Tras la publicación de esta novela que trata sobre la IA y la ética de la verdad y la libertad —se puede adquirir en Amazon—, estoy escribiendo el segundo libro de la trilogía Robots con Alma, sobre la creatividad. Blog por Ricardo Trotti
noviembre 04, 2012
noviembre 03, 2012
En Memoria de Verónica Guerin
La
periodista irlandesa Verónica Guerin fue asesinada el 26 de junio de 1996 por narcotraficantes
que hicieron lo imposible para que ella no reporte ni investigue sobre sus sucios
negocios.
Una
amiga en Harvard University, June Erlick, profesora de un curso sobre la
relación del periodismo en el cine y editora de la prestigiosa publicación ReVista
del Centro David Rockefeller para Asuntos Latinoamericanos, me invitó a una de
sus premieres para presentar esta película sobre la vida de Verónica Guerin, un
“true story”, interpretada por la extraordinaria Kate Blanchet.
Se
trata de una película que ningún periodista o estudiante de comunicación
debería perderse. Enseña mucho sobre la conducta de los periodistas, su forma
de trabajar y sus miedos, frustraciones y conflictos éticos.
La
presentación sirvió para honrar la memoria de muchas periodistas que en el
mundo y principalmente en América Latina fueron asesinadas por tratar de
descubrir la verdad. Una de ellas, la guatemalteca Irma Flaquer, caso que June
investigó y que en las próximos meses la llevará a presentar su libro sobre el
caso en Guatemala y Colombia.
Estas
son algunas de las cosas que plantee antes y después de la proyección de la
película:
Desde
una perspectiva periodística, esta película nos enfrenta a nuestra misión de
cómo descubrimos lo oculto, buscamos la verdad y el costo que ello conlleva.
Siempre dije que hacer periodismo no es sobre cómo cubrimos hechos y eventos, sino
el arte de descubrir e iluminar los hechos más complejos y ocultos.
En la
vida de Verónica podremos observar la línea delgada que separa la pasión de la
obsesión, siendo que la primera nos hace tomar caminos inteligentes; mientras
que la obsesión, hacer cosas tontas.
La vida
y la muerte de Verónica fueron trascendentes. Aunque sus medios para alcanzar
su fin no siempre estuvieron sincronizados con principios éticos y
profesionales, al final llegó a hacer una diferencia como ella pretendía
durante su carrera, especialmente en los dos últimos años de su vida cuando
decidió investigar al narcotráfico de su país.
Varios
mafiosos terminaron pagando en la cárcel por su crimen y viendo como sus
negocios se desbarataban. Hubo reformas constitucionales y legales con las que
se agravaron estos delitos, lo que en los primeros años después del asesinato
de Verónica ayudó para que la tasa de criminalidad se redujera
considerablemente.
Para
lograr sus fines, Verónica muchas veces sobrepasó criterios éticos del
periodismo a tal punto de ser más activista por una causa que periodista, se involucró
con fuentes de la criminalidad, pagó para obtener información, terminó usando rumores como información
fidedigna y quiso obtener justica por sus propias manos.
Me
quedaron en el tintero varias preguntas que se las hice a la audiencia para
generar un debate, entre ellas: ¿Su periódico hizo lo suficiente para
defenderla? ¿Su conducta puso en riesgo la vida de otros periodistas y la de
sus familiares? ¿Debió ella autocensurarse? ¿Pudo ella descubrir lo mismo y
alcanzar sus fines sin exponerse a tantos riesgos? ¿Vale pagar un precio tan
alto por descubrir la verdad?
En el
auditorio no tuvimos la sapiencia para contestar todas las preguntas. La vida y
muerte de Verónica tan bien interpretadas en la película, lo dejan a uno aturdido,
confundido, repensando en el papel del periodismo en la sociedad, en el papel
que cada uno de nosotros como periodista ha jugado hasta ahora. Verónica hace
pensar y pensarse a uno mismo.
Sin
dudas es una película que deberían ver todos los periodistas y aspirantes a
periodista.
octubre 30, 2012
El último orejón del tarro
A juzgar por el tercer
debate electoral entre Barack Obama y Mitt Romney, Latinoamérica está condenada
a seguir siendo el último orejón del tarro, viéndose relegada a un plano
intrascendente en las relaciones con EE.UU.
Así como los
latinoamericanos, también los europeos se sintieron desahuciados en el debate
sobre política exterior. La crisis económica en Europa, el tráfico de armas, el
narcotráfico, la inmigración y el cambio climático, temas sobre los que EE.UU.
debe asumir responsabilidades a nivel global, fueron ignorados.
