mayo 26, 2018

Las oscilaciones de Ecuador y Venezuela


En la política existe una marcada tendencia a los cambios bruscos de rumbo. Ese  zarandeo pendular hacia los extremos, de izquierda a derecha y viceversa, se observa nítido en las elecciones de este domingo en Colombia y las próximas en México. 

En Venezuela la oscilación hacia la izquierda todavía no ha terminado. Pese a la farsa electoral y a que pocos gobiernos reconocen su triunfo, Nicolas Maduro se ha legitimado a sí mismo. Tras el nuevo autogolpe, aparenta que seguirá en dirección hacia el modelo cubano. Ya dio varios pasos en esa dirección. Cerró el Congreso elegido por el pueblo y creó una Asamblea Constituyente de facto que legalizará cualquier reforma constitucional a su antojo.

La reforma servirá para sostener en palabras las barbaridades que el régimen comete en la práctica, como quedó demostrado en las elecciones recientes y lo advirtió el presidente colombiano Juan Manuel Santos. Proscribirá a los partidos políticos, mantendrá la hegemonía de partido oficial, conservará un Congreso decorativo, usará a la Justicia de brazo ejecutor, permitirá solo al periodismo oficial, controlará el internet y administrará las libertades de expresión, reunión, educación, alimentación, de empresa y trabajo. Venezuela será Cuba.

Que existe crisis humanitaria, inflación atrofiante, deuda impagable, corrupción impune, sanciones y expulsión de organismos multilaterales, fuga de capitales y cerebros… ¡por supuesto! Pero Maduro razona distinto: ¿Acaso Cuba no sufrió todo eso por seis décadas y todavía está ahí, mísera pero incólume; y respetada por China y Rusia, potencias que también reconocieron su triunfo?

A Maduro ya no le importa que lo califiquen de dictador, que lo aíslen o sancionen. Desatornillarlo del poder requerirá otras armas.

Otra oscilación, aunque menos brusca y en dirección contraria, la ofrece Ecuador. El presidente Lenin Moreno nombró a un nuevo ministro de Economía, el empresario Richard Martínez, liberal y alejado de la doctrina correísta que desembocó en una rampante deuda pública y en profunda corrupción.

Moreno sigue enfocado en distanciarse de Rafael Correa de quien fue su vicepresidente en el primer período de gobierno. Ordenó retirarle una onerosa custodia en Bélgica donde reside como ex presidente; lo inhabilitó para volver a la Presidencia a través de un referéndum que prohibió la reelección por más de dos períodos y lo mantiene inquieto con investigaciones sobre corrupción, con las que eliminó a varios resabios correístas del Palacio y encarceló al último vicepresidente de Correa, Jorge Glas, por recibir sobornos de Odebrecht.

Sin embargo, el golpe más duro se lo dio en estos días cuando envió al Congreso una reforma a la Ley de Comunicación, el instrumento maquiavélico creado por Correa para silenciar a los medios y a la oposición. Correa usó la figura del  “linchamiento mediático” para disciplinar a los críticos, limitar las denuncias sobre corrupción y evitar resistencias para gobernar a sus anchas.

Esta semana, ante nuestra delegación de la Sociedad Interamericana de Prensa, Moreno explicó que eliminaba la Supercom, un organismo del Poder Ejecutivo con el que a fuerza de multas abultadas y sanciones, Correa persiguió a periodistas, cerró y confiscó medios, generando autocensura. También buscará eliminar la definición constitucional de que la información es un “servicio público”, con la que el correísmo justificó la creación de esa Ley de Comunicación.

La reforma legislativa no es la panacea para el Periodismo; todavía contiene varios elementos “marca” Correa, quien creía que la información, las opiniones o el pensamiento deben ser regulados y autorizados por el Estado. La reforma no evita que el gobierno pueda seguir entrometiéndose en los contenidos, aunque no al nivel de Correa, que no permitía a los medios tener otros negocios, informar sobre desastres naturales antes que el gobierno o que multaba a los que omitían informar lo que él consideraba importante, básicamente todos sus actos públicos.

El cambio no es suficiente, pero va por buen camino. A diferencia del clima autoritario que Correa infundió en sus 10 años de gobierno, con Moreno se respira un nuevo aire que permite a Ecuador seguir oscilando hacia un sistema de mayores libertades.  trottiart@gmail.com



mayo 19, 2018

La felicidad o el lugar donde uno vive


En mi última columna - Move to Miami – dije cosas buenas y malas de vivir en esta ciudad. No aclaré que pese al futuro incierto por el calentamiento global, el tráfico o la desigualdad, no cambio a Miami por nada del mundo.

