Si hay dos presidentes que tienen un historial tétrico en materia de ética son justamente los que aparecen en este título y ni hablar de la performance que han tenido y mantienen en contra de la prensa independiente y en contra de los periodistas de toda clase.
La única ética periodística que les interesa es la de aquella prensa que se presta a ser sumisa, dependiente y halagadora de sus méritos como políticos, pero desestiman a toda aquella que se manifieste en su contra, que los critique, que los fiscalice. Odian al periodismo y darían su vida por vivir en un país como Cuba donde lo único que hacen los medios es complacer a los gobernantes y utilizar el mensaje directo, unidireccional y didascálico de la propaganda.
Por ello compran, usurpan, expropian y crean medios a diestra y siniestra, además de cerrar, cancelar y amenazar con cancelar todas las licencias y operaciones de radio y televisión. Tanto Rafael Correa como Hugo Chávez, pidieron este fin de semana y hoy durante los actos de toma de poder del presidente ecuatoriano y de la presidencia pro témpore de UNASUR, de que se deben buscar mecanismos para controlar a los medios de comunicación. Crear estándares éticos de parte del Estado para que los periodistas y los medios de comunicación no sean libres de criticar o investigar u opinar de a cuerdo a sus criterios editoriales.
No es casualidad que estas políticas de izquierda se imitan entre otros gobiernos como los de Evo Morales, Cristina de Kirchner y de Manuel Zelaya, cuando todavía fungía como presidente de Honduras. Estos tres presidentes enarbolaron en sus países los mismos criterios cuando hace meses atrás propusieron en sus respectivos lugares la creación de observatorios de medios con la intención de que se produzcan controles capaces de “minimizar” la influencia de la prensa en la opinión pública.
Correa dijo que en sus meses de gobierno antes de asumir ayer su segundo mandato, su mayor dificultad fue la desplegada por los medios de prensa a los que tildó de lo más rancio de la oligarquía. Claro, tratándose de empresas privadas, Correa odia todo aquello que no sea empresa estatal, sabiendo que tener medios oficiales, sería la solución para que nadie lo critique o investigue hechos de corrupción como los que los medios han propalado sobre los escándalos de su hermano Fabricio o los fondos de la narco guerrilla de las FARC que se han utilizado en su campaña política cuando asumió por primera vez la presidencia.
Claro, de no existir los medios como El Universo, Expreso y Teleamazonas los que dieron a conocer esas noticias de corrupción, seguramente el Estado no hubiera creado los anticuerpos necesarios o el propio Correa no hubiera pasado por el vergonzoso trabajo de hacer cancelar los contratos estatales a su hermano Fabricio. En realidad, los medios no fueron los corruptos y tampoco actuaron como agentes políticos, como los definió Correa; simplemente hicieron su trabajo, la labor que les corresponde en democracia.
Parece que lo de América Latina es una falta total de cultura de lo que implica el contrapoder de la prensa en una democracia. Y aunque se critique mucho a los gobiernos estadounidenses, ningún gobierno por muy malas relaciones que tenga con la prensa, como fue el desastroso caso de George Bush, a quien los medios le pegaron por doquier, se le hubiera ocurrido criticar a la prensa por sus criterios editoriales o la hubiera amenazado con cerrarla. Alguien con esos postulados no podría llegar a la Presidencia. Tan simple como eso. Chávez y Correa tienen suerte de ser presidentes a pesar de sus faltas democráticas.
Publiqué hace poco mi novela futurística en Amazon: "Robots con Alma: atrapados entre la verdad y la libertad". En este blog trato de temas de actualidad referidos a los valores de la verdad y la libertad. Blog por Ricardo Trotti
agosto 11, 2009
agosto 10, 2009
¿Yanquis go home?
Con razón, el presidente yanqui Barack Obama, apoyado por el presidente mexicano Felipe Calderón, se quejó y llamó hipócritas a varios de sus pares sudamericanos, especialmente a Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales, por pedirle que intervenga para reponer a Manuel Zelaya en la Presidencia de Honduras.
Es que ya nadie entiende mucho sobre esta diplomacia de micrófono, donde todo el mundo grita y patalea y donde se ha pedido el decoro de la diplomacia protocolar, de las relaciones, a cambio de declaraciones altisonantes que solo buscan acaparar titulares y adueñarse de una popularidad pasajera basada en el apoyo instantáneo de la masa.
Parece que quienes hasta hace poco echaron a los embajadores estadounidenses, como el caso de Chávez y Morales, y quitaron bases militares, como el caso de Rafael Correa, son ahora los que se desdicen del famoso dicho de “yanquis go home” o de “fuera pitiyanquis”. Los valores y principios parecen que en realidad se mueven solo a conveniencia y no tienen tapujos para traicionar su propia ética política.
Y ahora que todos estaban tan contentos de que Obama no fuera el George Bush guerrero del pasado, sino el pacifista y el amigo que todo trata de resolverlo con palabras diplomáticas, le han tirado con un vendaval para que Estados Unidos siga siendo el imperio pitiyanqui de porquería que siempre han denigrado.
Es difícil entender todo este proceso. Piden a Obama intervenir en Honduras, pero no hacerlo en Colombia donde se habla de bases militares estadounidenses en Colombia, cuando en realidad se trata de apoyo militar – condicionado – en algunas bases que seguirán bajo la jurisdicción de los militares colombianos. ¿Será que Chávez tampoco querrá que los militares estadounidenses apoyen al Ejército mexicano para combatir al narcotráfico? Pero mientras la DEA y la CIA operaban con militares en Venezuela antes de que expulsara a ambas organizaciones el año pasado por su “ineficiente” combate contra el narcotráfico, ¿era lícito?
Es que ya nadie entiende mucho sobre esta diplomacia de micrófono, donde todo el mundo grita y patalea y donde se ha pedido el decoro de la diplomacia protocolar, de las relaciones, a cambio de declaraciones altisonantes que solo buscan acaparar titulares y adueñarse de una popularidad pasajera basada en el apoyo instantáneo de la masa.
Parece que quienes hasta hace poco echaron a los embajadores estadounidenses, como el caso de Chávez y Morales, y quitaron bases militares, como el caso de Rafael Correa, son ahora los que se desdicen del famoso dicho de “yanquis go home” o de “fuera pitiyanquis”. Los valores y principios parecen que en realidad se mueven solo a conveniencia y no tienen tapujos para traicionar su propia ética política.
Y ahora que todos estaban tan contentos de que Obama no fuera el George Bush guerrero del pasado, sino el pacifista y el amigo que todo trata de resolverlo con palabras diplomáticas, le han tirado con un vendaval para que Estados Unidos siga siendo el imperio pitiyanqui de porquería que siempre han denigrado.
Es difícil entender todo este proceso. Piden a Obama intervenir en Honduras, pero no hacerlo en Colombia donde se habla de bases militares estadounidenses en Colombia, cuando en realidad se trata de apoyo militar – condicionado – en algunas bases que seguirán bajo la jurisdicción de los militares colombianos. ¿Será que Chávez tampoco querrá que los militares estadounidenses apoyen al Ejército mexicano para combatir al narcotráfico? Pero mientras la DEA y la CIA operaban con militares en Venezuela antes de que expulsara a ambas organizaciones el año pasado por su “ineficiente” combate contra el narcotráfico, ¿era lícito?
agosto 09, 2009
Pobreza: contradicción argentina
Argentina es un país de contradicciones especialmente cuando se compara su riqueza en recursos naturales y alimentos y la pobreza y el hambre que campean por doquier.
Bastaron esta semana las palabras del Papa Benedicto XVI para respaldar la campaña de solidaridad católica Más por Menos, para que todos se rasgaran las vestiduras.
¡Y no es para menos! El Papa habló de “reducir el escándalo de la pobreza y la inequidad social” en un país que históricamente se ha vanagloriado de ser el “granero del mundo” y de haber tenido un gran superávit gracias a los precios de las materias primas, antes de que el mundo sucumbiera a la crisis económica y financiera que se inició con el descontrol estadounidense.
Es que la mayoría de argentinos no salimos de nuestro asombro al no entender como un país tan rico, pudo haber caído en la pobreza. La falta de liderazgo político, de previsión y objetivos a largo plazo, los vaivenes económicos que de izquierda, derecha y centro nunca supieron dar en el clavo, son solo un manojo de respuestas ante un problema al que nadie parece encontrarle solución.
Por más que el gobierno hable de que la pobreza ha sido reducida del 60 al 22 ó 23 por ciento en los últimos años, como dijo en estos días el ex presidente Néstor Kirchner – cosa que nadie cree toda vez que el Instituto Nacional de Estadística y Censos ha venido mintiendo a diestra y siniestra – en realidad, las estadísticas más creíbles, como las de la Universidad Católica Argentina, refieren que los pobres llegan hoy en la Argentina al 39 por ciento de la población, es decir unos 14 millones de personas, de los cuales, algo más de cuatro millones son indigentes.
El Papa habló de la vergüenza de la pobreza para ayudar al relanzamiento de la colecta nacional Más por Menos, poniendo de nuevo en el tapete este tema que el Gobierno viene rechazando en forma reiterada. Siempre el Papa pone el tema en la llaga y hace que todos los sectores de la sociedad se enfrasquen en un duro debate y una dolorosa autocrítica tratando de buscar los culpables ante semejanza contradicción social.
En años anteriores, el Papa siempre atrajo “jugosos” debates en los lanzamientos de la campaña Más por Menos de Cáritas. En el 2007 apuntaló la campaña solidaria pidiendo “reducir las desigualdades", en el 2008 solicitó solidaridad para “superar situaciones de pobreza" y este año, cansado de que no se logre nada, tomó al toro por las astas, denunciando lo escandaloso de la pobreza.
Las palabras del Santo Padre no gustaron, pero son necesarias para recordar que lo peor que le puede pasar al país es esconder y omitir la pobreza y el hambre masivo, la mayor vergüenza que puede ostentar un país rico.
Bastaron esta semana las palabras del Papa Benedicto XVI para respaldar la campaña de solidaridad católica Más por Menos, para que todos se rasgaran las vestiduras.
¡Y no es para menos! El Papa habló de “reducir el escándalo de la pobreza y la inequidad social” en un país que históricamente se ha vanagloriado de ser el “granero del mundo” y de haber tenido un gran superávit gracias a los precios de las materias primas, antes de que el mundo sucumbiera a la crisis económica y financiera que se inició con el descontrol estadounidense.
Es que la mayoría de argentinos no salimos de nuestro asombro al no entender como un país tan rico, pudo haber caído en la pobreza. La falta de liderazgo político, de previsión y objetivos a largo plazo, los vaivenes económicos que de izquierda, derecha y centro nunca supieron dar en el clavo, son solo un manojo de respuestas ante un problema al que nadie parece encontrarle solución.
Por más que el gobierno hable de que la pobreza ha sido reducida del 60 al 22 ó 23 por ciento en los últimos años, como dijo en estos días el ex presidente Néstor Kirchner – cosa que nadie cree toda vez que el Instituto Nacional de Estadística y Censos ha venido mintiendo a diestra y siniestra – en realidad, las estadísticas más creíbles, como las de la Universidad Católica Argentina, refieren que los pobres llegan hoy en la Argentina al 39 por ciento de la población, es decir unos 14 millones de personas, de los cuales, algo más de cuatro millones son indigentes.
El Papa habló de la vergüenza de la pobreza para ayudar al relanzamiento de la colecta nacional Más por Menos, poniendo de nuevo en el tapete este tema que el Gobierno viene rechazando en forma reiterada. Siempre el Papa pone el tema en la llaga y hace que todos los sectores de la sociedad se enfrasquen en un duro debate y una dolorosa autocrítica tratando de buscar los culpables ante semejanza contradicción social.
En años anteriores, el Papa siempre atrajo “jugosos” debates en los lanzamientos de la campaña Más por Menos de Cáritas. En el 2007 apuntaló la campaña solidaria pidiendo “reducir las desigualdades", en el 2008 solicitó solidaridad para “superar situaciones de pobreza" y este año, cansado de que no se logre nada, tomó al toro por las astas, denunciando lo escandaloso de la pobreza.
Las palabras del Santo Padre no gustaron, pero son necesarias para recordar que lo peor que le puede pasar al país es esconder y omitir la pobreza y el hambre masivo, la mayor vergüenza que puede ostentar un país rico.
Correa y la radicalización de su revolución
Empieza mañana un nuevo mandato de Rafael Correa bajo el simbolismo del bicentenario de la independencia ecuatoriana, gestada el 10 de agosto de 1809, ceremonia en la que hablará sobre la “independencia definitiva” de su país y de la “radicalización de la revolución”, acto en el que seguramente – y como es su costumbre – dedicará bastante de su tiempo para despotricar en contra de Estados Unidos y Colombia a nivel externo y en contra de la oligarquía capitalista y los corruptos y mentirosos medios de comunicación en lo interno.
Correa será nuevamente ungido como presidente de Ecuador después de haber sido reelegido el 26 de abril pasado gracias a una Constitución que reformó a su medida y después de que asumiera en enero de 2007.
