agosto 17, 2014

Estrellas extinguidas y brillantes

Hollywood y sus estrellas nos sacuden cada tanto. Esta vez fue Robin Williams. Hace poco, Philipp Seymour Hoffman. Años atrás, Heath Ledger, Whitney Houston y Michael Jackson. Mucho antes, Marylin Monroe.

Todas víctimas. La fama y las luces potenciaron su depresión y las sobredosis de cocaína y alcohol hicieron el resto.

Ese coctel letal no solo afecta a estrellas, pero repercute con mayor fuerza cuando corren esa suerte. El ocaso del protagonista de “La sociedad de los poetas muertos” puso en contexto la simbiosis depresión/suicidio y también que los famosos son lo que dicen, no tan solo lo que hacen; como cuando Williams y las cantantes del grupo Dixie Chicks criticaron la política de George Bush poco después de Setiembre 11. Perdieron credibilidad, productores y audiencias en sus conciertos.

Sucedió en estos días con Javier Bardem y Penélope Cruz. Calificaron de “genocidio” a la ofensiva israelí sobre Gaza, equivocándose groseramente con el calificativo. Por temor a que la crítica descomunal en medios y redes sociales se extendiera entre productores y admiradores, actuaron rápido. Pidieron perdón, apagaron el fuego.

Es que a veces las celebridades se equivocan. Subestiman la inteligencia del público. Creen que la gente compra causas de ocasión sin distinguir entre buenas intenciones, rating y marketing oportunista. Por lo general, el público rechaza todo aquello que huele a acomodaticio. Prefiere y reverencia causas nobles y universales que beneficien a todos en igualdad de condición.

Por eso el público desdeñó al Sean Penn que abrazaba y aplaudía a Hugo Chávez, un acto ingenuo ante los barbarismos de la revolución chavista. La gente prefirió al Sean Penn que abogaba por la pobreza en el terremoto de Haití, así como elogia al irlandés Bono por abrazar la lucha contra el sida en África, a Juanes porque aboga por el proceso de paz en Colombia y a Shakira por su filantropía con Alas y Pies Descalzos.

A esta altura, las celebridades sin causa ni compromiso no parecieran dignas de portar su fama. La responsabilidad social se volvió un “must”. En esta especie de diplomacia de celebridades, los famosos y políticos tratan de congeniar en objetivos de bien común. Así fue como el mes pasado Leonardo di Caprio donó siete millones de dólares para paliar la limpieza de los océanos y combatir la sobrepesca. Se comprometió en la conferencia Nuestros Océanos que Barack Obama lideró ante líderes de 80 países, en la que anunció la creación de un área protegida en las islas del Pacífico que se convertirá en el mayor santuario marino del mundo.

La gente ama ese tipo de desprendimiento y compromiso moral enfocado a un bien común generando que la luz de la estrella brille aún más. Pero cuando detecta que los “matrimonios” entre famosos y políticos no son por causas nobles, sino por oportunismo electoral, los riesgos pueden ser muchos y los resultados contraproducentes.

Tampoco todas las estrellas tienen vocación por causas nobles. Es una cuestión de madurez y edad. Seguramente en 10 años, Justin Bieber y Miley Cyrus también adquirirán aires de mayor responsabilidad cuando se les pase la época de hacer crecer imagen y marca con excentricidades propias y las obligadas por sus agentes,

Una excepción a la regla fue Angelina Jolie, que siendo muy joven, y cuando de ella se esperaban extravagancias, abrazó la causa de los refugiados y de la violencia sexual contra la mujer en conflictos armados. El rodaje de “Lara Croft: Tomb Raider” en Camboya fue su punto de inflexión y su catapulta como embajadora de Naciones Unidas. Desde entonces usó al cine como medio, no como fin. Se apasionó por causas humanitarias, convirtiéndose este año, junto a su esposo Brad Pitt, en la actriz más joven en ganar un Oscar por su labor solidaria en regiones conflictivas.

Pocos líderes y políticos tienen la credibilidad, la atracción y el poder de convicción que reflejan estas estrellas. Por ello la diplomacia de personajes como Angelina y Bono es tan codiciada por Naciones Unidas y el Foro Económico Mundial.