Tampoco infiero que para ser feliz hay que mudarse a Miami. A muchos no les agrada este lugar. La felicidad, en definitiva, es una cuestión de carácter individual. Es, además, temporal y escurridiza. La relación con nuestro espacio depende también de cómo apreciamos y nos relacionamos con los demás. Es decir, vivir en Miami, Paris, en la paradisíaca Punta Cana o en Salta “la linda”, puede ser tan apetecible para algunos, como vivir en el campo rodeado de pastizales para otros.

Estar en el mejor lugar de la Tierra, no es garantía de felicidad. Sin embargo, las evidencias científicas indican que la interrelación con el lugar influye en nuestra conducta, salud y calidad de vida, como lo estudia la geomedicina.

El periodista de National Geographic, Dan Beuttner, recorrió los “bolsones azules”, como definió a los paraísos de la longevidad. Los encontró en Okinawa, Japón; en la Isla de Icaria, Grecia; en la Península de Nicoya, Costa Rica, y en la italiana Cerdeña, entre otros parajes. Apuntó que la belleza natural, la tranquilidad, la dieta saludable y el ejercicio físico son componentes íntimos de la fuente de la juventud.

Para la ONU la calidad de vida en un lugar se define por los ingresos, la libertad, la confianza, la esperanza de vida, el apoyo social y la generosidad. Es decir, la felicidad depende de tener empleo, bajo nivel de inseguridad, acceso a salud, vivienda y servicios públicos, y gozar de libertades políticas y un medio ambiente limpio. Bajo esas características, su Informe de la Felicidad 2018, sitúa a Finlandia como el lugar ideal. EEUU queda en un lejano puesto 16, por debajo de Costa Rica, el país más feliz del continente americano. Más rezagados están México, Chile, Panamá, Brasil, Argentina y Colombia.

Ese índice remarca que la felicidad no es estática, “cambia… de acuerdo con la calidad de la sociedad en que vive la gente”. Así se entiende que Nicaragua, bien ubicada según las mediciones del año pasado, descenderá a los infiernos  luego de la violenta represión y muertes provocadas por el régimen de Daniel Ortega contra quienes se manifiestan por el fin de su tiranía.

La felicidad no solo está atada a la belleza. Se puede vivir en un paraje magnífico, pero si se sufre una enfermedad crónica, un clima económico inestable y contaminación, las probabilidades de ser feliz se reducen. Ciudad México o Santiago están atrapadas por la contaminación y en la linda Caracas, la escasez de agua potable y alimentos, los apagones y la inseguridad, el desmantelamiento de los hospitales y el insano clima político, conspiran contra el bienestar.

El medio ambiente y la dieta saludable y el ejercicio son propiedades que hacen a la calidad de vida, pero no son suficientes. Las cuestiones físicas necesitan alma y ahí es donde se insertan los valores espirituales, emocionales y morales.

Muchos confunden la felicidad con la alegría, el entusiasmo y el optimismo, pero muchas veces está relacionada a la superación, el sacrificio y, sobretodo, al propósito de vida. También se confunde con el tener, el éxito y la fama, aunque el cómico Robin Williams, así como muchas celebridades que se suicidaron, desmitifican esos atributos.
Al contrario, nadie puede negar la felicidad de San Francisco de Asís que se consagró a la pobreza, la de la Madre Teresa que vivió sirviendo entre leprosos, la de Ghandi que sufrió violencia por pregonar la no violencia o la de Stephen Hawking que, incapaz de mover un dedo, nos regaló haber descifrado muchos misterios del Universo. La felicidad radicaba en sus objetivos de vida.

Si se presta atención a sus entrelíneas, el Papa hace referencia continua a la felicidad física y al bienestar espiritual bajo la correlación persona-lugar-propósito. En el documental presentado en el reciente Festival de Cannes, “Papa Francisco: un hombre de palabra”, habla de alcanzar la plenitud con la vocación de servicio y el amor al prójimo, a lo que le suma sus tres principios espaciales, o de lugar, que dignifican e incentivan la felicidad del ser humano: “Tierra, techo y trabajo”. trottiart@gmail.com

mayo 12, 2018

¡Move to Miami! ¿Move to Miami?