Aprovechará mañana, frente a unos 20 presidentes – pero sin la presencia de Alvaro Uribe – a despotricar en contra de Colombia por la incursión militar colombiana de marzo de 2008 contra un campamento de las FARC lo que culminó con el cierre de las relaciones bilaterales; se tirará contra Colombia por estar permitiendo la entrada de militares estadounidenses que el expulsó de la base militar de Manta; dirá que su campaña electoral en el 2007 no tuvo dineros de la narco guerrilla desmintiendo lo que en un video dijo el “Mono” Jojoy y explicará que las mentes enfermizas de los periodistas son las que han enrarecido la atmósfera al denunciar los beneficios que obtuvo su hermano Fabricio con varios contratos estatales.
Los ciudadanos ya se han percatado de que Correa siempre utiliza el verbo encendido para hablar de su revolución a copia y semejanza de Hugo Chávez, y entendiendo que la “radicalización de la revolución” no es otra cosa que la concentración del poder, un presidencialismo cada vez más similar al que su maestro utiliza en Venezuela. La disminución de su popularidad, según las encuestas, reducida al 40 por ciento de aceptación y al 42 por ciento de credibilidad, desde un inmejorable 73 por ciento al inicio del 2007, muestra que no solamente se debe a un desgaste natural de quien ostenta el poder.
Correa está tratando de anular a los medios de comunicación, a los que prometió darle guerra sin tregua, como que no renovará licencia operativas a radios y televisoras; destruyendo los sindicatos; doblegando a la banca y a las empresas privadas y está ahuyentando las inversiones extranjeras con la revisión y nacionalización de contratos.
Estos próximos cuatro años mostrarán al mundo si realmente Correa estará radicalizando su revolución para incluir a los pobres o si sólo se trata de incluir a Ecuador en una nómina de países autoritarios en dónde el Estado se cree omnipotente y por arriba de las libertades individuales.
Correa será nuevamente ungido como presidente de Ecuador después de haber sido reelegido el 26 de abril pasado gracias a una Constitución que reformó a su medida y después de que asumiera en enero de 2007.
Aprovechará mañana, frente a unos 20 presidentes – pero sin la presencia de Alvaro Uribe – a despotricar en contra de Colombia por la incursión militar colombiana de marzo de 2008 contra un campamento de las FARC lo que culminó con el cierre de las relaciones bilaterales; se tirará contra Colombia por estar permitiendo la entrada de militares estadounidenses que el expulsó de la base militar de Manta; dirá que su campaña electoral en el 2007 no tuvo dineros de la narco guerrilla desmintiendo lo que en un video dijo el “Mono” Jojoy y explicará que las mentes enfermizas de los periodistas son las que han enrarecido la atmósfera al denunciar los beneficios que obtuvo su hermano Fabricio con varios contratos estatales.
Los ciudadanos ya se han percatado de que Correa siempre utiliza el verbo encendido para hablar de su revolución a copia y semejanza de Hugo Chávez, y entendiendo que la “radicalización de la revolución” no es otra cosa que la concentración del poder, un presidencialismo cada vez más similar al que su maestro utiliza en Venezuela. La disminución de su popularidad, según las encuestas, reducida al 40 por ciento de aceptación y al 42 por ciento de credibilidad, desde un inmejorable 73 por ciento al inicio del 2007, muestra que no solamente se debe a un desgaste natural de quien ostenta el poder.
Correa está tratando de anular a los medios de comunicación, a los que prometió darle guerra sin tregua, como que no renovará licencia operativas a radios y televisoras; destruyendo los sindicatos; doblegando a la banca y a las empresas privadas y está ahuyentando las inversiones extranjeras con la revisión y nacionalización de contratos.
Estos próximos cuatro años mostrarán al mundo si realmente Correa estará radicalizando su revolución para incluir a los pobres o si sólo se trata de incluir a Ecuador en una nómina de países autoritarios en dónde el Estado se cree omnipotente y por arriba de las libertades individuales.
agosto 07, 2009
¿Y los hondureños?
En períodos conflictivos como el que vivimos hoy en Latinoamérica, la avidez de apoyo popular crece entre los líderes políticos de la región para hacer prevalecer sus ideas, justificar sus acciones y demostrar su poder.
Las crisis más agudas exigen a los gobernantes un mayor sostén público. Así sucede en los actuales conflictos latinoamericanos - limítrofes, ideológicos, económicos o de índole militar – como en el caso de Honduras, donde la ciudadanía está siendo tironeada a diario entre dos posiciones opuestas, como las del presidente depuesto Manuel Zelaya y el designado Roberto Micheletti.
Las permanentes marchas a favor de uno y otro dirigente, demuestran que muchos ciudadanos se adhieren genuinamente a una causa. Varios son persuadidos, otros manipulados, pero, en definitiva, en las muchedumbres todos son estimulados y halagados para defender ideas propias y ajenas.
El riesgo es que ese entusiasmo y apasionamiento no sea reciprocado por quienes antes lo incitaron, ya sea porque el enfoque defendido cambia de repente, debido a que el líder modifica su posición o la altera para pactar con la otra fuerza política, como seguramente ocurrirá si la mediación del presidente de Costa Rica, Oscar Arias, resulta exitosa.
En el proceso de arbitraje actual, parece que el protagonista principal, ese que es cortejado y mimado en cada elección, está ausente. Al partidario fiel se le toma en cuenta solo para hacer masa. Nadie parece preguntarse ¿cómo se sentirían los seguidores de Micheletti si acaso su gobierno decide aceptar la restitución de Zelaya? o ¿cómo se sentirían los seguidores de Zelaya, si aceptara volver condicionado a la Presidencia, sin posibilidad de reelección?
La respuesta: muy decepcionados y traicionados. Con un ingrato sabor por haberse dejado inducir las broncas y robado las ilusiones; burlados e impotentes por haberse dejado manipular y utilizar, para luego ser desechados. Descartados.
Los individuos que se masifican en respaldo de uno u otro sector, cuanto más tiempo se someten a las arengas y a las exaltaciones, más difíciles se vuelven de controlar y mucho mayor se hace su presión.
Ni Zelaya ni Micheletti pueden negociar o ceder tan fácilmente sin considerar la presión de sus seguidores. La destitución de Zelaya es apoyada por un gran multitud que no quiere un país autocrático chavista, persuadida de que si regresa a la Presidencia, por más condiciones que se le impongan, su tozudez le hará seguir buscando mecanismos para reformar la Constitución, emulando a su gestor, Hugo Chávez, que aunque negó varias veces la reelección, consiguió esa posibilidad a perpetuidad. Quienes apoyan a Zelaya, lo consideran el líder, que de tener el tiempo suficiente, los puede sacar de la pobreza, dándoles empleos y/o dádivas, mayor dignidad, y acabar con el sometimiento a “las oligarquías dueñas del país”.
Si el presidente costarricense pretende que se cree un gobierno de reconciliación y unidad con la restitución de Zelaya – como reclama la comunidad internacional - no se debería solo articular un pacto político, sino generar un diálogo incluyendo el sentir de otros sectores sociales que claman por tener garantías de que Zelaya se irá sin chistar llegado su término a mediados de enero. Al mismo tiempo, debería pedir que bajen los decibeles belicistas aquellos ruidosos como Hugo Chávez, quien está instigando a la violencia y avivando la insurrección armada, y como Daniel Ortega, quien presta su terreno para esos objetivos.
Sería importante, además, que así como se han impuesto sanciones al gobierno de Micheletti, también se le impongan a Zelaya, en caso de que continúe arengando a lo que llama su “ejército del pueblo”, una masa transformada ya en fuerza de choque que utilizará como escudo humano para reingresar al país. El peligro, es que la alta volatilidad de la masa y la pasión que los activistas e infiltrados tienen por los desbordes y la violencia, predicen consecuencias nefastas como ya empezaron a suceder.
Si realmente se pretende la paz y la unidad para superar la crisis, además de reducir los ruidos que impiden el diálogo profundo, se deberían encontrar formas para que los ciudadanos sientan que sus preocupaciones están incluidas. Un ciudadano descartable, despechado, tarde o temprano, buscará otra masa donde anidar, para así continuar con su peligroso derrotero.
Las crisis más agudas exigen a los gobernantes un mayor sostén público. Así sucede en los actuales conflictos latinoamericanos - limítrofes, ideológicos, económicos o de índole militar – como en el caso de Honduras, donde la ciudadanía está siendo tironeada a diario entre dos posiciones opuestas, como las del presidente depuesto Manuel Zelaya y el designado Roberto Micheletti.
Las permanentes marchas a favor de uno y otro dirigente, demuestran que muchos ciudadanos se adhieren genuinamente a una causa. Varios son persuadidos, otros manipulados, pero, en definitiva, en las muchedumbres todos son estimulados y halagados para defender ideas propias y ajenas.
El riesgo es que ese entusiasmo y apasionamiento no sea reciprocado por quienes antes lo incitaron, ya sea porque el enfoque defendido cambia de repente, debido a que el líder modifica su posición o la altera para pactar con la otra fuerza política, como seguramente ocurrirá si la mediación del presidente de Costa Rica, Oscar Arias, resulta exitosa.
En el proceso de arbitraje actual, parece que el protagonista principal, ese que es cortejado y mimado en cada elección, está ausente. Al partidario fiel se le toma en cuenta solo para hacer masa. Nadie parece preguntarse ¿cómo se sentirían los seguidores de Micheletti si acaso su gobierno decide aceptar la restitución de Zelaya? o ¿cómo se sentirían los seguidores de Zelaya, si aceptara volver condicionado a la Presidencia, sin posibilidad de reelección?
La respuesta: muy decepcionados y traicionados. Con un ingrato sabor por haberse dejado inducir las broncas y robado las ilusiones; burlados e impotentes por haberse dejado manipular y utilizar, para luego ser desechados. Descartados.
Los individuos que se masifican en respaldo de uno u otro sector, cuanto más tiempo se someten a las arengas y a las exaltaciones, más difíciles se vuelven de controlar y mucho mayor se hace su presión.
Ni Zelaya ni Micheletti pueden negociar o ceder tan fácilmente sin considerar la presión de sus seguidores. La destitución de Zelaya es apoyada por un gran multitud que no quiere un país autocrático chavista, persuadida de que si regresa a la Presidencia, por más condiciones que se le impongan, su tozudez le hará seguir buscando mecanismos para reformar la Constitución, emulando a su gestor, Hugo Chávez, que aunque negó varias veces la reelección, consiguió esa posibilidad a perpetuidad. Quienes apoyan a Zelaya, lo consideran el líder, que de tener el tiempo suficiente, los puede sacar de la pobreza, dándoles empleos y/o dádivas, mayor dignidad, y acabar con el sometimiento a “las oligarquías dueñas del país”.
Si el presidente costarricense pretende que se cree un gobierno de reconciliación y unidad con la restitución de Zelaya – como reclama la comunidad internacional - no se debería solo articular un pacto político, sino generar un diálogo incluyendo el sentir de otros sectores sociales que claman por tener garantías de que Zelaya se irá sin chistar llegado su término a mediados de enero. Al mismo tiempo, debería pedir que bajen los decibeles belicistas aquellos ruidosos como Hugo Chávez, quien está instigando a la violencia y avivando la insurrección armada, y como Daniel Ortega, quien presta su terreno para esos objetivos.
Sería importante, además, que así como se han impuesto sanciones al gobierno de Micheletti, también se le impongan a Zelaya, en caso de que continúe arengando a lo que llama su “ejército del pueblo”, una masa transformada ya en fuerza de choque que utilizará como escudo humano para reingresar al país. El peligro, es que la alta volatilidad de la masa y la pasión que los activistas e infiltrados tienen por los desbordes y la violencia, predicen consecuencias nefastas como ya empezaron a suceder.
Si realmente se pretende la paz y la unidad para superar la crisis, además de reducir los ruidos que impiden el diálogo profundo, se deberían encontrar formas para que los ciudadanos sientan que sus preocupaciones están incluidas. Un ciudadano descartable, despechado, tarde o temprano, buscará otra masa donde anidar, para así continuar con su peligroso derrotero.
agosto 05, 2009
Zelaya y las contradicciones históricas
Manuel Zelaya está acusando a Estados Unidos de ser muy “blando” por no imponer sanciones más estrictas al gobierno de Roberto Micheletti, mientras que semanas atrás durante la reunión de cancilleres en San Pedro Sula había sido uno de los que habló sobre la injerencia de Estados Unidos dentro de la OEA y la necesidad de que no se entrometa cuando se decidió la inserción de Cuba a la organización hemisférica.
Ni hablar de los demás presidentes que son parte del ALBA y que están influenciados por Hugo Chávez quien también viene tratando a Barack Obama de ignorante, a la vez que pide a EE.UU. que haga lo que antes criticaba. En realidad, estamos viviendo un momento muy interesante, donde los presidentes están entrando en contradicciones increíbles.
Como muy bien lo explicó el columnista Rafael Rojas hoy en el diario El País de España: “Bajo el aparente consenso se escondió la paradoja de una inversión de roles: los tradicionales defensores de las soberanías (Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador) demandaron la "insubordinación", la "resistencia", el "derrocamiento" y las "sanciones", mientras que los tradicionales defensores de las democracias (Estados Unidos, México, Colombia, Chile, Costa Rica) propusieron una solución multilateral, basada en el diálogo con un Gobierno ilegítimo”.