A Hollywood le podremos reprochar por contagiar aflicciones, entretenimiento recargado y malos ejemplos de estrellas que se extinguen. Pero no se puede desconocer que también brinda estrellas brillantes, comprometidas y generosas. 

agosto 10, 2014

¿Promoción democrática o propaganda?

La política exterior de EEUU es compleja. Difícil distinguir entre programas de promoción democrática y propaganda. Lo que denomina acciones pro democracia en países autoritarios, aquellos lo perciben como intentos de desestabilización.

Esa diferencia de apreciación se evidenció de nuevo cuando la agencia de noticias AP reveló esta semana que el gobierno de Barack Obama sigue usando métodos secretos para provocar cambios políticos en Cuba. EEUU utilizó a jóvenes venezolanos, peruanos y costarricenses que, camuflados en actividades cívicas y sanitarias, reclutaban a sus pares cubanos con intenciones desestabilizadoras.

Cuba bramó. Es la segunda vez que AP denunció programas encubiertos de pro democracia dirigidos hacia la isla. En abril pasado descubrió la creación del ZunZuneo, una especie de “twitter cubano” que pretendía erigirse como una plataforma de inconformidad política entre jóvenes, con el objetivo de contagiar una “primavera” similar a la que ocurrió en países árabes.

En ambos casos, la estadunidense Agencia de Ayuda Internacional, USAID, que financió estos programas, no tuvo eficacia. El gobierno de Obama pareció pecar de ingenuo al usar métodos de propaganda para desestabilizar un sistema político tan perverso y restrictivo como el cubano.

Para contrarrestar la denuncia de AP, la ingenuidad fue más allá. La empresa contratada por USAID, Creative Association International, argumentó que solo entrenaba a jóvenes en derechos humanos, liderazgo y salud, sin meterse en cuestiones políticas; mientras que el gobierno justificó que empodera a los ciudadanos para que resuelvan problemas sociales y sean factores de cambio.

EEUU no debería pedir excusas. La promoción de la democracia en países opresores es parte del ADN de su política exterior tras la promulgación de la universalidad de los derechos humanos en 1948. Pero debería ser más trasparente y evitar métodos secretos cuando tiene opciones de hacerlo abiertamente y por canales diplomáticos; es que los programas clandestinos, muchas veces, derivaron en confrontación, invasiones o golpes de Estado.

A Cuba tampoco habría que prestarle mucha atención. Así como el refrán reza que “el muerto se asusta del degollado”, era obvio que aprovecharía la ocasión para potenciar su prédica anti imperialista y hacer propaganda, su mayor destreza. Cuba logró convencer al mundo entero que es una víctima de las grandes potencias signadas por el capitalismo salvaje y que Fidel Castro es un romántico, un intelectual de izquierda, cuando en realidad se trata de un maquiavélico y tirano, responsable de una de las dictaduras militares más largas y perversas de la historia.

Pese a los rodeos, excusas y buenas intenciones, este programa de jóvenes en Cuba huele más a propaganda que a promoción democrática. De ahí que esta semana varios legisladores estadounidenses protestaron y calificaron de irresponsable a Obama. Lo culpan por ejecutar este programa durante la misma época que el gobierno cubano apresó a Alan Gross, un contratista de la USAID, que fue condenado a 15 años de prisión en Cuba por repartir ilegalmente tecnología satelital y de internet entre miembros de la comunidad judía.

Otros activistas criticaron con vehemencia que algunas actividades usaran de pantalla unos talleres sobre sida, tirando por la borda la credibilidad de otros programas sanitarios que EEUU realiza en el mundo. Se le ve como una contradicción a la decisión de suspender el sistema de vacunación casa por casa con fines políticos en Pakistán, que le permitió a la CIA llegar a la puerta del escondite de Osama bin Laden en Pakistán.

El programa en Cuba, además, no solo es conflictivo por su carácter secreto, sino porque puso en riego a sus ejecutores, cuando el gobierno pudo haber usado a personal propio en lugar de jóvenes extranjeros. Además, sigue minando la credibilidad de la USAID, dándoles la razón a gobiernos de Ecuador, Venezuela y Bolivia que expulsaron a la agencia por involucrarse en política, más allá de su misión humanitaria.