Si uno escucha el nuevo hit de Enrique Iglesias y Pitbull no hay que pensarlo dos veces. “Ella (léase sus atributos físicos) va a hacer que te mudes a Miami” dicen convencidos, convirtiendo a esta ciudad y sus mujeres en el centro del Universo.

Lo mismo recalca la Oficina de Turismo. El área metropolitana de Miami con sus playas, museos, hospitales, casinos y shoppings outlets y de alta gama, tiene poca competencia en el mundo. En 2017, pese a un año económicamente mediocre, Miami atrajo récord de visitantes, 16 millones de turistas. Volcaron 26 billones de dólares a la economía local.

En estos días las autoridades aprobarán la construcción de un nuevo mall con cancha de sky bajo techo (de nieve, al estilo Dubai), parque acuático con submarino y kilómetros cuadrados para comercios y hoteles. Costará 4 billones, empleará a 14 mil trabajadores y atraerá 30 millones de visitantes al año.

Las grúas de construcción, como arañas sobre la ciudad, remarcan que Miami sigue pujante y en expansión. Es hogar para miles que escapan de crisis como la de Venezuela y para una nueva ola de inversores chinos con billetera abultada.
Descripto así, Miami es una fuerza centrífuga a la que el envidiado esposo de Kournikova y Pitbull le ponen sazón. Pero no todo lo que reluce es oro. A “Move to Miami” le apareció una contrapeso que pone en jaque el cetro de Miami como la capital del Sol. Bajo el título “El mar invasor”, los influyentes diarios Miami Herald, Sun Sentinnel y Palm Beach Post, reinstalaron en la conversación pública un hierro caliente que todos preferirían esquivar: el aumento inexorable del nivel del mar.

La astucia periodística obliga a los políticos a ser más receptivos y proactivos a los efectos del calentamiento global de cara a las elecciones legislativas de noviembre. Aunque en el área de Miami se hace más prevención que en otras ciudades costeras de EEUU, no es suficiente. Todavía la opinión pública no está presionando por más soluciones concretas y los políticos están más relajados desde que Donald Trump acaparó todas las críticas al retirarse del Acuerdo de París y de que el gobernador Rick Scott, también republicano, es el blanco de ataques por su escepticismo a futuro.

Hay poco consenso sobre las causas del cambio climático, si se debe a la contaminación a un ciclo natural de la Tierra, pero nadie duda sobre sus efectos devastadores. Las consecuencias se palpan, pero falta mayor conciencia sobre la pesadilla que deberán asumir nuestros hijos y nietos.
La serie de editoriales bajo el título “el maremoto que se avecina” son lapidarias. Los estudios científicos citados vaticinan que Miami estará (literalmente) bajo las aguas mucho antes de lo pensado debido al derretimiento de los hielos. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica estima que para el 2060, el nivel del mar subirá entre dos y tres pies (61 a 91 centímetros) y para fin del siglo 8 pies (casi dos metros y medio). Una aceleración sustantiva considerándose que en los últimos cien años el mar subió 23 centímetros en Cayo Hueso.
Los diarios enfatizan que 22 de las 25 ciudades amenazadas por el elevamiento de las aguas en EEUU son de Florida. Y advierten que las evidencias son palpables en ciudades como Miami Beach, Fort Lauderdale y a lo largo del Intracostal, cuando en días de marea alta (dos a tres veces al año) el agua de mar brota por los vertederos pluviales, algo que jamás sucedía dos décadas atrás.
Cuando se habla de elevamiento de las aguas se asocia solo a que el mar inundará áreas costeras, pero el problema es más complejo, empezando por la contaminación de las napas de agua dulce con la salada. Los estudios preventivos indican que se necesitarán códigos de construcción más severos, plantas desalinizadoras e infraestructura no solo física sino de apoyo - políticas públicas, compañías de seguros, bancos - ya que cuando se planeó la contención años atrás, las proyecciones del calentamiento global no eran tan precipitadas como las de ahora.
La canción “Move to Miami” es pegadiza y apegada a la realidad actual. La ciencia y sus evidencias, sin embargo, obligan a pensar sobre la herencia que dejaremos a futuro, una responsabilidad que les cabe a las autoridades pero también a cada uno en lo individual. trottiart@gmail.com

 

mayo 06, 2018

Las mentiras en la democracia


Se celebró el Día Mundial de la Libertad de Prensa y en casi todos los discursos se aludió a la proliferación de noticias falsas, el gran dolor de cabeza de esta nueva etapa de la era digital.

