores directos de Francisco, explicó que los próximos sacerdotes y religiosos que trabajarán con niños deberán tener antecedentes legales y psiquiátricos intachables. Este cardenal, que tuvo la misión de limpiar de pederastas a tres diócesis estadounidenses, vendiendo edificios para pagar indemnizaciones a las víctimas, sentenció que se tratará a los pederastas como lo que son, criminales, poniéndolos a disposición de la justicia ordinaria y no en manos de sus autoridades.

Hasta ahí la Iglesia parece transitar el camino correcto. Sin embargo, lo que miles de víctimas reclamaron este jueves en Ginebra es que el Vaticano deje de hablar y comience a hacer, que resuelva el pasado y que no permita que sus autoridades continúen protegiendo a criminales como si se tratara de simples pecadores.

Aunque se ponderó la actitud comprometida de la Iglesia de participar de la reunión, víctimas y organizaciones de derechos humanos denostaron que los obispos representantes, Silvano Tomasi y Charles Scilcluna, respondieran con evasivas. Que no dieran cifras sobre abusos denunciados, que no hagan responsable al Vaticano por el encubrimiento y que opten por la consabida respuesta de que Roma no es responsable por sacerdotes y obispos, quienes, como cualquier ciudadano, deben responder por sus acciones ante la justicia de sus respectivos países.

Puede que la respuesta sea correcta, política y legal, pero ni es adecuada ni coherente con la misericordia manifestada por Francisco, a quien en este terreno fangoso, se le pide justicia y castigos concretos. Existe sed de justica por los delitos anteriores y Francisco debe buscar la forma de apagarla.

Como en cualquier disciplina, la Iglesia nunca estará exenta de delincuentes y corruptos, pero no puede omitir su responsabilidad, debe actuar. La percepción de impunidad, ya sea judicial o eclesiástica, es la peor enemiga de Francisco y su mayor reto.

enero 18, 2014

Obama, Snowden y el olvido por Assange

En el discurso de ayer sobre la reforma al sistema de espionaje, Barack Obama nombró por primera vez, en forma oficial, varias veces a Edward Snowden, quien se atribuyó la tarea de denunciar al mundo las prácticas poco saludables de la Agencia Nacional de Seguridad en materia de vigilancia y recopilación de datos de ciudadanos y líderes mundiales a través del internet y de escuchas telefónicas clandestinas.

Antes de las denuncias de Snowden, las otras denuncias que habían impactado al mundo, habían sido las de Julian Assange, que publicó en su sitio de Wikileaks filtraciones obtenidas del soldado Bradley Manning. Se trataba de documentos clasificados que denunciaban estrategias poco convencionales en las guerras de Irak y Afganistán, torturas, cárceles clandestinas de la CIA, apoyo de aliados y una tonelada de datos embarazosos para la diplomacia estadounidense, advirtiéndose su propensión a los chismes sobre líderes extranjeros.

En aquella época, Assange se mostró como un adalid de la verdad, una especie de Robin Hood de las informaciones, robándosela a los ricos en beneficio de los pobres. Pero en realidad, aquella información solo sirvió para conocer que debajo de las piedras también corre el agua, algo que siempre se sospechaba, pero no para que un gobierno tan poderoso como el de EE.UU. tuviera que cambiar de rumbo.

El gobierno solo sintió vergüenza pero no se amilanó para lograr que Assange quede encerrado en la embajada ecuatoriana de Londres, aislado, sin dinero ni poder. Tampoco parece que el gobierno británico escuchará a Rafael Correa por su petición para un salvoconducto que le permita a Assange llegar a Quito como héroe mundial. Assange fue olvidado.

En realidad, comparable a las denuncias de Snowden, lo de Assange fue información de tercera. Le guste o no al gobierno estadounidense, así trate de sacar a Snowden de Rusia o atraparlo en su próximo destino para juzgarlo como al soldado Manning, sus denuncias lograron que Obama recapitule y busque con reformas aplacar las críticas y las vergüenzas que recopiló en el mundo entero.

Si bien Obama dijo que EE.UU. no recapitulará a su derecho de seguir espiando para evitar que se dañen los intereses de sus ciudadanos frente a posibles ataques terroristas, anunció una serie de medidas más balanceadas para que la vigilancia no desvirtúe el principio constitucional del derecho a la privacidad.

Entre esas medidas, se necesitará más supervisión del Congreso, más legislación, más permisos judiciales, menos espionaje automático a datos de los ciudadanos en internet y nada de investigar mediante escuchas telefónicas clandestinas a líderes aliados, como Angela Merkel o Dilma Rousseff.

Más allá de que la reforma no es la más apropiada o efectiva, las denuncias de Snowden han ayudado a poner las cosas en perspectiva. A diferencia de las denuncias de Assange, las de Snowden se ven como importantes, ya que han logrado cambios considerables que de ninguna forma se hubieran logrado sin ellas.


De todos modos, vale hacerse la pregunta con la intención de no minimizar el aporte de Assange: ¿Hubiera Snowden tenido el coraje de denunciar a sus antiguos empleadores de no haber sido por la iniciativa de Wikileaks?

A Nobel for Infantino

The Nobel Prize Committee has decided that Gianni Infantino will receive the next Nobel Peace Prize because—apparently—soccer is synonymous ...