Obama entró al
recinto como favorito y salió como vencedor. Romney no ofreció contrastes ni
propuestas diferentes. Felicitó a Obama por el asesinato de Osama Bin Laden, la
invasión de Libia y la muerte de Muamar Kadafi, y la caída del egipcio Hosni Mubarack.
Tampoco tenía mucho margen de maniobra. Le hubiera costado la elección
argumentar que las tropas se queden en Afganistán más allá del 2014 o proponer
que se abran nuevos frentes militares en Siria e Irán.
Romney falló en
arrinconar a su adversario sobre la malograda operación oficial Rápido y
Furioso que permitió a narcotraficantes mexicanos obtener armas de grueso
calibre. Tampoco cuestionó la falta de una reforma migratoria que sigue
dividiendo a millones de familias latinoamericanas y sobre el cierre de la
cárcel de Guantánamo, promesas de la anterior campaña de Obama, todavía
incumplidas.
Romney acertó en
decir que América Latina es tierra de oportunidades, mayores a las que ofrece
China, potencia a la que achacó un juego comercial desleal permitido por Obama.
Pero fue una tímida frase de segundos en una discusión de 90 minutos, en los
que no se habló sobre tratados de libre comercio, del Plan Colombia, del Plan
Mérida, ni de futura asistencia para el desarrollo de la región o sobre la
resistencia que EE.UU. provoca entre algunos gobiernos.
Las oportunidades
para hablar de política exterior con América Latina eran muchas. No debieron
ignorarse temas importantes como la legalización de las drogas como alternativa
para detener la violencia del narcotráfico; el tráfico ilegal de precursores
químicos que permite la apertura de centros de producción de metanfetaminas en Argentina,
Brasil y México y el creciente problema de tráfico de personas. También se
olvidaron de hablar sobre el impacto de las deportaciones de criminales que
siguen engrosando las filas de las pandillas juveniles que asolan América
Central y la viabilidad del embargo económico sobre Cuba.
La ausencia de estos
temas también fue responsabilidad del moderador. El periodista Bob Schieffer, de
la cadena CBS, falló en poner a Latinoamérica en la agenda del debate. Esto
denuncia la poca importancia que la prensa estadounidense le da a la región, lo
que quedó aún más en evidencia esta semana cuando el diario tejano Houston Chronicle
anunció el cierre de su oficina en Ciudad de México, siguiendo el patrón de
muchos medios colegas.
También es cierto
que América Latina no es muy relevante en la agenda de los estados indecisos,
los que tienen la posibilidad de voltear la elección. Sobre el imperfecto
sistema electoral, que no depende del voto popular sino de un Colegio Electoral,
una proyección del New York Times estima que Obama tendría 237 electores de los
270 que se necesitan para ganar la Presidencia; mientras que Romney tendría 206
sumando el de todos los estados tradicionalmente republicanos.
En definitiva, lo
que está en juego son 95 electores de los ocho estados indecisos, Florida (el
más importante con 29), Ohio, Virginia, New Hampshire, Nevada, Carolina del
Norte, Iowa, Colorado y Wisconsin, lugares donde se enfocará lo poco que queda
de campaña.
De todos modos, habrá que observar qué importancia
le darán el próximo presidente y el nuevo Congreso estadounidenses a las
relaciones con América Latina; si les darán prioridad o dejarán al fondo del
tarro. Todo puede pasar. La política exterior estadounidense es tan pragmática
que mucho depende del contexto y de los humores políticos del momento. Por eso
resulta difícil descifrar el revoltijo de 60 años de relaciones, en los que
brillan con la misma intensidad desde la Alianza para el Progreso de Kennedy al
Plan Brady de Bush padre, desde las invasiones y el apoyo a dictaduras militares
al respaldo de procesos democráticos.
octubre 29, 2012
La sangría cubana
La inmigración es un trueque injusto. Un país gana
lo que el otro pierde. Pero se trata también de una decisión justa de quien la
toma para buscar mejores oportunidades.
Para muchos que todavía creen en el romanticismo de
la revolución cubana de los hermanos Castro, solo falta mirar hacia el flujo
migratorio anormal desde la isla, para tratar de equilibrar su idea sobre que
esa revolución no debe ser tal, si por revolución se entiende que es la
transformación de las condiciones de vida y de cultura para mejor.
Este año fiscal que acaba de terminar a fines de
setiembre, evidenció que en Cuba las cosas siguen mal y sin mejorar. Trece mil
cubanos (13.000) indocumentados se escaparon de Cuba llegando a las costas de la
Florida o siendo interceptados en alta mar antes de alcanzarlas. Además de esto
hay que contar que veinte mil (20.000) son las visas que otorga EE.UU. anualmente,
las que nunca alcanzan.