Esperemos que Zelaya respete las decisiones de los gobiernos de, así como condenaron el golpe de Estado, que se siga por el camino de la diplomacia y se trate de seguir adelante con las negociaciones y mediación de Oscar Arias, sin necesidad de que se llegue a la violencia y a dividir a los hondureños.
Ni hablar de los demás presidentes que son parte del ALBA y que están influenciados por Hugo Chávez quien también viene tratando a Barack Obama de ignorante, a la vez que pide a EE.UU. que haga lo que antes criticaba. En realidad, estamos viviendo un momento muy interesante, donde los presidentes están entrando en contradicciones increíbles.
Como muy bien lo explicó el columnista Rafael Rojas hoy en el diario El País de España: “Bajo el aparente consenso se escondió la paradoja de una inversión de roles: los tradicionales defensores de las soberanías (Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador) demandaron la "insubordinación", la "resistencia", el "derrocamiento" y las "sanciones", mientras que los tradicionales defensores de las democracias (Estados Unidos, México, Colombia, Chile, Costa Rica) propusieron una solución multilateral, basada en el diálogo con un Gobierno ilegítimo”.
Esperemos que Zelaya respete las decisiones de los gobiernos de, así como condenaron el golpe de Estado, que se siga por el camino de la diplomacia y se trate de seguir adelante con las negociaciones y mediación de Oscar Arias, sin necesidad de que se llegue a la violencia y a dividir a los hondureños.
Correa emulando a Chávez
En materia de libertad de expresión, otro país con problemas similares a Venezuela es Ecuador, donde el presidente rafael Correa está imitando las posturas del presidente Hugo Chávez, al haber anunciado este lunes que comenzará a revisar las frecuencias de radio y televisión otorgadas en forma irregular.
Esta es la medida que ya empezó a adoptar la Conatel en Venezuela donde ha cerrado 35 emisoras entre radio y televisión y donde otras 200 están siendo amenazadas. Venezuela, seguida por Ecuador, Bolivia y Nicaragua, son los países, además, en la que los gobiernos han creado numerosas agencias de noticias, radios comunitarias, televisoras y periódicos de tinte totalmente propagandístico, utilizando los dineros públicos, por lo que se trata directamente de actos de corrupción.
No es casualidad que en los países nombrados es donde la prensa tiene mayores dificultades para informar y opinar sin cortapisas.
En Venezuela, sin embargo, ocurrieron dos hechos importantes hoy. Por un lado el presidente Chávez anunció que la dirigente chavista Lina Ron fue detenida y será procesada como una de las responsables de los actos de violencia contra Globovisión este lunes. Mientras tanto, algunos diputados chavistas del congreso nacional, como Manuel Villalba, explicaron que el proyecto de ley sobre “delitos mediáticos” tendrá ciertas dificultades para ser aprobado como lo presentó la fiscal general del país, Luisa Ortega Díaz.
Esta es la medida que ya empezó a adoptar la Conatel en Venezuela donde ha cerrado 35 emisoras entre radio y televisión y donde otras 200 están siendo amenazadas. Venezuela, seguida por Ecuador, Bolivia y Nicaragua, son los países, además, en la que los gobiernos han creado numerosas agencias de noticias, radios comunitarias, televisoras y periódicos de tinte totalmente propagandístico, utilizando los dineros públicos, por lo que se trata directamente de actos de corrupción.
No es casualidad que en los países nombrados es donde la prensa tiene mayores dificultades para informar y opinar sin cortapisas.
En Venezuela, sin embargo, ocurrieron dos hechos importantes hoy. Por un lado el presidente Chávez anunció que la dirigente chavista Lina Ron fue detenida y será procesada como una de las responsables de los actos de violencia contra Globovisión este lunes. Mientras tanto, algunos diputados chavistas del congreso nacional, como Manuel Villalba, explicaron que el proyecto de ley sobre “delitos mediáticos” tendrá ciertas dificultades para ser aprobado como lo presentó la fiscal general del país, Luisa Ortega Díaz.
agosto 03, 2009
Buscando la autocensura en Venezuela
El gobierno de Hugo Chávez siempre matiza las cuestiones legales con la violencia como fórmula eficiente para atacar la libertad de prensa y generar autocensura.
Al proyecto de ley presentado el jueves ante el Congreso venezolano sobre “delitos mediáticos” y al cierre de 32 radios y dos televisoras regionales este fin de semana por su ilegalidad para operar, hoy lunes se generó un golpe de violencia en contra de Globovisión, con granadas de gases lacrimógenas, estrategia conducida por grupos parapoliciales en reiteradas oportunidades contra éste y otros medios.
La táctica no es nueva, es una combinación de varias modalidades que el gobierno de Hugo Chávez utiliza para amedrentar, intimidar y generar que los periodistas y los medios tengan temor a decir, criticar o fiscalizar las acciones del gobierno. Una práctica añeja que busca mediante la violencia cumplir con los “espacios ciegos” donde las leyes mordaza, como la de responsabilidad Social, no pueden llegar.
Para muchos, un par de granadas de gas lacrimógeno parece más una broma que una agresión, a no ser que se considere que en un edificio cerrado y con aire acondicionado, en forma casi instantánea, la circulación del aire se hace viciado en forma inmediata, por lo que se trata de una agresión contundente, ya que el personal debió retirarse y dejar sus operaciones.
Para otros puede aparentar que Hugo Chávez no estuvo involucrado directamente, y ello puede ser cierto, pero es verdad también que Chávez debe ser responsabilizado en forma directa, porque es quien instiga a la violencia contra los medios y comete, prácticamente en todos sus Aló presidente, apología del delito, estimulando a sus seguidores a ir en contra de la prensa. Incluso llega hasta decir a sus propios funcionarios, como ocurrió con su ministro estrella, Diosdado Cabello, que si no accionan contra los medios deben retirarse del gobierno.
En este caso, se trató de violencia generada por un grupo seguidor chavista que al igual que La Piedrita se han convertido en una fuerza de choque parapolicial o paraestatal que reacciona y obedece mandatos explícito o implícitos de su líder.
Globovisión sigue siendo el medio con mayor cantidad de acciones legales y procesales en su contra, alrededor de cinco, además de ataques, por lo que muchos consideran que su fin se está acercando.
Al proyecto de ley presentado el jueves ante el Congreso venezolano sobre “delitos mediáticos” y al cierre de 32 radios y dos televisoras regionales este fin de semana por su ilegalidad para operar, hoy lunes se generó un golpe de violencia en contra de Globovisión, con granadas de gases lacrimógenas, estrategia conducida por grupos parapoliciales en reiteradas oportunidades contra éste y otros medios.
La táctica no es nueva, es una combinación de varias modalidades que el gobierno de Hugo Chávez utiliza para amedrentar, intimidar y generar que los periodistas y los medios tengan temor a decir, criticar o fiscalizar las acciones del gobierno. Una práctica añeja que busca mediante la violencia cumplir con los “espacios ciegos” donde las leyes mordaza, como la de responsabilidad Social, no pueden llegar.
Para muchos, un par de granadas de gas lacrimógeno parece más una broma que una agresión, a no ser que se considere que en un edificio cerrado y con aire acondicionado, en forma casi instantánea, la circulación del aire se hace viciado en forma inmediata, por lo que se trata de una agresión contundente, ya que el personal debió retirarse y dejar sus operaciones.
Para otros puede aparentar que Hugo Chávez no estuvo involucrado directamente, y ello puede ser cierto, pero es verdad también que Chávez debe ser responsabilizado en forma directa, porque es quien instiga a la violencia contra los medios y comete, prácticamente en todos sus Aló presidente, apología del delito, estimulando a sus seguidores a ir en contra de la prensa. Incluso llega hasta decir a sus propios funcionarios, como ocurrió con su ministro estrella, Diosdado Cabello, que si no accionan contra los medios deben retirarse del gobierno.
En este caso, se trató de violencia generada por un grupo seguidor chavista que al igual que La Piedrita se han convertido en una fuerza de choque parapolicial o paraestatal que reacciona y obedece mandatos explícito o implícitos de su líder.
Globovisión sigue siendo el medio con mayor cantidad de acciones legales y procesales en su contra, alrededor de cinco, además de ataques, por lo que muchos consideran que su fin se está acercando.
agosto 02, 2009
Cansados de Chávez
Estoy en Bucaramanga, en el departamento de Santander en Colombia, y con varios amigos de Cúcuta, ciudad colombiana fronteriza con la localidad venezolana de San Antonio. El tema de conversación mientras descansamos durante un seminario con ejecutivos de diarios no es otro que el de Hugo Chávez y su diatriba contra Colombia, las relaciones diplomáticas estancadas y los problemas generados por los políticos, los que finalmente terminan afectando el comercio y las relaciones entre la gente.
Ayer, en el puente Simón Bolívar, el paso fronterizo por donde los colombianos envían a Venezuela carne avícola, otros productos alimenticios, automóviles, repuestos, artículos de cuero, y los venezolanos exportan gasolina, productos de aseo y otros enseres, los guardias se pusieron díscolos y por cuatro horas duraron las escaramuzas, interrumpiéndose el comercio pero también el traspaso de la gente que va y viene de la frontera.
En los últimos años, las discusiones entre los políticos de ambos países que no se realiza por los canales formales diplomáticos sino a través de los medios de comunicación, causa escozor y debilita las relaciones entre los vecinos de ambos país, mientras que por las necesidades – comerciales, inmigratorias, educativas, familiares – y la globalización se necesitan cada vez más. Un contrasentido.
El sentimiento generalizado de los pobladores de esta zona de Colombia es que ya están muy cansados de que Chávez arbitrariamente corte el paso fronterizo, amenace con enviar soldados a la zona, sabiendo, por otro lado que las FARC “exportan” mucho de sus drogas y mantienen relaciones con gente en Venezuela. Un doble discurso.
Colombia está siendo perjudicada más que Ecuador y Venezuela juntos con estos problemas entre los países, debido a que su balanza comercial está inclinada a su favor en miles de millones de dólares. Colombia exporta alrededor de 7.500 millones de dólares a ambos países, mientras que compra alrededor de 3.500 en conjunto.
Las relaciones se empeoraron con ambos países porque se reflotaron cuestiones y nacionalismos añejos, después de las declaraciones del gobierno de Alvaro Uribe contra el de Hugo Chávez porque Venezuela habría vendido armamento de origen sueco a las narco guerrillas FARC; mientras que las relaciones están rotas con Ecuador desde el 1 de marzo de 2008 cuando los militares colombianos ingresaron a territorio ecuatoriano y destruyeron un campamento de las FARC.
Ayer, en el puente Simón Bolívar, el paso fronterizo por donde los colombianos envían a Venezuela carne avícola, otros productos alimenticios, automóviles, repuestos, artículos de cuero, y los venezolanos exportan gasolina, productos de aseo y otros enseres, los guardias se pusieron díscolos y por cuatro horas duraron las escaramuzas, interrumpiéndose el comercio pero también el traspaso de la gente que va y viene de la frontera.
En los últimos años, las discusiones entre los políticos de ambos países que no se realiza por los canales formales diplomáticos sino a través de los medios de comunicación, causa escozor y debilita las relaciones entre los vecinos de ambos país, mientras que por las necesidades – comerciales, inmigratorias, educativas, familiares – y la globalización se necesitan cada vez más. Un contrasentido.
El sentimiento generalizado de los pobladores de esta zona de Colombia es que ya están muy cansados de que Chávez arbitrariamente corte el paso fronterizo, amenace con enviar soldados a la zona, sabiendo, por otro lado que las FARC “exportan” mucho de sus drogas y mantienen relaciones con gente en Venezuela. Un doble discurso.
Colombia está siendo perjudicada más que Ecuador y Venezuela juntos con estos problemas entre los países, debido a que su balanza comercial está inclinada a su favor en miles de millones de dólares. Colombia exporta alrededor de 7.500 millones de dólares a ambos países, mientras que compra alrededor de 3.500 en conjunto.
Las relaciones se empeoraron con ambos países porque se reflotaron cuestiones y nacionalismos añejos, después de las declaraciones del gobierno de Alvaro Uribe contra el de Hugo Chávez porque Venezuela habría vendido armamento de origen sueco a las narco guerrillas FARC; mientras que las relaciones están rotas con Ecuador desde el 1 de marzo de 2008 cuando los militares colombianos ingresaron a territorio ecuatoriano y destruyeron un campamento de las FARC.
agosto 01, 2009
Ciencias exactas: objetivos para el crecimiento
Más que conmemorarse el cuadragésimo aniversario de la llegada a la Luna, en realidad lo que se celebró esta semana es la vocación humana por plantearse objetivos audaces, bizarros e inalcanzables, sin los cuales, la historia sería chata y desabrida.
Cuando Neil Amstrong pisó la Luna el 20 de julio de 1969 no fue casualidad, sino fruto de ese tipo de objetivos excéntricos, los mismos que esbozó Cristóbal Colón en 1492. Llegar a la Luna no fue posible solo por el conocimiento (ciencia y experiencia) y la voluntad (espíritu y trabajo), sino por cierto sentido de locura para alcanzar desafíos desproporcionados. De ahí la fascinación por dos epopeyas irrisorias y utópicas, que solo se materializaron cuando alguien las visualizó, les trazó una estrategia y contagió la idea a los demás.
