Cultivar valores humanos en tiempos de algoritmos. Una nueva disciplina promete que la ética deje de ser una instrucción externa para convertirse en una arquitectura interna visible, desafiando así el histórico hermetismo de la "caja negra" de la IA.
Miami – 2 de octubre de 2025 (Ensayo paralelo a mi
novela “Robots con Alma: atrapados entre la verdad y la libertad”).
Le pedimos que
nos guíe en el tráfico, que traduzca idiomas desconocidos y que redacte correos
o informes que luego defendemos como propios. Aceptamos incluso sus
alucinaciones como verdades, la consultamos por una erupción en la piel, por el
“mal de ojo” o por nuestro futuro económico. Y hasta nos sorprende que nuestros
hijos conversen con ella como si fuese un amigo más.
La Inteligencia Artificial Generativa (IAG) se volvió
una presencia cotidiana, un copiloto al que cedimos el volante de nuestra vida con
entusiasmo y miedo a la vez, porque no comprendemos del todo a qué nos
exponemos. Su expresión más visible son los Modelos de Lenguaje de Gran Escala
(LLM), como ChatGPT, Gemini o Copilot, capaces de redactar, responder preguntas,
traducir y actuar como consejeros o confesores.
Ese temor alimenta debates en universidades, en juntas
de desarrolladores y en parlamentos que intentan regular una fuerza que avanza
más rápido que nuestra capacidad de comprenderla.
La conversación pública está fracturada en dos relatos.
El tecno-optimismo que promete soluciones mágicas, y el pesimismo distópico que
advierte sobre el desempleo masivo y el control algorítmico. Esas dos
corrientes entre especialistas se definen como el Altruismo Eficaz (EA, siglas
en inglés) que exige alinear la IA con valores humanos para evitar riesgos, y
el Aceleracionismo (ACC), que apuesta por desarrollar la IA sin frenos ni
pausas.
Para entender ese dilema decidí tomar distancia. Inventé un futuro en mi novela Robots con Alma: atrapados entre la verdad y la libertad para observar el presente como si ya fuera historia. En mi ficción pude concluir que la IA necesita un marco ético firme no solo para prosperar, sino para garantizar que su desarrollo sea seguro y no amenace a la humanidad.