El gobierno de Raúl Castro hizo pública semanas
atrás su nueva política de que permitirá a los cubanos salir de la isla, aunque
mantendrá ciertas restricciones para algunos individuos, entre ellos médicos,
deportistas y científicos. La apertura de puertas, de todos modos, no se trata
tanto de un mejor trato humanitario sino de abrir una válvula de escape para no
tener que seguir soportando la presión de una economía que sigue sin alzar
cabeza y que necesita de menos bocas que alimentar.
Esta sangría cubana que a corto plazo puede ayudar a
descomprimir la olla a presión, sin dudas será una gran pérdida para el futuro
de la isla. Es muy difícil que los cubanos que construyan hogares y raíces en
otros países, particularmente en EE.UU., puedan luego optar por el regreso. También
es idílico pensar que regresarán a Cuba (como Raúl Castro lo permitirá a partir
del 2013) balseros, médicos y
deportistas que emigraron, se escaparon o desertaron.
Según el diario El Nuevo Herald, entre 2009 y
2011, el promedio anual de inmigrantes cubanos fue de 7.500. “Pero este año es
la primera vez desde el 2008 que el número de inmigrantes cubanos sin visa
supera los 10,000, incluyendo aquellos que fueron interceptados en alta mar en
camino al sur de la Florida. En el 2008, el número de inmigrantes cubanos que
llegaron a territorio estadounidense o que fueron interceptados se situó en
16,260”.
Los expertos señalan
que el número se redujo después de 2008 debido a la crisis económica en EE.UU.
“Actualmente – dice
ENH - no hay consenso entre los expertos sobre por qué están llegando más
cubanos, pero la mayoría parece inclinarse a favor de la teoría de que los
familiares en Estados Unidos quizá pudieran tener más dinero para contratar
contrabandistas que transporten a sus seres queridos desde la isla, y también
que los cubanos pudieran estar desilusionados con el lento ritmo de las
reformas bajo el régimen de Raúl Castro”.
octubre 28, 2012
octubre 24, 2012
Democratización de la comunicación
Sin libertad de expresión la democracia es imperfecta. Esta máxima
quedó más vigente que nunca tras la reunión semestral de la Sociedad
Interamericana de Prensa que culminó en Brasil esta semana.
No se debe solo a los 18 periodistas latinoamericanos asesinados este
año, ni al bullying gubernamental ni al acoso legal contra medios de
comunicación privados, pero a dos temas que trascienden a estos grupos y que
afectan la libertad de expresión de los ciudadanos: Las restricciones a la
información pública que los gobiernos están obligados a ofrecer y el burdo
bombardeo propagandístico estatal, como si se viviera en un proceso de
elecciones permanentes.
Estas dos características desnaturalizan la esencia de la democracia,
la que no se basa solo en el derecho del ciudadano a votar, sino en el deber
del gobierno a informar sin mentir y a rendir cuentas de sus acciones. Para que
el sistema funcione, la democracia tiene en las ONGs y en la prensa privada a
sus anticuerpos, las que deben tener libertad y garantías para fiscalizar al
poder público.
Existen gobiernos y grupos que
reniegan de esa acción fiscalizadora ciudadana. En un mensaje a la SIP, el
premio Nobel argentino, Adolfo Pérez Esquivel, y un grupo de intelectuales,
calificaron a la institución de “Cartel” compuesto por dueños de medios “que
concentran y monopolizan el sector”, y que se oponen a la “democratización de
la comunicación”. Invalidaron así, que periódicos de familias como El Universal
de Caracas, El Comercio de Lima, La Nación de Buenos Aires o el New York Times
de los Sulzberger, tuvieran derecho a existir.
La SIP y los medios no se inmutan por descalificaciones, ya que las
han experimentado con diferentes gobiernos arbitrarios, desde Augusto Pinochet
a Hugo Chávez, Alfredo Stroessner a Rafael Correa o de Alberto Fujimori a
Cristina de Kirchner. Pero ahora, lo que por “democratización de la
comunicación” se vende, es el falso precepto de que los medios privados pretenden
el dominio económico, oprimir a los pobres, son corruptos y antidemocráticos,
por lo que el Estado debe disciplinarlos y asumir o subsidiar canales
informativos propios para decir la “única verdad”.
Ese estatismo comunicacional – a lo que el expresidente peruano Alan
García denominó el “opio de los pueblos”, rescatando la famosa sentencia que Karl
Marx atribuía a las religiones – lo vienen consumando los gobiernos de Argentina,
Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela. No satisfechos con la creación de
docenas de medios estatales a los que manejan como propios, han instituido
gigantescos aparatos de propaganda, en los que se vierte información dirigida, sin
contraste ni equilibrio.