El mérito más reconocido de John Kenendy fue haber planteado sueños y metas desmesuradas, a pesar que lo suyo, fue una lógica competencia con la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Así quedó plasmado en el discurso del 25 de mayo de 1961 ante el Congreso, cuando no solo prometió llevar y traer un hombre desde la Luna, sino que justificó esa meta para “ganar la batalla que ahora se está desarrollando alrededor del mundo, entre la libertad y la tiranía”.
Su carrera por la supremacía, de todos modos, hizo que con esa libertad, individual y social, se sincronizara la investigación científica con la reevaluación de los currículos escolares haciendo de las ciencias exactas una materia obligatoria. Desde entonces, la creatividad, la invención y la innovación se fueron forjando como marca registrada de la cultura estadounidense.
Aquellos conceptos nunca pasaron desapercibidos. Esta semana, cuando el presidente Barack Obama honró a los famosos Amstrong, Aldrin y Collins, habló del aporte que las Ciencias y las Matemáticas representan para el espíritu nacional, elogiando a los astronautas porque “han inspirado a una generación entera de científicos e ingenieros que alentaron la innovación, el espíritu empresarial y la creatividad aquí en la Tierra”.
Pero en la actualidad, habiendo perdido EE.UU. el liderazgo en los resultados educativos de las ciencias exactas y enfocado en las urgencias del Plan de Estímulo para sostener la economía, el riesgo es - como lo aventuraron los veteranos astronautas – que se paralicen los objetivos audaces, como el de llevar misiones humanas a Marte.
Hasta ahora, el más osado de los presidentes después de Kennedy fue el impopular George W. Bush. El 14 de enero del 2004, dedicó gran parte de su discurso a los planes para volver a la Luna y empezar la travesía hacia Marte, con una estrategia a 20 años. Para convencer al Congreso que apruebe su presupuesto, Bush habló de los “beneficios tangibles” de la exploración espacial, “que han mejorado nuestras vidas de innumerables maneras”, con avances en medicina, comunicaciones, meteorología, industria aeronáutica y nuevas tecnologías.
Como lo hiciera Kennedy antes y Obama ahora, Bush también pidió un compromiso pedagógico especial, sabiendo que la investigación y la educación se retroalimentan a sí mismas. “La fascinación que genere la exploración futura inspirará a nuestros jóvenes a estudiar matemáticas, ciencias e ingeniería, y a crear una nueva generación de innovadores y pioneros”.
Estas arengas presidenciales a favor de la educación, demuestran la importancia que los países desarrollados le dan a las ciencias exactas como generadores de crecimiento. Las naciones asiáticas descubrieron la ecuación educación-desarrollo décadas atrás y hoy tienen una evolución superior a cualquier otro país, a pesar de que también sufren la pobreza, excusa que otros ponen como obstáculo insuperable. El gran desarrollo científico y tecnológico, además de los sueños audaces que se impusieron, les permitirá a muchos países, como China e India, llegar a la Luna en poco tiempo, con todo lo colateral que de ello se desprende: mejoras en la economía, la producción y el empleo.
Invertir en Ciencias y Matemáticas, y en instrucción general, nunca fue prioridad en América Latina, porque no otorga beneficios dentro de las políticas cortoplacistas a las que estamos acostumbrados. Sin embargo, por la experiencia de las naciones más ricas, queda demostrado que abrazar las ciencias exactas es el primer paso para poder diseñar objetivos audaces, tan atrevidos como el que soñó Kennedy.
Cuando Neil Amstrong pisó la Luna el 20 de julio de 1969 no fue casualidad, sino fruto de ese tipo de objetivos excéntricos, los mismos que esbozó Cristóbal Colón en 1492. Llegar a la Luna no fue posible solo por el conocimiento (ciencia y experiencia) y la voluntad (espíritu y trabajo), sino por cierto sentido de locura para alcanzar desafíos desproporcionados. De ahí la fascinación por dos epopeyas irrisorias y utópicas, que solo se materializaron cuando alguien las visualizó, les trazó una estrategia y contagió la idea a los demás.
El mérito más reconocido de John Kenendy fue haber planteado sueños y metas desmesuradas, a pesar que lo suyo, fue una lógica competencia con la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Así quedó plasmado en el discurso del 25 de mayo de 1961 ante el Congreso, cuando no solo prometió llevar y traer un hombre desde la Luna, sino que justificó esa meta para “ganar la batalla que ahora se está desarrollando alrededor del mundo, entre la libertad y la tiranía”.
Su carrera por la supremacía, de todos modos, hizo que con esa libertad, individual y social, se sincronizara la investigación científica con la reevaluación de los currículos escolares haciendo de las ciencias exactas una materia obligatoria. Desde entonces, la creatividad, la invención y la innovación se fueron forjando como marca registrada de la cultura estadounidense.
Aquellos conceptos nunca pasaron desapercibidos. Esta semana, cuando el presidente Barack Obama honró a los famosos Amstrong, Aldrin y Collins, habló del aporte que las Ciencias y las Matemáticas representan para el espíritu nacional, elogiando a los astronautas porque “han inspirado a una generación entera de científicos e ingenieros que alentaron la innovación, el espíritu empresarial y la creatividad aquí en la Tierra”.
Pero en la actualidad, habiendo perdido EE.UU. el liderazgo en los resultados educativos de las ciencias exactas y enfocado en las urgencias del Plan de Estímulo para sostener la economía, el riesgo es - como lo aventuraron los veteranos astronautas – que se paralicen los objetivos audaces, como el de llevar misiones humanas a Marte.
Hasta ahora, el más osado de los presidentes después de Kennedy fue el impopular George W. Bush. El 14 de enero del 2004, dedicó gran parte de su discurso a los planes para volver a la Luna y empezar la travesía hacia Marte, con una estrategia a 20 años. Para convencer al Congreso que apruebe su presupuesto, Bush habló de los “beneficios tangibles” de la exploración espacial, “que han mejorado nuestras vidas de innumerables maneras”, con avances en medicina, comunicaciones, meteorología, industria aeronáutica y nuevas tecnologías.
Como lo hiciera Kennedy antes y Obama ahora, Bush también pidió un compromiso pedagógico especial, sabiendo que la investigación y la educación se retroalimentan a sí mismas. “La fascinación que genere la exploración futura inspirará a nuestros jóvenes a estudiar matemáticas, ciencias e ingeniería, y a crear una nueva generación de innovadores y pioneros”.
Estas arengas presidenciales a favor de la educación, demuestran la importancia que los países desarrollados le dan a las ciencias exactas como generadores de crecimiento. Las naciones asiáticas descubrieron la ecuación educación-desarrollo décadas atrás y hoy tienen una evolución superior a cualquier otro país, a pesar de que también sufren la pobreza, excusa que otros ponen como obstáculo insuperable. El gran desarrollo científico y tecnológico, además de los sueños audaces que se impusieron, les permitirá a muchos países, como China e India, llegar a la Luna en poco tiempo, con todo lo colateral que de ello se desprende: mejoras en la economía, la producción y el empleo.
Invertir en Ciencias y Matemáticas, y en instrucción general, nunca fue prioridad en América Latina, porque no otorga beneficios dentro de las políticas cortoplacistas a las que estamos acostumbrados. Sin embargo, por la experiencia de las naciones más ricas, queda demostrado que abrazar las ciencias exactas es el primer paso para poder diseñar objetivos audaces, tan atrevidos como el que soñó Kennedy.
julio 31, 2009
Golpe a la democracia venezolana
De tanto hablar y hablar sobre los golpes de Estado en otros países, el golpista presidente venezolano Hugo Chávez, cometió nuevamente otro golpe de Estado a la poca democracia que les queda a los ciudadanos venezolanos.
La dio esta vez en contra de la maltrecha libertad de prensa que ya le viene quitando a su pueblo desde hace 10 años cuando asumió en 1999. Impresionante estrategia golpista que ha sido implacable contra periodistas y medios, generando en su contra violencia, prisión, cierre y leyes mordazas que dejan pocos espacios para que los venezolanos puedan acceder a información plural y diversa y así cumplir con el principio constitucional de acceder libre a las informaciones que deseen.
Ayer la fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega Díaz, presentó ante el Congreso nacional un proyecto de ley sobre “delitos mediáticos” que legaliza el castigo contra los medios de comunicación y periodistas independientes, promueve la autocensura y revierte la tendencia actual en América Latina por despenalizar los delitos contra la prensa, ajustándose a los estándares interamericanos sobre la materia.
El “Proyecto de Ley Especial contra Delitos Mediáticos” tiene 17 artículos, en los que se busca “prevenir y sancionar las acciones u omisiones desplegadas a través de los medios de comunicación”, con penas que llegan hasta los cuatro años de cárcel, además de otras sanciones. Del artículo 5 al 12 de la iniciativa, se detallan los delitos y los castigos correspondientes: divulgación de noticias falsa, de dos a cuatro años; manipulación de noticias, de dos a cuatro años; negativa a revelar información, de seis meses a dos años; coacción mediática, de uno a tres años; omisión voluntaria de suministrar información, de dos a cuatro años; instigación, de dos a cuatro años y obstaculización de actividades de medios de comunicación, de uno a tres años.
Venezuela parece desconocer los principios de libertad de prensa elementales sobre que no existen delitos de prensa sino cometidos a través de la prensa, para lo cual ya están especificados en las leyes generales y tipificados en el Código Penal.
Si se aprueba este proyecto de ley, lo que no será difícil por el Congreso está sometido a Chávez, se contempla sancionar, como explica su artículo 4, “las acciones u omisiones que lesionen el derecho a la información oportuna, veraz e imparcial, que atentan contra la paz social, la seguridad e independencia de la nación, el orden público, estabilidad de las instituciones del Estado, la salud mental o moral pública, que generen sensación de impunidad o de inseguridad y que sean cometidas a través de un medio de comunicación social”.
La Sociedad Interamericana de Prensa que expresó su condena al resepcto, señaló una serie de actos que forman parte de la estrategia seguida por el presidente Chávez en sus 10 años de gobierno para maniatar a la prensa. Entre esos arrebatos, se destacan la reforma constitucional en 1999 donde se incluyó la responsabilidad de publicar información veraz e imparcial; sentencias judiciales como la “1013” de 2001 que niega el derecho de réplica o de rectificación a los periodistas; la promulgación de la “ley mordaza” o la Ley de Responsabilidad Social de Radio y Televisión de 2004; la sanción de la Ley de Reforma Parcial del Código Penal de 2005 que aumentó las penas por los delitos de desacato y difamación; la aplicación de regulaciones que obliga a los medios a tener columnistas de todas las ideologías en una clara invasión de sus políticas editoriales; el cierre en mayo de 2007 de RCTV, el hostigamiento contra Globovisión y 240 radioemisoras que son amenazadas con su cierre definitivo; y la apertura de numerosos medios electrónicos y escritos y agencias de noticias estatales utilizadas para divulgar material propagandístico.
Uno se pregunta ante estos golpes a la democracia. Será que la OEA, en todo caso su secretario general Insulza, ¿dirá algo al respecto? Será que la OEA medirá con la misma vara todos los atropellos a la democracia y a las libertades? ¿O será que ganar elecciones – muchas veces fraudulentas – es un blindaje para todos los arrebatos a las demás libertades que obliga la democracia?
La dio esta vez en contra de la maltrecha libertad de prensa que ya le viene quitando a su pueblo desde hace 10 años cuando asumió en 1999. Impresionante estrategia golpista que ha sido implacable contra periodistas y medios, generando en su contra violencia, prisión, cierre y leyes mordazas que dejan pocos espacios para que los venezolanos puedan acceder a información plural y diversa y así cumplir con el principio constitucional de acceder libre a las informaciones que deseen.
Ayer la fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega Díaz, presentó ante el Congreso nacional un proyecto de ley sobre “delitos mediáticos” que legaliza el castigo contra los medios de comunicación y periodistas independientes, promueve la autocensura y revierte la tendencia actual en América Latina por despenalizar los delitos contra la prensa, ajustándose a los estándares interamericanos sobre la materia.
El “Proyecto de Ley Especial contra Delitos Mediáticos” tiene 17 artículos, en los que se busca “prevenir y sancionar las acciones u omisiones desplegadas a través de los medios de comunicación”, con penas que llegan hasta los cuatro años de cárcel, además de otras sanciones. Del artículo 5 al 12 de la iniciativa, se detallan los delitos y los castigos correspondientes: divulgación de noticias falsa, de dos a cuatro años; manipulación de noticias, de dos a cuatro años; negativa a revelar información, de seis meses a dos años; coacción mediática, de uno a tres años; omisión voluntaria de suministrar información, de dos a cuatro años; instigación, de dos a cuatro años y obstaculización de actividades de medios de comunicación, de uno a tres años.
Venezuela parece desconocer los principios de libertad de prensa elementales sobre que no existen delitos de prensa sino cometidos a través de la prensa, para lo cual ya están especificados en las leyes generales y tipificados en el Código Penal.
Si se aprueba este proyecto de ley, lo que no será difícil por el Congreso está sometido a Chávez, se contempla sancionar, como explica su artículo 4, “las acciones u omisiones que lesionen el derecho a la información oportuna, veraz e imparcial, que atentan contra la paz social, la seguridad e independencia de la nación, el orden público, estabilidad de las instituciones del Estado, la salud mental o moral pública, que generen sensación de impunidad o de inseguridad y que sean cometidas a través de un medio de comunicación social”.
