diciembre 20, 2015

Por si quedaban dudas sobre la democracia en Venezuela

¿Alguien tenía dudas de que Venezuela no es una democracia? Ya no creo, después que Nicolás Maduro, mediante un autogolpe de Estado encubierto, creó esta semana el Parlamento Comunal, una especie de “congreso del pueblo” que tendrá como misión contrarrestar a “la nueva burguesía” que ganó la mayoría en la Asamblea Nacional.

Fiel a su estilo, el chavismo demuestra así que desconoce la derrota abrumadora sufrida en las urnas y que mantiene intacta su capacidad de destruir y desestabilizar las instituciones democráticas.

Lo que confunden esta vez Maduro y Diosdado Cabello, quien perdió la presidencia del Poder Legislativo, es que su renovada fórmula desestabilizadora llega a destiempo. El populismo siempre llega al poder tras una profunda crisis social-política y cuando las instituciones están más debilitadas, de la mano de un líder salvador que promete barrer con el establisment y gobernar a favor de un pueblo sufrido abusado por las élites.

En el “borrón y cuenta nueva”, y con una población cansada de los abusos e injusticias, se catapultan estos líderes mesiánicos, siendo ejemplos palpables un mililitar como Hugo Chávez, un sindicalista como Evo Morales o un político satélite de su partido político, como Néstor Kirchner que con solo el 22% de votos apareció en escena como el salvador tras la crisis económica y política a principios de la década pasada.

En lo que realmente se confunden Maduro y Cabello es que esta vez la crisis política y social no es de otros, de ahí que nadie les compra la idea de que pueden ser los salvadores de sus propios errores o de lo que ellos mismos provocaron. No por ello, no dejarán de seguir queriéndose aferrar al poder y tratar de gobernar de espaldas a las instituciones.

El chavismo está acostumbrado a ello. A fines de 2000, Chávez logró que el Congreso le habilitara a gobernar por decreto por 18 meses. Aquella auto destrucción o auto golpe pasó casi desapercibida, no así los efectos del autoritarismo cada vez más profundo que Chávez utilizó para tapar los primeros coletazos de una crisis económica que se fue agravando hasta hoy.

Aquella desestabilización democrática era parte de lo que Chávez denominó la “quinta república” que permitiría la redistribución de la riqueza de los ingresos del petróleo, lo que finalmente nunca llegó. Pero aquello le dio excusas perfectas para reformar la Constitución que le permitiría expropiar empresas en forma legítima, crear y armar las milicias urbanas llamada círculos bolivarianos, militarizar su gabinete, ideologizar la educación en las escuelas primarias, encarcelar y echar al exilio a sus opositores, privilegiar solo a los revolucionarios y crear alianzas con gobiernos extranjeros mediante regalos y subsidios petroleros.

Maduro y Cabello no reconocen que hoy están pagando los platos rotos de todo aquel legado que viene creando el chavismo desde hace 15 años. De ahí que reaparecen con una fórmula poco creativa y engañosa como la creación del Parlamento Comunal, un cuerpo paralelo o paraestatal, con el que quieren congraciarse con el pueblo que los rechazó en las urnas. Se trata de un simple manotazo de ahogado al que le imponen la narrativa mesiánica de siempre, argumentando que quieren devolverle el poder al pueblo ante “un Congreso al servicio de la burguesía”, que solo debe estar compuesto “por revolucionarios y no por escuálidos”, y al que le otorgarán los “recursos, toma de decisiones y forma de vida".   

No hay dudas que el chavismo necesita mantener el poder que perdió en las urnas para suplir la crisis económica; pero, a su pesar, el ingrediente que le falta ahora es el poder de movilizar a las masas, un poder sin el cual no puede sobrevivir un movimiento populista.

La reinvención del chavismo jamás será posible con las fórmulas autoritarias que en otro contexto y época política le fueron exitosas. Hoy los venezolanos, en su mayoría como lo demostraron en las últimas elecciones legislativas, le dieron la espalda al chavismo y su ineficiencia administrativa. La nueva mayoría o la nueva masa, eligió a un nuevo modelo político alejado de los vicios de la corrupción, la inseguridad y la inflación desbordadas.

Si el chavismo quiere mantener la cuota de poder deberá hacerlo dentro de las reglas democráticas. Por fuera solo seguirá alimentando su autodestrucción. 

diciembre 12, 2015

Venezuela y Argentina deben crear institucionalidad y confianza

Argentinos y venezolanos empiezan nuevas etapas políticas. Optaron por países más serios, sin estridencias ni revanchismos. Erradicar la corrupción, combatir la inseguridad y crear bienestar y desarrollo son objetivos en común.