Nadie hizo autocrítica ni pidió disculpas. Sí se propusieron, y en abundancia, fórmulas para contrarrestarlas y eliminarlas de la faz de la Tierra. Muchos gobiernos y legisladores, consideran que la regulación es la única forma de controlar a las fake news. Como argumento reclaman que se debe defender la democracia, reinstaurar la confianza pública y proteger a los usuarios en las redes sociales.

No creo que el camino sea la regulación. Fue y es la excusa perfecta de los gobiernos autoritarios, siempre en busca de recetas para legitimar la censura. Ante esta nueva moda reguladora, habría que preguntarse: ¿Se debe censurar a los medios y redes sociales, por donde se vehiculizan; o se debe castigar a quienes las originan? Y si se reglamentaran para evitar su intromisión negativa en procesos electorales, ¿no se corre el riesgo de caer en excesos, censurando opiniones, críticas y sátiras de apariencia falsa, pero igualmente válidas?

El peligro es que muchos temas periodísticos - Panamá Papers, FIFAgate, Paradise Papers, Odebrecht – habrían podido censurarse porque en sus inicios fueron rumores y datos dudosos, que alguien pudo haber reclamado por tratarse de noticias falsas.
Por esto creo que soportar mentiras, es el precio a pagar para descubrir verdades. La falsedad, incluso con la intención de causar daño, es el precio por vivir en libertad y con libertades de prensa y expresión.

Los legisladores no deberían apresurarse a legislar. Deben ser prudentes, permitir que el tema decante en la opinión pública e incentivar más debate.  Si se legisla cuando todavía existe confusión, se corre el riesgo de sobreactuar y extralimitarse con las prohibiciones.

Preocupa que la atención sobre las mentiras esté enfocada a censurar a los medios y a las redes sociales y no a sus usinas y fábricas. Las más perniciosas están alejadas del Periodismo, más bien son parte de los aparatos de propaganda gubernamentales, como lo demostró la trama rusa en EEUU.

No hay que ir tan lejos a buscar responsables. Todos los gobiernos y partidos políticos, con la ayuda de consultoras y de agencias, contratan ciber militantes que ofrecen servicios de trolls y bots. El trabajo de estos centros de propaganda y manipulación es crear cuentas de usuarios anónimas o con nombres ficticios para hacer campañas de desprestigio, insultar o instalar trending topics y manosear así la conversación pública. Hacerlo no requiere ni mucha profesionalidad ni muchos recursos. Ya no hay campaña política sin estos artilugios.

Algunos gobiernos muestran a cabalidad los efectos y excesos que se cometen cuando se legisla sobre contenidos y mensajes. Las leyes de propaganda enemiga y mordaza en Cuba y Venezuela, criminalizan toda crítica, opinión e información que no se ajuste a la “verdad oficial”, única y autorizada. Muchos periodistas y ciudadanos cumplen sentencias de 20 años de cárcel por el delito de opinión.

Sin dudas que las noticias falsas tienen influencia negativa en la confianza pública, debilitan las instituciones. Son un tema a remediar. Mucho debe pasar por la autorregulación. Facebook, Google y otras empresas digitales necesitan hacer mayores esfuerzos para diferenciar contenidos falsos de los que provienen de fuentes honestas. Deben ser más transparentes en la moderación de contenidos, impedir la publicidad engañosa y evitar la manipulación de los datos de los usuarios.  

El Periodismo debe procurar más calidad en los contenidos. Investigar y hacer del  fact checking un nuevo género periodístico. Todos, medios, redes sociales y gobiernos deben alfabetizar digitalmente a los usuarios para que reconozcan y no viralicen las noticias falsas.

Pero donde se impone estricta legislación es ante gobiernos y partidos políticos. Se necesita más transparencia sobre la financiación de las campañas electorales y sobre sus sistemas de propaganda, fábricas de fake news.  

En casos de información y contenidos, la Primera Enmienda de la Constitución de EEUU es tajante. Prohíbe al gobierno crear leyes que censuren esas libertades, incluidas las noticias falsas. trottiart@gmail.com

A Nobel for Infantino

The Nobel Prize Committee has decided that Gianni Infantino will receive the next Nobel Peace Prize because—apparently—soccer is synonymous ...