La Sociedad Interamericana de Prensa que expresó su condena al resepcto, señaló una serie de actos que forman parte de la estrategia seguida por el presidente Chávez en sus 10 años de gobierno para maniatar a la prensa. Entre esos arrebatos, se destacan la reforma constitucional en 1999 donde se incluyó la responsabilidad de publicar información veraz e imparcial; sentencias judiciales como la “1013” de 2001 que niega el derecho de réplica o de rectificación a los periodistas; la promulgación de la “ley mordaza” o la Ley de Responsabilidad Social de Radio y Televisión de 2004; la sanción de la Ley de Reforma Parcial del Código Penal de 2005 que aumentó las penas por los delitos de desacato y difamación; la aplicación de regulaciones que obliga a los medios a tener columnistas de todas las ideologías en una clara invasión de sus políticas editoriales; el cierre en mayo de 2007 de RCTV, el hostigamiento contra Globovisión y 240 radioemisoras que son amenazadas con su cierre definitivo; y la apertura de numerosos medios electrónicos y escritos y agencias de noticias estatales utilizadas para divulgar material propagandístico.
Uno se pregunta ante estos golpes a la democracia. Será que la OEA, en todo caso su secretario general Insulza, ¿dirá algo al respecto? Será que la OEA medirá con la misma vara todos los atropellos a la democracia y a las libertades? ¿O será que ganar elecciones – muchas veces fraudulentas – es un blindaje para todos los arrebatos a las demás libertades que obliga la democracia?
julio 29, 2009
Honduras: más muñequeo en la mediación
Pareciera que el proceso de mediación en Honduras necesitaría otros ingredientes nuevos a la luz del resultado de la Cumbre de Tuxtla celebrada en Costa Rica. Como era de esperar, en la Declaración de Guanacaste se condenó el golpe de Estado que instauró en la Presidencia a Roberto Micheletti y pidió mayor apoyo a la segunda propuesta del presidente Oscar Arias, la que incluye la restitución al poder de Manuel Zelaya que todavía el Congreso hondureño estaría analizando, además de la prohibición de una reforma constitucional, una amnistía, un gobierno de reconciliación y unidad, y adelantar las elecciones para fines de octubre.
Sin embargo, Arias fue haciendo declaraciones en estos días que lejos de asemejarse a las que debería tener un mediador, se parecieron más a la de un árbitro. Pide la restitución de Zelaya anteponiendo la condición del “ostracismo” en la que estaría cayendo Honduras de no aceptar sus condiciones. Lo que puede ser real, claro, pero no estoy seguro que debiera ser él, en su calidad de gestor que se asuma como juez y parte públicamente. Suficientemente ese punto ya lo exponen Estados Unidos y la comunidad internacional entera. Con su posición, Arias pudiera estar perdiendo confianza de los sectores hondureños – no tan solo del gobierno - que no respaldan la restitución de Zelaya.
La propuesta tal como está, deja con poca maniobrabilidad al gobierno de Micheletti (que de alguna forma tendrá que negociar) para calmar a amplios sectores de la sociedad hondureña – además de los poderes públicos – como gran parte de la clase media, miembros de cuatro partidos políticos, representantes de los sectores productivos, de las denominaciones religiosas, que respaldaron la destitución de Zelaya por entender que estaba conduciendo al país hacia una autocracia chavista, para lo cual no lo habían votado.
No solo Micheletti ni los poderes Judicial y Legislativo no quieren a Zelaya de regreso, sino también ese gran sector de hondureños que sigue temiendo que a pesar de cualquier prohibición que se le imponga, Zelaya es tan testarudo que se saldrá con la suya (es que además lo expresó en una entrevista con el diario O Estado de S. Paulo, sobre que intentaría hacer la encuesta si el pueblo se lo pide) como también lo ha hecho Hugo Chávez, quien después de jurar y jurar que dejaría la presidencia ya lleva 10 años en el poder porque dice “que el pueblo es el que lo reclama”, mediante elecciones muchas de ellas no muy limpias.
Es verdad que Zelaya de presidente y con tan poco tiempo estaría muy condicionado por la comunidad internacional como para que se largue a aventuras chavistas. Sin embargo, la experiencia indica que Zelaya tiene ya mucha experiencia y que las organizaciones intergubernamentales solo terminan protestando pero no tienen elementos prácticos para limitar los presidencialismos u otros abusos de poder.
Debido a este temor sobre su regreso, el plan de Arias necesitaría de repente un mayor blindaje en contra de algunas nuevas torpezas que pudieran suceder, como la encuesta por la cuarta urna, lo que le daría a quienes apoyan a Micheletti mayores garantías de que el mandato de Zelaya se extinguirá en enero, como estaba previsto antes del golpe el 28 de junio pasado.
Tal vez la falta de confianza en la propuesta tal como está, considerando que pudiera perfeccionarse, y en el desgaste que ha sufrido el mediador en el proceso y por sus propias declaraciones, pudiera pensarse que deberían sumarse otros actores y de esa forma conseguir el empujoncito que esta crisis necesita y de esa forma todos pudieran volver a concentrarse en los problemas importantes del país y la región, como la pobreza, la salud, la seguridad, la educación y la producción.
Sin embargo, Arias fue haciendo declaraciones en estos días que lejos de asemejarse a las que debería tener un mediador, se parecieron más a la de un árbitro. Pide la restitución de Zelaya anteponiendo la condición del “ostracismo” en la que estaría cayendo Honduras de no aceptar sus condiciones. Lo que puede ser real, claro, pero no estoy seguro que debiera ser él, en su calidad de gestor que se asuma como juez y parte públicamente. Suficientemente ese punto ya lo exponen Estados Unidos y la comunidad internacional entera. Con su posición, Arias pudiera estar perdiendo confianza de los sectores hondureños – no tan solo del gobierno - que no respaldan la restitución de Zelaya.
La propuesta tal como está, deja con poca maniobrabilidad al gobierno de Micheletti (que de alguna forma tendrá que negociar) para calmar a amplios sectores de la sociedad hondureña – además de los poderes públicos – como gran parte de la clase media, miembros de cuatro partidos políticos, representantes de los sectores productivos, de las denominaciones religiosas, que respaldaron la destitución de Zelaya por entender que estaba conduciendo al país hacia una autocracia chavista, para lo cual no lo habían votado.
No solo Micheletti ni los poderes Judicial y Legislativo no quieren a Zelaya de regreso, sino también ese gran sector de hondureños que sigue temiendo que a pesar de cualquier prohibición que se le imponga, Zelaya es tan testarudo que se saldrá con la suya (es que además lo expresó en una entrevista con el diario O Estado de S. Paulo, sobre que intentaría hacer la encuesta si el pueblo se lo pide) como también lo ha hecho Hugo Chávez, quien después de jurar y jurar que dejaría la presidencia ya lleva 10 años en el poder porque dice “que el pueblo es el que lo reclama”, mediante elecciones muchas de ellas no muy limpias.
Es verdad que Zelaya de presidente y con tan poco tiempo estaría muy condicionado por la comunidad internacional como para que se largue a aventuras chavistas. Sin embargo, la experiencia indica que Zelaya tiene ya mucha experiencia y que las organizaciones intergubernamentales solo terminan protestando pero no tienen elementos prácticos para limitar los presidencialismos u otros abusos de poder.
Debido a este temor sobre su regreso, el plan de Arias necesitaría de repente un mayor blindaje en contra de algunas nuevas torpezas que pudieran suceder, como la encuesta por la cuarta urna, lo que le daría a quienes apoyan a Micheletti mayores garantías de que el mandato de Zelaya se extinguirá en enero, como estaba previsto antes del golpe el 28 de junio pasado.
Tal vez la falta de confianza en la propuesta tal como está, considerando que pudiera perfeccionarse, y en el desgaste que ha sufrido el mediador en el proceso y por sus propias declaraciones, pudiera pensarse que deberían sumarse otros actores y de esa forma conseguir el empujoncito que esta crisis necesita y de esa forma todos pudieran volver a concentrarse en los problemas importantes del país y la región, como la pobreza, la salud, la seguridad, la educación y la producción.
A mayor conflicto ¿menor diplomacia?
Diera la sensación que en este circo latinoamericano vamos para atrás más que para adelante. Se supondría que la diplomacia se habría instaurado en las leyes internacionales como el arte de resolver conflictos. Sin embargo, la experiencia actual latinoamericana nos dice lo contrario, ya que los países en conflicto prefieren retirar sus embajadores y cortar relaciones exteriores como una forma de expresar su rechazo a las prácticas del otro país, a la espera de que el tiempo cicatrice las heridas y por alguna circunstancia mediadora o comercial de a poco se instalen misiones comerciales y se inicie el diálogo.
Hugo Chávez “congeló” relaciones con Colombia y ordenó la salida de su embajador por las denuncias de Colombia sobre el pedido de explicaciones de la posible venta de armas suecas en poder de Venezuela a las FARC. Seguramente la medida será recíproca, como la que se reciprocaron anteriormente Ecuador y Colombia por la incursión colombiana en territorio ecuatoriano para aniquilar un campamente guerrillero y las medidas similares entre Bolivia - EUA y Venezuela – EUA ante denuncias de injerencia de la DEA y la CIA en esos países.
Generalmente este corte de relaciones va seguido con grandes campañas propagandísticas con discursos que exaltan el nacionalismo, exacerbándose así las pasiones y las diferencias. De esta forma, los ciudadanos quedamos cada vez más atrapados en una tela araña polarizadora creada por los políticos de la que no es muy fácil escapar. Hasta que reaparecen luego dos políticos o dos presidentes – los mismos que antes se pelearon – se dan dos palmadas, firman un acuerdo nuevo de entendimiento, hablan de las bondades de la democracia, del entendimiento político y de un montón de cosas más bonitas para lo que piden que aplaudamos.
Mientras aplaudimos – medio inseguros pero obligados por la situación – no entendemos ese mal sabor que nos queda; si es fruto de sentir que hemos sido utilizados y manipulados o si la democracia es esto, que nos induzcan las broncas y nos roben los aplausos.
Sería saludable que en vez de que se manipularan las voluntades de los ciudadanos para acompañar procesos conflictivos, los gobiernos pudieran dedicarse a resolver conflictos con mayor diplomacia y a no quitarse esa responsabilidad de arriba.
Hugo Chávez “congeló” relaciones con Colombia y ordenó la salida de su embajador por las denuncias de Colombia sobre el pedido de explicaciones de la posible venta de armas suecas en poder de Venezuela a las FARC. Seguramente la medida será recíproca, como la que se reciprocaron anteriormente Ecuador y Colombia por la incursión colombiana en territorio ecuatoriano para aniquilar un campamente guerrillero y las medidas similares entre Bolivia - EUA y Venezuela – EUA ante denuncias de injerencia de la DEA y la CIA en esos países.
Generalmente este corte de relaciones va seguido con grandes campañas propagandísticas con discursos que exaltan el nacionalismo, exacerbándose así las pasiones y las diferencias. De esta forma, los ciudadanos quedamos cada vez más atrapados en una tela araña polarizadora creada por los políticos de la que no es muy fácil escapar. Hasta que reaparecen luego dos políticos o dos presidentes – los mismos que antes se pelearon – se dan dos palmadas, firman un acuerdo nuevo de entendimiento, hablan de las bondades de la democracia, del entendimiento político y de un montón de cosas más bonitas para lo que piden que aplaudamos.
Mientras aplaudimos – medio inseguros pero obligados por la situación – no entendemos ese mal sabor que nos queda; si es fruto de sentir que hemos sido utilizados y manipulados o si la democracia es esto, que nos induzcan las broncas y nos roben los aplausos.
Sería saludable que en vez de que se manipularan las voluntades de los ciudadanos para acompañar procesos conflictivos, los gobiernos pudieran dedicarse a resolver conflictos con mayor diplomacia y a no quitarse esa responsabilidad de arriba.
julio 27, 2009
Las FARC están en todos lados
En Honduras pareciera que las FARC tampoco estarían ausentes, si es verdad el descubrimiento por parte de la policía hondureña de una libreta en la que se da cuenta sobre dineros entregados a partidarios de Manuel Zelaya.
No es descabellado pensar que las narco guerrillas colombianas FARC estén dando su apoyo en este conflicto. Las FARC que se juzgan como un estado pero que hacen todo a las escondidas como una guerrilla para no perjudicar a los países que la apoyan, como Venezuela, Cuba, Nicaragua, Ecuador y Bolivia, debería dar muchas explicaciones sobre su actitud de desestabilización.
Rafael Correa vive desacreditando al gobierno de Alvaro Uribe, pero es sobre él a quien los dirigentes de las FARC se refieren en un video sobre que le dieron dinero para su campaña electoral. Hugo Chávez dice que su gobierno no respalda a las FARC, pero los lanzacohetes suecos decomisados a los guerrilleros después de un ataque en la selva coinciden – según el número de serie otorgado por el gobierno sueco – con los que Suecia vendió a Venezuela. Dentro de todo, el más honesto es Daniel Ortega, quien siempre ha ponderado públicamente a las FARC.