Cristina Kirchner y Nicolás Maduro aceptaron la derrota en las urnas, aunque por sus acciones, no reconocieron la victoria de la oposición. La ex mandataria se fue a los carterazos, criticando al presidente Mauricio Macri y a una justicia que nunca pudo dominar y a la que le teme, dejando una estela de nombramientos interminables y arcas vacías para empantanar el nuevo modelo.

Venezuela tiene un panorama todavía difícil, pese al rotundo éxito de la oposición en las legislativas del domingo. Maduro fue sentenciado en las urnas, pero sigue. Ya anunció que vetará cualquiera ley que emerja del nuevo Congreso opositor. Pero de aquí a enero, cuando asumirá la oposición, nombrará 12 jueces chavistas a la Corte Suprema, para neutralizar al nuevo Congreso.

Maduro de poca autocrítica, ya acusó de su derrota a la “guerra económica” y al avance de “las nuevas oligarquías latinoamericanas” (por aquello de Macri), y teme que los diputados quieran darle la estocada final, ahora que está insolvente y sin apoyo militar ni popular. Los 112 diputados opositores podrían legislar a su gusto, crear una ley habilitante, llamar a plebiscito para reformar la Constitución, destituir funcionarios y plantear juicios políticos.

Sin embargo, mejor sería que adopten la tónica del gobernador opositor Henrique Capriles, que pidió una legislatura que esquive “la venganza” y se dedique a procurar justicia. La oposición tiene que pensar que su fuerza, ahora monolítica y exultante por la victoria, puede ser pasajera. Después de la práctica del poder, cuando lleguen las primeras fisuras entre partidos de izquierda y derecha, el chavismo estará acechando como siempre. Tratará de comprar votos o amenazará con desafueros y cárcel, fiel a su estilo.

Por los primeros discursos de Macri, se entiende que no será un gobierno revanchista y que tiene en mente a todos los argentinos. Se valora aún más su decisión de ser implacable contra la corrupción, sin privilegios para nadie, tal vez el punto de quiebre con Cristina y lo que provocó la telenovela de la transición del mando.

A diferencia de Venezuela, Macri tiene frente a sí equilibrio de poderes. Un Congreso en el que tendrá que hacer alianzas y una justicia independiente a la que prometió no contaminar. La gobernabilidad le será difícil, pero de eso se trata la democracia. Tendrá que buscar consensos, respetar a las minorías y ojalá termine con la política habitual del Ejecutivo de castigar y premiar con fondos públicos como si fueran propios.

Lo más importante para los nuevos dirigentes en ambos países, es que deberán crear institucionalidad e incentivar la independencia y equilibrio de poderes. El estado de Derecho es la garantía indispensable para empezar a crear confianza y desarrollo. Las inversiones extranjeras y el crédito volverán cuando se deje de expropiar por ideología o conveniencia, se incentive la producción privada, se construya infraestructura pública y haya reglas de juego claras y transparentes.

El sinceramiento de las estadísticas públicas es de las primeras medidas que deberán adoptar. En Argentina el gobierno las manipuló y en Venezuela las escondió, como si evadiendo los datos de la inflación o la pobreza, hubieran podido evadir la realidad.

Venezuela tiene retos mayúsculos comparados a Argentina. Maduro es un cero a la izquierda en eficiencia administrativa y ha matado a la gallina de los huevos de oro, la estatal petrolífera PDVSA. No ha diversificado la economía más allá del petróleo, al cual todavía usa como como mercancía para exportar una ideología retrógrada que solo acarrea divisiones a quien la abraza.

Macri sabe de desarrollo y tiene delante de sí un mundo de posibilidades. Debe poner la casa en orden y ofrecer gobernabilidad, un atributo esquivo y todavía inmaduro desde que se ganó la democracia en 1983.

Más allá de izquierdas o derechas, argentinos y venezolanos sentenciaron en las urnas que están cansados del infantilismo político de las últimas décadas. Quieren países en serio y estables, donde todos puedan soñar su futuro. Esa es la esperanza.  trottiart@gmail.com

 







diciembre 07, 2015

Art Basel Miami Beach: Precio y valor del arte


Dos cosas son difíciles de entender en el arte moderno: El valor intrínseco de la obra y el precio. Es el intríngulis que tratan de desenmarañar sin suerte los visitantes en Art Basel, la megaferia de arte contemporáneo que desembarcó este fin de semana en Miami Beach.