Lo peor de todo es que estas tareas encubiertas y de propaganda minan las relaciones entre ambos países y pueden hacer retroceder negociaciones avanzadas sobre la morigeración del embargo económico, permisos de viajes e intercambio cultural.

agosto 04, 2014

El "Me gusta" de Facebook

El “me gusta” se convirtió en la calificación más frecuente y decisiva con la que manifestamos nuestras emociones. La experiencia en Facebook revolucionó la forma en que percibimos la realidad y creó nuevas formas de expresión.

Todo (o casi todo) pasa por Facebook. Desde la campaña de solidaridad para que Helenita acceda a un trasplante de médula ósea, pasando por la masiva admiración femenina por el pintón ladrón californiano Jeremy Meeks o hasta el asesinato de la mexicana Lucila Reyes Villanueva que su yerno confesó a sus amigos.

La gente prefiere buscar noticias en Facebook, lo que obliga a los medios a incluir y adaptar sus contenidos para existir. A las marcas ya no les basta con hacer publicidad; saben que el poder no está en lo que comunican, sino en los comentarios de los usuarios. Una frase negativa que se haga viral puede destruir cualquier reputación, de ahí el celo de Coca Cola para monitorear los comentarios en las redes sociales y actuar previendo incendios.

Mark Zuckerberg, más allá de la ambición por aumentar la conexión global para reducir la pobreza y la desigualdad, siempre experimenta con su red social buscando que el usuario tenga una experiencia personal, exprese su identidad y se enganche con contenidos positivos (por eso no existe el “no me gusta”). El problema es que muchas veces se excede y debe recapitular.

Hace días fue blanco de una crítica severa por parte de las universidades. La polémica se generó luego que una revista científica publicó los resultados de un experimento en 2012 sobre conducta humana entre 700 mil usuarios. Facebook pudo conocer el alto nivel de contagio que generan los comentarios positivos o negativos en el estado anímico de los usuarios, y ver si ello conlleva a que la gente esté más o menos activa en esa plataforma.

El problema no fue el resultado – se hicieron varios estudios sobre cómo el suicidio se contagió en Suecia y Japón a través de las redes sociales – sino que Facebook no haya avisado sobre el experimento, tomando a los usuarios como conejillos de india.

De nada sirvió la defensa original de sus ejecutivos. Dijeron que en el acuerdo que firma quien registra una cuenta, se indica la posibilidad de estudios para entender mejor a los usuarios y así mejorar la experiencia en la red social. También es evidente, que Facebook no dice todo, ya que usa comercialmente esa información. Al saber mejor qué hace, cómo vive y qué preferencias tiene cada usuario, cambia algoritmos, dándole información a las marcas para que hagan publicidad más efectiva y haciendo que los usuarios paguen si quieren que sus posts lleguen a todos sus amigos y seguidores.

La crítica más vigorosa contra Facebook es que no toma los recaudos que tienen las universidades, que cada vez que hacen experimentos sobre conducta humana deben pasar por protocolos bien estrictos sobre metodología, ser autorizadas por consejos de expertos calificados y tener mucha transparencia.

El celo por la actitud de Facebook, tal vez sobredimensionado por los medios, es que esta red social, junto a otros monstruos del internet, como Google, Yahoo! o Apple, ha violado la privacidad, después de comprobarse que brindó información sobre los usuarios al gobierno de Barack Obama, en el contexto de la lucha anti terrorista y la seguridad nacional.

En defensa de Facebook, vale decir que en marketing siempre se están haciendo sondeos sobre preferencias de la gente, por lo que es difícil delimitar esa línea divisoria entre el bien y el mal. Máxime cuando la información sirve para incorporarse a las nuevas tecnologías y mejorar cómo vivimos. Por ejemplo, con sensores en pulseras, cintos o zapatillas, que miden la frecuencia cardíaca, la presión sanguínea o los niveles de azúcar y que, en el futuro mediato, podrán calcular el nivel de depresión, el estado anímico o la autoestima.

Puede que la mala publicidad empuje a más jóvenes a emigrar a otras plataformas, aunque Facebook no desaparecerá, tiene más habitantes que China, su Instagram superó los 200 millones y su Whatsapp crece un millón de usuarios al día. Sin embargo, lo más interesante de la polémica, es que sepa - así como otras redes sociales – que también es vigilada y que existen límites cuando trata de jugar con las emociones y sentimientos de los usuarios. 

A Nobel for Infantino

The Nobel Prize Committee has decided that Gianni Infantino will receive the next Nobel Peace Prize because—apparently—soccer is synonymous ...