Estos episodios ponen en duda que Colombia esté fácilmente ganando su batalla contra las FARC. El apoyo externo que las FARC están recibiendo, la retroalimentación que hacen de sus narco dólares y el aumento de los cultivos para la producción de drogas, hacen prever que las fuerzas públicas de Colombia tendrán que hacer esfuerzos superlativos para derrotar a las narco guerrillas.
No es descabellado pensar que las narco guerrillas colombianas FARC estén dando su apoyo en este conflicto. Las FARC que se juzgan como un estado pero que hacen todo a las escondidas como una guerrilla para no perjudicar a los países que la apoyan, como Venezuela, Cuba, Nicaragua, Ecuador y Bolivia, debería dar muchas explicaciones sobre su actitud de desestabilización.
Rafael Correa vive desacreditando al gobierno de Alvaro Uribe, pero es sobre él a quien los dirigentes de las FARC se refieren en un video sobre que le dieron dinero para su campaña electoral. Hugo Chávez dice que su gobierno no respalda a las FARC, pero los lanzacohetes suecos decomisados a los guerrilleros después de un ataque en la selva coinciden – según el número de serie otorgado por el gobierno sueco – con los que Suecia vendió a Venezuela. Dentro de todo, el más honesto es Daniel Ortega, quien siempre ha ponderado públicamente a las FARC.
Estos episodios ponen en duda que Colombia esté fácilmente ganando su batalla contra las FARC. El apoyo externo que las FARC están recibiendo, la retroalimentación que hacen de sus narco dólares y el aumento de los cultivos para la producción de drogas, hacen prever que las fuerzas públicas de Colombia tendrán que hacer esfuerzos superlativos para derrotar a las narco guerrillas.
julio 25, 2009
Palabras irresponsables
¿Tiene un presidente los mismos derechos que un ciudadano para expresar sus opiniones y argumentos? Claro que sí. ¿Y para decir lo que se le antoja, burlarse o insultar a otros? Por supuesto que no.
En materia de libertad de expresión, por su envergadura pública y debido a las consecuencias que sus pronunciamientos pueden acarrear, un presidente tiene más restricciones y responsabilidades que una persona normal y corriente. Así como sus acciones están limitadas – no puede declarar la guerra o irse de viaje al extranjero sin la aprobación del Congreso – también lo están sus palabras.
Pero no lo sienten así muchos presidentes latinoamericanos, demostrándolo con sus constantes dichos sarcásticos, desafiantes y burlones. Estas actitudes provocan en algunos cierta autocensura, en otros una retórica vengativa, a la vez que pueden estimular violencia.
Uno de esos presidentes es Rafael Correa, quien en su última alocución semanal, y tras ser criticado por burlarse de los medios de comunicación y desacreditar a los periodistas en su espacio sabatino, “La libertad de expresión ya es de todos”, retó a los ecuatorianos a que le escriban a info@elciudadano.gov.ec, para saber si “tiene algo de malo” emitir su informe semanal a la ciudadanía.
Correa desvirtuó la pregunta y cometió dos errores. Primero, la crítica no era sobre el espacio y el hecho de informar, sino sobre sus adjetivados insultos contra quienes dan noticias y opiniones que no le favorecen. Segundo, un mandatario no tiene la potestad de elegir si dar o no información, sino la obligación legal y moral de hacerlo.
Hablar u opinar no es necesariamente informar. Correa, Hugo Chávez, Cristina de Kirchner, Evo Morales y, entre otros, Daniel Ortega, quienes prefieren hablar en cadenas nacionales, espacios propios de medios privados y estatales, mítines políticos y actos públicos o través de spots y publicidades, lo que generan no es información, sino comunicación de una sola vía. Pura propaganda.
El acto de informar dentro de la administración gubernamental democrática, tiene otros ingredientes esenciales, como la transparencia que garantiza y obliga una ley de acceso a la información pública, la argumentación que se fragua en el debate de las ideas con la oposición y el cuestionamiento que se alcanza en conferencias de prensa y entrevistas periodísticas. Aspectos éstos, muy ausentes en los gobiernos mencionados.
Evidenciado por sus prédicas contra quienes los critican, muchos presidentes no admiten que como funcionarios renuncian a privilegios de privacidad, asumen restricciones y deben estar más expuestos a la crítica y a la fiscalización pública. Da la impresión que manejan la función pública como patrones de estancia, creyendo que se les dio un país en usufructo, cuando lo único que legitiman las elecciones es la gerencia temporal de los bienes del Estado, actividad que infiere tres valores: eficiencia, honestidad y transparencia.
El presidente Chávez inauguró hace 10 años este estilo discursivo de gobernar, en el que usa como arma a la retórica para atacar y degradar a cualquier tipo de adversario. Esa arenga, además de conseguir titulares, tiene dos riesgos, desalienta el debate por la autocensura que genera en el desacreditado, mientras que instiga a los partidarios a la violencia. Sus declaraciones recientes sobre Honduras, infiriendo insurrección, guerra civil y militarización, prueban que sus palabras tienen la intención de profundizar, más que de solucionar la crisis.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en varias disputas entre periodistas y el estado venezolano, falló que los funcionarios públicos tienen mayores responsabilidades en cuanto a sus pronunciamientos, ya que los dichos hostiles pueden exacerbar la intolerancia y animadversión, y “constituir formas de injerencia directa o indirecta o presión lesiva en los derechos de quienes pretenden contribuir a la deliberación pública mediante la expresión”. La Corte señaló que las restricciones a los dichos de los funcionarios, deben ser mayores en situaciones de conflictividad social, ante el peligro de que los riesgos puedan potenciarse.
Lamentablemente, estos fallos no fueron acatados ni aprendidos. La polarización extrema que hoy se vive en Latinoamérica, no se debe tanto a la diferencia entre modelos políticos, sino al antagonismo de las palabras, dichas por presidentes irresponsables que no se comportan a la altura de su investidura, sino más bien, como agitadores de barricada.
En materia de libertad de expresión, por su envergadura pública y debido a las consecuencias que sus pronunciamientos pueden acarrear, un presidente tiene más restricciones y responsabilidades que una persona normal y corriente. Así como sus acciones están limitadas – no puede declarar la guerra o irse de viaje al extranjero sin la aprobación del Congreso – también lo están sus palabras.
Pero no lo sienten así muchos presidentes latinoamericanos, demostrándolo con sus constantes dichos sarcásticos, desafiantes y burlones. Estas actitudes provocan en algunos cierta autocensura, en otros una retórica vengativa, a la vez que pueden estimular violencia.
Uno de esos presidentes es Rafael Correa, quien en su última alocución semanal, y tras ser criticado por burlarse de los medios de comunicación y desacreditar a los periodistas en su espacio sabatino, “La libertad de expresión ya es de todos”, retó a los ecuatorianos a que le escriban a info@elciudadano.gov.ec, para saber si “tiene algo de malo” emitir su informe semanal a la ciudadanía.
Correa desvirtuó la pregunta y cometió dos errores. Primero, la crítica no era sobre el espacio y el hecho de informar, sino sobre sus adjetivados insultos contra quienes dan noticias y opiniones que no le favorecen. Segundo, un mandatario no tiene la potestad de elegir si dar o no información, sino la obligación legal y moral de hacerlo.
Hablar u opinar no es necesariamente informar. Correa, Hugo Chávez, Cristina de Kirchner, Evo Morales y, entre otros, Daniel Ortega, quienes prefieren hablar en cadenas nacionales, espacios propios de medios privados y estatales, mítines políticos y actos públicos o través de spots y publicidades, lo que generan no es información, sino comunicación de una sola vía. Pura propaganda.
El acto de informar dentro de la administración gubernamental democrática, tiene otros ingredientes esenciales, como la transparencia que garantiza y obliga una ley de acceso a la información pública, la argumentación que se fragua en el debate de las ideas con la oposición y el cuestionamiento que se alcanza en conferencias de prensa y entrevistas periodísticas. Aspectos éstos, muy ausentes en los gobiernos mencionados.
Evidenciado por sus prédicas contra quienes los critican, muchos presidentes no admiten que como funcionarios renuncian a privilegios de privacidad, asumen restricciones y deben estar más expuestos a la crítica y a la fiscalización pública. Da la impresión que manejan la función pública como patrones de estancia, creyendo que se les dio un país en usufructo, cuando lo único que legitiman las elecciones es la gerencia temporal de los bienes del Estado, actividad que infiere tres valores: eficiencia, honestidad y transparencia.
El presidente Chávez inauguró hace 10 años este estilo discursivo de gobernar, en el que usa como arma a la retórica para atacar y degradar a cualquier tipo de adversario. Esa arenga, además de conseguir titulares, tiene dos riesgos, desalienta el debate por la autocensura que genera en el desacreditado, mientras que instiga a los partidarios a la violencia. Sus declaraciones recientes sobre Honduras, infiriendo insurrección, guerra civil y militarización, prueban que sus palabras tienen la intención de profundizar, más que de solucionar la crisis.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en varias disputas entre periodistas y el estado venezolano, falló que los funcionarios públicos tienen mayores responsabilidades en cuanto a sus pronunciamientos, ya que los dichos hostiles pueden exacerbar la intolerancia y animadversión, y “constituir formas de injerencia directa o indirecta o presión lesiva en los derechos de quienes pretenden contribuir a la deliberación pública mediante la expresión”. La Corte señaló que las restricciones a los dichos de los funcionarios, deben ser mayores en situaciones de conflictividad social, ante el peligro de que los riesgos puedan potenciarse.
Lamentablemente, estos fallos no fueron acatados ni aprendidos. La polarización extrema que hoy se vive en Latinoamérica, no se debe tanto a la diferencia entre modelos políticos, sino al antagonismo de las palabras, dichas por presidentes irresponsables que no se comportan a la altura de su investidura, sino más bien, como agitadores de barricada.
¿Por qué? ¿Para qué?
Vaya a saber uno la estrategia de Manuel Zelaya para entrar a suelo hondureño por quince minutos. Desafiante al fin, no fue rodeado masivamente y los militares no bajaron sus fusiles como había pronosticado. No ganó mucho que digamos, quedó mal internacionalmente, acusado de terco e imprudente y, aún más, de ridículo, por haber sido acompañado en la caravana, por nada más ni nada menos que el canciller venezolano.
Hugo Chávez quien dice que nadie puede ser injerencista, a excepción de él, y quien se toma la libertad para insultar y acusar a medio mundo, debe haber tenido alguna razón muy fuerte para asesorar a Zelaya para que finalmente cumpla con su propósito de entrar a Honduras. Pero las preguntas quedan flotando: ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Era necesario el desafío? ¿Era necesario el desafío? Si entrara a la fuerza, ¿no será que la comunidad internacional no lo aceptaría tampoco a él?
Zelaya tiene ahora el compromiso de llegar este martes a Washington y se presume que ya sabe que el único camino que le queda hacia la Presidencia es aceptar la propuesta de Oscar Arias de que se adelanten las elecciones un mes y que desista absolutamente de cualquier intento de reforma constitucional. Roberto Micheletti no se ha pronunciado sobre esta última parte de la negociación y pudiera ser la única vía de solución que se avizora en este momento.
¿Cuánto presionará Washington para que esto suceda? ¿Se están midiendo fuerzas con la retórica diplomacia venezolana, para taparle la boca a Chávez y dejarlo en ridículo acusando a EE.UU. de haber estado tras el golpe de Estado? ¿Si finalmente hay un arreglo, como estos dos gobiernos, quede quien quede, convencerá a sus seguidores de que se está haciendo lo correcto para calmar las aguas?
Hugo Chávez quien dice que nadie puede ser injerencista, a excepción de él, y quien se toma la libertad para insultar y acusar a medio mundo, debe haber tenido alguna razón muy fuerte para asesorar a Zelaya para que finalmente cumpla con su propósito de entrar a Honduras. Pero las preguntas quedan flotando: ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Era necesario el desafío? ¿Era necesario el desafío? Si entrara a la fuerza, ¿no será que la comunidad internacional no lo aceptaría tampoco a él?
Zelaya tiene ahora el compromiso de llegar este martes a Washington y se presume que ya sabe que el único camino que le queda hacia la Presidencia es aceptar la propuesta de Oscar Arias de que se adelanten las elecciones un mes y que desista absolutamente de cualquier intento de reforma constitucional. Roberto Micheletti no se ha pronunciado sobre esta última parte de la negociación y pudiera ser la única vía de solución que se avizora en este momento.
¿Cuánto presionará Washington para que esto suceda? ¿Se están midiendo fuerzas con la retórica diplomacia venezolana, para taparle la boca a Chávez y dejarlo en ridículo acusando a EE.UU. de haber estado tras el golpe de Estado? ¿Si finalmente hay un arreglo, como estos dos gobiernos, quede quien quede, convencerá a sus seguidores de que se está haciendo lo correcto para calmar las aguas?
julio 24, 2009
Chávez y su militarización
El presidente Hugo Chávez, aprovecha cada oportunidad para militarizar más a su país y producir un excesivo desbalance de fuerzas armadas en la región.
En este momento arremetió contra Alvaro Uribe criticándolo de que está permitiendo la apertura de tres bases militares de Estados Unidos, por lo que reaccionó en contra de Colombia amenazando con que podría suspender el intercambio comercial bilateral, pero también diciendo que seguirá comprando pertrechos bélicos para defender su frontera.