Esta vez Art Basel promete ambas cosas a plenitud. Precios por los cielos, catapultados por la casa de subastas Christie’s que semanas atrás vendió un Modigliani por 170 millones de dólares; y una dote mayor de arte conceptual, esas obras e instalaciones que desafían el intelecto y motivan la pregunta: ¿Esto es arte?

Observar a los visitantes es un espectáculo aparte. Muchos largan una carcajada o levantan el ceño tratando de desentrañar el significado de una bicicleta amarilla tirada en el piso, frutas flotando en una piletita o llaves clavadas a un piano, cuyo espacio más adecuado sería una tienda de baratijas.

Antes de que Duchamp expusiera en 1917 un orinal y dijera que “eso es una escultura”, el valor del arte estaba dado por la belleza intrínseca de la obra, su trascendencia y por su espiritualidad, como afirmaba Kandisnky. A partir de aquella subversión, todo es arte, siempre que lo diga el artista y le dé el contexto el galerista y el curador.

Muchas veces el arte conceptual no tiene mensaje, sino una explicación. Tampoco necesita ser creado por el artista. El autor tiene una idea, la diseña y sus artesanos la fabrican, como en el caso de Damien Hirst; y “voilá”, varios millones por una paloma dentro de una vitrina con formol. O unas esferas de aluminio azul que Jeff Koons pone frente a copias de obras clásicas como La Gioconda y argumenta: “Representa todo”. ¿Todo qué?

La sensación de “yo esto lo puedo hacer”, tampoco implica que la obra no sea arte. Mucho arte se basa en la idea y su mensaje. Tiene el propósito de estimular nuevas formas de apreciar el mundo, por más efímero que sea el concepto. La artista Molly Gochman lo ejemplifica. Para crear conciencia sobre el tráfico de personas, pidió a la gente colocar arena roja en las grietas del cemento de las aceras. El simbolismo se viralizó por internet y consiguió su cometido.

Pero ¿eso es arte o simple mercadeo de una idea? El documentalista mexicano, Pablo Jato, puso en ridículo a galeristas y curadores – que se creen más importantes que los artistas – quienes balbucearon o dieron explicaciones rebuscadas cuando les preguntó justamente eso, frente a obras grotescas o que parecían tomarle el pelo a la gente, como un sacón de mujer sobre el respaldar de una silla. En su documental “El Espejo del Arte”, Jato concluye que en el arte hay demasiado gato por liebre, mucho comercio y que está amenazado por el mercado.

Su crítica es acertada. Sin embargo, porque hay mucho embauque, no se puede desconocer que existe una nueva corriente creativa y que el arte contemporáneo, incluido el conceptual, ha animado nuevas expresiones y movimientos artísticos, logrando que el arte sea más plural y menos elitista.

En materia de precios, el mercado tiene sus propias lógicas; se rige por la oferta y la demanda. También depende de la fama y excentricidades del artista, si está vivo o muerto, las condiciones de la obra y su trascendencia en el tiempo, así como las habilidades mercantiles del galerista. Tampoco todos llegan a la cima y solo algunos pueden vivir de su pasión creativa.

Para muchos, el valor del arte no está dado por su belleza o significado, sino por la oportunidad de inversión. Un informe de la firma Deloitte, revela que los ricos, en promedio, invierten 9% de sus ingresos en arte y que un 81% espera que se valorice y le rinda dividendos.

Los 57 mil millones de dólares que la industria del arte movió en 2014, demuestra su efecto transformador y multiplicador. Gracias a Art Basel y sus ferias satélites, Miami absorbe muchos beneficios, entre ellos los que han catapultado y complementado a las industrias del entretenimiento, turismo y bienes raíces.

Después de esta Semana del Arte en Miami, seguramente habrá balance positivo y récord de ventas. Coleccionistas, compradores ocasionales, curadores y galeristas, es decir, el mercado, fijará nuevos precios para obras y artistas. Sin embargo, ello poco ayudará para establecer el valor intrínseco de una obra, una discusión mucho más compleja para resolver.

A Nobel for Infantino

The Nobel Prize Committee has decided that Gianni Infantino will receive the next Nobel Peace Prize because—apparently—soccer is synonymous ...