La molestia de Chávez es que EE.UU. haya anclado en Colombia después de que la DEA y las embajadas estadounidenses fueran cerradas y expulsadas de Venezuela y Bolivia, y que a los militares estadounidenses no se les permitiera seguir en la base de Manta en Ecuador, obviamente, todos estos hechos motivados por él.
EE.UU. desde entonces estuvo negociando con Colombia para seguir operando en la región su proyecto antidrogas, dentro del Plan Colombia ya de varios años que le ha posibilitado a Uribe debilitar a las narco guerrillas de las FARC, las cuales tendrían el beneplácito y mantendrían relaciones con los tres gobiernos mencionados – además de Nicaragua - según videos y grabaciones que todavía siguen saliendo a la luz, desde la incursión militar colombiana en Ecuador el año pasado.
Chávez enfurecido en su Aló Presidente dijo que “nosotros no vamos a agredir a nadie… ni a Honduras ni a nadie” (sugestiva declaración después de que insistió con el envío de tropas al país centroamericano de ser necesario para apoyar la restitución de Manuel Zelaya o el derrocamiento de Roberto Micheletti) y anunció que rearmará su frontera con Colombia duplicando la fuerza de tanques que adquirirá en Rusia. Ya en este país, Chávez compró 100.000 fusiles, 53 helicópteros y 24 aviones, además de acuerdos militares que permitieron a una flotilla rusa desplegarse por el Caribe y el Atlántico americano, en un desafío antiamericano al mejor estilo guerra fría.
A diferencia de la denuncia de Chávez sobre la apertura de bases militares, las autoridades de EE.UU y Colombia explicaron que están a punto de firmar un acuerdo por 10 años para que los militares estadounidenses tengan acceso a instalaciones operadas por Colombia.
Chávez no pierde ninguna oportunidad para seguir expandiendo su poderío bélico, a excepción de las fuertes recriminaciones que por ese motivo recibe de su vecino Brasil, país que se viene quejando del desbalance a la paz internacional que Chávez está provocando, ya que se entiende que el presidente venezolano no acumula pertrechos para luchar contra las drogas ni las guerrillas. Obviamente, la militarización de ALBA propuesta por Evo Morales esta semana tampoco es pura casualidad.
En este momento arremetió contra Alvaro Uribe criticándolo de que está permitiendo la apertura de tres bases militares de Estados Unidos, por lo que reaccionó en contra de Colombia amenazando con que podría suspender el intercambio comercial bilateral, pero también diciendo que seguirá comprando pertrechos bélicos para defender su frontera.
La molestia de Chávez es que EE.UU. haya anclado en Colombia después de que la DEA y las embajadas estadounidenses fueran cerradas y expulsadas de Venezuela y Bolivia, y que a los militares estadounidenses no se les permitiera seguir en la base de Manta en Ecuador, obviamente, todos estos hechos motivados por él.
EE.UU. desde entonces estuvo negociando con Colombia para seguir operando en la región su proyecto antidrogas, dentro del Plan Colombia ya de varios años que le ha posibilitado a Uribe debilitar a las narco guerrillas de las FARC, las cuales tendrían el beneplácito y mantendrían relaciones con los tres gobiernos mencionados – además de Nicaragua - según videos y grabaciones que todavía siguen saliendo a la luz, desde la incursión militar colombiana en Ecuador el año pasado.
Chávez enfurecido en su Aló Presidente dijo que “nosotros no vamos a agredir a nadie… ni a Honduras ni a nadie” (sugestiva declaración después de que insistió con el envío de tropas al país centroamericano de ser necesario para apoyar la restitución de Manuel Zelaya o el derrocamiento de Roberto Micheletti) y anunció que rearmará su frontera con Colombia duplicando la fuerza de tanques que adquirirá en Rusia. Ya en este país, Chávez compró 100.000 fusiles, 53 helicópteros y 24 aviones, además de acuerdos militares que permitieron a una flotilla rusa desplegarse por el Caribe y el Atlántico americano, en un desafío antiamericano al mejor estilo guerra fría.
A diferencia de la denuncia de Chávez sobre la apertura de bases militares, las autoridades de EE.UU y Colombia explicaron que están a punto de firmar un acuerdo por 10 años para que los militares estadounidenses tengan acceso a instalaciones operadas por Colombia.
Chávez no pierde ninguna oportunidad para seguir expandiendo su poderío bélico, a excepción de las fuertes recriminaciones que por ese motivo recibe de su vecino Brasil, país que se viene quejando del desbalance a la paz internacional que Chávez está provocando, ya que se entiende que el presidente venezolano no acumula pertrechos para luchar contra las drogas ni las guerrillas. Obviamente, la militarización de ALBA propuesta por Evo Morales esta semana tampoco es pura casualidad.
julio 23, 2009
Ironía: todos a favor de Chávez
Los entuertos de la política tienen esas encerronas difíciles de resolver y destrabar como lo demuestra la crisis en Honduras. La mayor parte de la comunidad internacional – para no decir casi toda – incluyendo a los Estados Unidos y la Comunidad Europea, además de las organizaciones intergubernamentales como la OEA y la ONU, claman indirectamente a favor de Hugo Chávez (al pedir la restitución de Manuel Zelaya), a quien critican por el ahorcamiento de la democracia venezolana, por su concentración del poder, por su apoyo al narcotráfico y por interferir, con y sin el Alba, en las demás naciones latinoamericanas mediante subsidios casi extorsivos de petrodólares.
Todos saben que después de tanto mal y tantos sinsabores que le está causando a la propia comunidad internacional, la ironía del destino es que Hugo Chávez se puede recostar sobre su espalda, cruzar de brazos, dejar de hablar y esperar pasiva y en forma optimista que todo el mundo le haga el caldo gordo o el trabajo sucio, elevando su nombre a la altura de los grandes demócratas.
Todo esto, porque en Honduras hay varias verdades incontrastables y que no se pueden negar, especialmente dos: hubo golpe de Estado y hubo restitución constitucional al mismo tiempo. Un hecho atípico, novedoso, desafiante para los demócratas y para quienes no lo son tanto, ya que las dos verdades se pueden defender con la misma fuerza. De ahí la dificultad incluso moral que tiene la lectura de esta realidad. A Zelaya se lo echó porque en definitiva quiso establecer una democracia al estilo Chávez, tratando de instaurar la reelección, cuyo segundo paso sería no solo la repetición de período por período, sino la eternización en el poder al mejor estilo chavista; es decir, como en un buen estado totalitario o monárquico, la persona endiosada enquistada para siempre.
Es verdad que lo que la comunidad internacional defiende es el principio democrático, que nadie pueda ser sacado por los militares. Y cierto es también que es más difícil de sortear el caso de un presidente corrupto pero elegido en votación popular, aunque no haya respetado instancias democráticas y que esté destruyendo las democracias con elecciones fraudulentas, concentrando poder, desestabilizando o sometiendo a las demás instituciones del Estado.
El sarcasmo de esta crisis es que quienes de fondo desechan, descartan y reniegan del estilo Chávez, tal el caso de los Estados Unidos; de forma o para guardar las apariencias lo deben sostener, defender y hasta promover mediante el pedido de que Manuel Zelaya sea restituido al sillón presidencial.
¿Qué está bien o qué está mal? se dilucidará en estos días. Mientras tanto, la ironía es mayúscula. Apoyar a Chávez no es justamente hacerlo por la democracia.
Todos saben que después de tanto mal y tantos sinsabores que le está causando a la propia comunidad internacional, la ironía del destino es que Hugo Chávez se puede recostar sobre su espalda, cruzar de brazos, dejar de hablar y esperar pasiva y en forma optimista que todo el mundo le haga el caldo gordo o el trabajo sucio, elevando su nombre a la altura de los grandes demócratas.
Todo esto, porque en Honduras hay varias verdades incontrastables y que no se pueden negar, especialmente dos: hubo golpe de Estado y hubo restitución constitucional al mismo tiempo. Un hecho atípico, novedoso, desafiante para los demócratas y para quienes no lo son tanto, ya que las dos verdades se pueden defender con la misma fuerza. De ahí la dificultad incluso moral que tiene la lectura de esta realidad. A Zelaya se lo echó porque en definitiva quiso establecer una democracia al estilo Chávez, tratando de instaurar la reelección, cuyo segundo paso sería no solo la repetición de período por período, sino la eternización en el poder al mejor estilo chavista; es decir, como en un buen estado totalitario o monárquico, la persona endiosada enquistada para siempre.
Es verdad que lo que la comunidad internacional defiende es el principio democrático, que nadie pueda ser sacado por los militares. Y cierto es también que es más difícil de sortear el caso de un presidente corrupto pero elegido en votación popular, aunque no haya respetado instancias democráticas y que esté destruyendo las democracias con elecciones fraudulentas, concentrando poder, desestabilizando o sometiendo a las demás instituciones del Estado.
El sarcasmo de esta crisis es que quienes de fondo desechan, descartan y reniegan del estilo Chávez, tal el caso de los Estados Unidos; de forma o para guardar las apariencias lo deben sostener, defender y hasta promover mediante el pedido de que Manuel Zelaya sea restituido al sillón presidencial.
¿Qué está bien o qué está mal? se dilucidará en estos días. Mientras tanto, la ironía es mayúscula. Apoyar a Chávez no es justamente hacerlo por la democracia.
julio 22, 2009
Desvergüenza re-electoral
Como se sospechaba y el “orteguismo” lo venía pregonando a los cuatro vientos, especialmente a través de los labios de Rosario Murillo, Daniel Ortega no aguantó más y lanzó oficialmente su propuesta por una reforma constitucional que le permita la reelección presidencial para los comicios del 2011.
Un desafío social y hasta diría internacional, justo en el momento en que la “cuarta urna” que buscaba Manuel Zelaya fue el episodio desencadenante de una de las crisis políticas más profundas de los últimos años.
Pero es más que todo un desafío a la desfachatez y a la desvergüenza porque justamente lo que muestran los casos de reelecciones ya conseguidas es que son mecanismos para concentrar poder, hacerse adicto y perpetuarse en él. Los ingenuos pueden aducir que la reelección no es automáticamente una forma de “atornillarse” en la silla presidencial, sino permitir igualdad de condiciones a un presidente para que pueda postularse y seguir su proyecto, siempre y cuando el pueblo soberano le de el beneficio de los votos, pueblo que muchas veces es engañado sobre la base de votos cambiados, comprados y fraudulentos.
Pero eso puede suceder en cualquier otra parte del mundo, quizás, pero no en América Latina, donde las reelecciones pueden llegar a ser eternas como en el caso de Hugo Chávez, y como seguramente los estarán buscando las presidencias de Ecuador y Bolivia. Nicaragua irá camino a eso, porque Daniel Ortega ya ha demostrado, con las elecciones de noviembre pasado, que está dispuesto a todo con tal de concentrar el poder y ganarlo a costa de cualquier artimaña. El fraude espectacular cometido en noviembre no tiene muchos parangones.
Sin lugar a dudas, no se puede dejar de sospechar que con la posibilidad de la reelección Ortega seguiría cometiendo fraudes con tal de seguir concentrando poder. Tiene, además, un ejemplo muy grande de dónde aprender.
Un desafío social y hasta diría internacional, justo en el momento en que la “cuarta urna” que buscaba Manuel Zelaya fue el episodio desencadenante de una de las crisis políticas más profundas de los últimos años.
Pero es más que todo un desafío a la desfachatez y a la desvergüenza porque justamente lo que muestran los casos de reelecciones ya conseguidas es que son mecanismos para concentrar poder, hacerse adicto y perpetuarse en él. Los ingenuos pueden aducir que la reelección no es automáticamente una forma de “atornillarse” en la silla presidencial, sino permitir igualdad de condiciones a un presidente para que pueda postularse y seguir su proyecto, siempre y cuando el pueblo soberano le de el beneficio de los votos, pueblo que muchas veces es engañado sobre la base de votos cambiados, comprados y fraudulentos.
Pero eso puede suceder en cualquier otra parte del mundo, quizás, pero no en América Latina, donde las reelecciones pueden llegar a ser eternas como en el caso de Hugo Chávez, y como seguramente los estarán buscando las presidencias de Ecuador y Bolivia. Nicaragua irá camino a eso, porque Daniel Ortega ya ha demostrado, con las elecciones de noviembre pasado, que está dispuesto a todo con tal de concentrar el poder y ganarlo a costa de cualquier artimaña. El fraude espectacular cometido en noviembre no tiene muchos parangones.
Sin lugar a dudas, no se puede dejar de sospechar que con la posibilidad de la reelección Ortega seguiría cometiendo fraudes con tal de seguir concentrando poder. Tiene, además, un ejemplo muy grande de dónde aprender.
julio 21, 2009
Luna y Marte: lecciones (Parte 1)
En este cuadragésimo aniversario de la conquista de la Luna quiero reflexionar sobre uno de los acontecimientos más importantes de la humanidad. No sólo se trató de la llegada del Hombre a la Luna aquel 20 de julio de 1969, sino de demostrar que nada es imposible cuando el conocimiento (la ciencia y la experiencia) y la voluntad (el espíritu y el trabajo) se alinean para alcanzar un objetivo común.
De la decisión adoptada por Estados Unidos para llegar a la Luna a través de la determinación de John Kennedy y del objetivo planteado luego por George Bush de mirar más allá todavía, se desprenden grandes lecciones sobre la grandeza de un país fundamentada en una serie de valores y objetivos que sobrepasan épocas y gobiernos.
(Dividé este post en dos partes)
Recuerdo que estaba en la habitación de un hotel en Barquisimeto, Venezuela, y como de costumbre, seguía haciendo zapping entre los noticieros locales. El objetivo era encontrar puntos de referencia que me permitieran enfocar mejor la conferencia que daría al día siguiente en la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado.
La charla que tenía que dar era sobre Periodismo y Tecnología, e intuía que sería difícil encontrar algún elemento de aterrizaje. Así que despreocupado por el resultado, y mientras revisaba los apuntes, jugaba con el control remoto hasta que encontré en CNN una pieza espléndida. Estaban reproduciendo partes del discurso del presidente de los Estados Unidos, George Bush, que el 14 de enero del 2004 había dedicado a la exploración espacial.
Confieso que mi primera reacción fue de incredulidad y de escepticismo, valores que creo los periodistas aprendemos en alto porcentaje a lo largo de nuestro oficio. Digo de incredulidad porque en los titulares que corrían debajo de la pantalla decía algo así como: “Bush promete que Estados Unidos llegará a la luna para el 2020”. Por unos momentos quedé sorprendido y en segundos tuve que esforzarme mentalmente para barajar varias posibilidades: primero, era una broma de Bush, aunque no estábamos en la inocentada del 28 de diciembre; segundo, este tipo se había vuelto loco ya que llegar a la luna después de que su propio país le había ganado la carrera a la Unión Soviética en 1969 era algo raro; o, tercero, me tenía que cambiar de cuarto porque el televisor estaba dañado.
No podía creer lo que estaba escuchando. El episodio me trajo a la memoria una escena fabulosa de la película (Dumb and Dumber), cuando Jim Carrey después de horas infructuosas de esperar en la barra de un bar a la mujer que lo había deslumbrado, decide irse y antes de cruzar el umbral de la puerta ve la primera página enmarcada de un diario colgada a la pared con el anuncio sobre la pisada de Neil Amstrong en la Luna, se da vuelta y con la cara de tonto rematada por un flequillo desprolijo y sin advertir que el poster ya tenía más de 30 años de colgado, Dumb grita: “El hombre llegó a la Luna”.
Pero este no era el caso. A medida que miraba CNN me fui dando cuenta que todo era mucho más serio de lo que pensaba. Uno puede tener sus diferencias con las políticas que aplicó Bush en cualquier dirección, pero en ese discurso encontré algo fascinante y novedoso. Bush estaba trazando objetivos nacionales a 20 años y pidiéndole al Congreso que lo respaldara con los fondos necesarios para su nuevo programa espacial que ni siquiera lo tendría a él en la Casa Blanca.
En esta época que un político hable de objetivos a 20 años me pareció realmente impactante. Las elecciones es cierto que son el hito más espléndido que tiene la democracia, pero cierto es también que son las vallas que retienen a los políticos de hacer planes más allá de los cuatro, cinco o seis años que dura el período electoral. Incluso ni los periodistas ni la gente común tenemos la expectativa de escuchar lo que sucederá en 20 años o los beneficios que tendrán generaciones futuras. Casi todos estamos enfrascados en un proceso muy acelerado en que todo se mide por los resultados que se producen de un día para el otro. Y todos... a todo... lo queremos ya. Solo basta pensar en las expectativas de urgencias y la desvirtuación de la paciencia que nos ha creado el correo electrónico, los chat romos y las redes sociales.
El discurso de Bush fue todo fascinante y arroja una gran enseñanza práctica sobre estrategia, planificación, objetivos, propósito y visión aspectos que me parecen fundamentales para tenerlos en cuenta.
Ir a la Luna, aunque sea por segunda vez, y a Marte, debemos admitir que no es cosa fácil ni de todos los días. Era necesario entonces apelar a la visión de país y sus valores, el por qué de la cosa. Explicar en forma detallada como se alcanzaría esa meta y mediante que objetivos, el cómo. Y demostrar que logrando resultados tangibles y concretos se justifique el esfuerzo, el para qué. Y Bush lo fue desgranando en forma muy hábil y estratégica.
Apeló primero a la memoria colectiva y a los valores de su país. “Escogimos explorar el espacio porque haciédolo mejora nuestras vidas y realza nuestro espíritu nacional”. Justificó su pedido remarcando el propósito implícito en el pueblo estadounidense diciendo que “el deseo de explorar y entender es parte de nuestra personalidad”.
Los valores de liderazgo, competititvidad, ética de trabajo, espíritu de unidad nacional, creatividad, los fue desgranando a lo largo de todo su discurso fundamentando el por qué de esta nueva visión.
En su discurso Bush mostró bien que para alcanzar cualquier objetivo es necesario estar fundamentado en los valores esenciales y visualizar o hacer visualizar los resultados a alcanzar, de tal forma que éstos se conviertan en los objetivos comunes y medibles. Visualizó el resultado mostrando lo que ya el país había conseguido con etapas anteriores en materia de innovaciones y grandes avances para la medicina, para las comunicaciones, meteorología, la industria aeronáutica y nuevas tecnologías en general. La exploración espacial “nos ha traído beneficios tangibles que han mejorado nuestras vidas de innumerables maneras”.
“La visión que he delineado hoy es un viaje, no una carrera, y convoco a otras naciones a unísernos en este viaje, en el espíritu de cooperación y amistad”, dijo Bush.
En esa frase Bush trató de diferenciarse de John F. Kennedy al mostrar una nueva visión de país enfrascado no en una carrera de tipo armamentista sino de cooperación internacional. Los objetivos de Kennedy ante el Congreso el 25 de mayo de 1961 fueron distintos ya que estableció como primera meta llegar con un hombre a la Luna y traerlo de regreso en forma segura antes del término de la década, con lo que prentendía ganar la carrera espacial a la Unión Soviética, su máximo contendor durante la Guerra Fría.
De la misma forma que Bush aunque evidenciando los problemas históricos de la década de 1960, Kennedy apeló a los valores de la democracia y la libertad pero con diferente estrategia.
En 1961 Kennedy exhortó también a su pueblo fundamentándose sobre la base de los valores intrínsecos de la democracia para demostrar la diferencia entre el lidarazgo bueno y el malo, la bondad y la maldad (evil) lo que dejó concretado con una frase sin equívocos: “a ganar la batalla que se está desarrollando ahora alrededor del mundo entre la libertad y la tiranía”.
De la decisión adoptada por Estados Unidos para llegar a la Luna a través de la determinación de John Kennedy y del objetivo planteado luego por George Bush de mirar más allá todavía, se desprenden grandes lecciones sobre la grandeza de un país fundamentada en una serie de valores y objetivos que sobrepasan épocas y gobiernos.
(Dividé este post en dos partes)
Recuerdo que estaba en la habitación de un hotel en Barquisimeto, Venezuela, y como de costumbre, seguía haciendo zapping entre los noticieros locales. El objetivo era encontrar puntos de referencia que me permitieran enfocar mejor la conferencia que daría al día siguiente en la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado.
La charla que tenía que dar era sobre Periodismo y Tecnología, e intuía que sería difícil encontrar algún elemento de aterrizaje. Así que despreocupado por el resultado, y mientras revisaba los apuntes, jugaba con el control remoto hasta que encontré en CNN una pieza espléndida. Estaban reproduciendo partes del discurso del presidente de los Estados Unidos, George Bush, que el 14 de enero del 2004 había dedicado a la exploración espacial.
Confieso que mi primera reacción fue de incredulidad y de escepticismo, valores que creo los periodistas aprendemos en alto porcentaje a lo largo de nuestro oficio. Digo de incredulidad porque en los titulares que corrían debajo de la pantalla decía algo así como: “Bush promete que Estados Unidos llegará a la luna para el 2020”. Por unos momentos quedé sorprendido y en segundos tuve que esforzarme mentalmente para barajar varias posibilidades: primero, era una broma de Bush, aunque no estábamos en la inocentada del 28 de diciembre; segundo, este tipo se había vuelto loco ya que llegar a la luna después de que su propio país le había ganado la carrera a la Unión Soviética en 1969 era algo raro; o, tercero, me tenía que cambiar de cuarto porque el televisor estaba dañado.
No podía creer lo que estaba escuchando. El episodio me trajo a la memoria una escena fabulosa de la película (Dumb and Dumber), cuando Jim Carrey después de horas infructuosas de esperar en la barra de un bar a la mujer que lo había deslumbrado, decide irse y antes de cruzar el umbral de la puerta ve la primera página enmarcada de un diario colgada a la pared con el anuncio sobre la pisada de Neil Amstrong en la Luna, se da vuelta y con la cara de tonto rematada por un flequillo desprolijo y sin advertir que el poster ya tenía más de 30 años de colgado, Dumb grita: “El hombre llegó a la Luna”.
Pero este no era el caso. A medida que miraba CNN me fui dando cuenta que todo era mucho más serio de lo que pensaba. Uno puede tener sus diferencias con las políticas que aplicó Bush en cualquier dirección, pero en ese discurso encontré algo fascinante y novedoso. Bush estaba trazando objetivos nacionales a 20 años y pidiéndole al Congreso que lo respaldara con los fondos necesarios para su nuevo programa espacial que ni siquiera lo tendría a él en la Casa Blanca.
En esta época que un político hable de objetivos a 20 años me pareció realmente impactante. Las elecciones es cierto que son el hito más espléndido que tiene la democracia, pero cierto es también que son las vallas que retienen a los políticos de hacer planes más allá de los cuatro, cinco o seis años que dura el período electoral. Incluso ni los periodistas ni la gente común tenemos la expectativa de escuchar lo que sucederá en 20 años o los beneficios que tendrán generaciones futuras. Casi todos estamos enfrascados en un proceso muy acelerado en que todo se mide por los resultados que se producen de un día para el otro. Y todos... a todo... lo queremos ya. Solo basta pensar en las expectativas de urgencias y la desvirtuación de la paciencia que nos ha creado el correo electrónico, los chat romos y las redes sociales.
El discurso de Bush fue todo fascinante y arroja una gran enseñanza práctica sobre estrategia, planificación, objetivos, propósito y visión aspectos que me parecen fundamentales para tenerlos en cuenta.
Ir a la Luna, aunque sea por segunda vez, y a Marte, debemos admitir que no es cosa fácil ni de todos los días. Era necesario entonces apelar a la visión de país y sus valores, el por qué de la cosa. Explicar en forma detallada como se alcanzaría esa meta y mediante que objetivos, el cómo. Y demostrar que logrando resultados tangibles y concretos se justifique el esfuerzo, el para qué. Y Bush lo fue desgranando en forma muy hábil y estratégica.
Apeló primero a la memoria colectiva y a los valores de su país. “Escogimos explorar el espacio porque haciédolo mejora nuestras vidas y realza nuestro espíritu nacional”. Justificó su pedido remarcando el propósito implícito en el pueblo estadounidense diciendo que “el deseo de explorar y entender es parte de nuestra personalidad”.
Los valores de liderazgo, competititvidad, ética de trabajo, espíritu de unidad nacional, creatividad, los fue desgranando a lo largo de todo su discurso fundamentando el por qué de esta nueva visión.
En su discurso Bush mostró bien que para alcanzar cualquier objetivo es necesario estar fundamentado en los valores esenciales y visualizar o hacer visualizar los resultados a alcanzar, de tal forma que éstos se conviertan en los objetivos comunes y medibles. Visualizó el resultado mostrando lo que ya el país había conseguido con etapas anteriores en materia de innovaciones y grandes avances para la medicina, para las comunicaciones, meteorología, la industria aeronáutica y nuevas tecnologías en general. La exploración espacial “nos ha traído beneficios tangibles que han mejorado nuestras vidas de innumerables maneras”.
“La visión que he delineado hoy es un viaje, no una carrera, y convoco a otras naciones a unísernos en este viaje, en el espíritu de cooperación y amistad”, dijo Bush.
En esa frase Bush trató de diferenciarse de John F. Kennedy al mostrar una nueva visión de país enfrascado no en una carrera de tipo armamentista sino de cooperación internacional. Los objetivos de Kennedy ante el Congreso el 25 de mayo de 1961 fueron distintos ya que estableció como primera meta llegar con un hombre a la Luna y traerlo de regreso en forma segura antes del término de la década, con lo que prentendía ganar la carrera espacial a la Unión Soviética, su máximo contendor durante la Guerra Fría.
De la misma forma que Bush aunque evidenciando los problemas históricos de la década de 1960, Kennedy apeló a los valores de la democracia y la libertad pero con diferente estrategia.
En 1961 Kennedy exhortó también a su pueblo fundamentándose sobre la base de los valores intrínsecos de la democracia para demostrar la diferencia entre el lidarazgo bueno y el malo, la bondad y la maldad (evil) lo que dejó concretado con una frase sin equívocos: “a ganar la batalla que se está desarrollando ahora alrededor del mundo entre la libertad y la tiranía”.
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