Es cierto que existen medios privados que también manipulan
información, pero está el público para desecharlos o no prestarles atención. Los
medios estatales son distintos. Por su carácter de públicos, porque pertenecen
a todos y están hechos con los recursos de todos, el gobierno tiene la
obligación de ser objetivo, equilibrado, no manipular información ni mentir
sobre estadísticas oficiales de pobreza e inflación, como ocurre en Argentina y
Venezuela. Si el gobierno miente, difícil resultará la implementación de
políticas públicas para solucionar esos problemas.
También es grave, cuando los gobiernos, además de manipular datos, omiten
y traban el acceso a la información pública. En los informes de violaciones a
la libertad de prensa que repasó la SIP, tanto de Argentina, Canadá, Cuba, El
Salvador, Ecuador, Haití, Nicaragua, Panamá, Uruguay y Venezuela, esta
dificultad se observa como estructural. Pese a que en muchos países existen
leyes que obligan a los gobiernos a ofrecer la información oficial a los
ciudadanos sin cortapisas, en la práctica el acceso se restringe y los estados
siguen inmersos en la cultura pasada del silencio y el secretismo.
Si los gobiernos realmente quieren “democratizar la comunicación” deberían
informar con la verdad, sin necesidad de saturar a la ciudadanía propalando en
forma constante por cadenas nacionales, actos políticos y medios oficiosos. Estos
métodos populistas de propaganda y de restricción de información oficial para
dominar la opinión pública, tienen como consecuencia la instauración de
democracias cada vez más imperfectas. trottiart@gmail.com
octubre 22, 2012
Tercer debate sin América Latina
Los
candidatos a la Presidencia de EEUU, Barack Obama y Mitt Romney, se olvidaron de hablar esta noche en el tercer
debate sobre la importancia geopolítica de América Latina en materia de
política exterior. Solo Mitt Romney mencionó América Latina pero desde una
perspectiva económica, de comercio exterior.
Fast
and Furious, Plan Mérida y Plan Colombia, el crecimiento de Brasil como fuerza
de liderazgo en América Latina, o el acercamiento constante del presidente Hugo
Chávez a Irán, o los problemas limítrofes entre Canadá y EE.UU, entre México y
EE.UU., el problema del narcotráfico en Centroamérica y la falta de políticas
explícitas y concretas de inmigración que afectan a millones de
latinoamericanos, el tema de las remesas familiares, el desarrollo de los
países más pobres del continente como Haití y Nicaragua y la cuestión del
embargo sobre Cuba, fueron temas totalmente excluidos por los candidatos.
El
moderador fue esta noche el mejor de los tres debates, fue firme, administró
bien el tiempo y sin tratar de ser protagonista como la periodista de CNN en el
segundo, se mostró con la autoridad y el respeto suficiente para que el debate
no se alejara de su curso. Sin embargo, no acertó en tratar de inclinar a los
candidatos hacia el tema de América Latina. Ignoró el tema.
Es
probable que Obama ganara este tercer debate, sin embargo Romney no se mostró
como perdedor. Se mostró moderado en materia de exponer al país a una nueva
intervención militar, ya sea en Siria como en Irán.
No creo
que los debates hayan modificado los resultados de las elecciones. Simplemente
reafirmaron las simpatías y lealtades que cada individuo ya tiene tanto en los
demócratas como en los republicanos.
octubre 21, 2012
Paz tortuosa para Colombia
Ningún
proceso de paz termina beneficiando a todos y este es el largo y tortuoso
camino que tiene a Colombia como epicentro. Tantos crímenes y tantas víctimas y
tantas heridas sufridas en los últimos 50 años difícilmente podrán olvidarse ni
curarse con las negociaciones en Oslo y en La Habana.
El
tema no es fácil. El proceso de paz es posible gracias a una reforma
constitucional que permitirá que prácticamente todos los actores violentos en
Colombia puedan ser acusados, investigados pero no encarcelados. Se trata de
una amnistía general o un acuerdo político que tal vez se plantea como la única
ventana o alternativa para llegar a la paz.
En
una conferencia este viernes pasado en la Universidad de Harvard, organizado
por la Iniciativa Latinoamericana del Carr Center, José Miguel Vivanco,
director de Human Rights Watch por las Américas, se mostró crítico ante esta
reforma, a lo que calificó de una “bacanal de impunidad” y que su organización
estará presta a interponer demandas ante la Corte Penal Internacional.
Referente
a esta “orgía” de impunidad, Vivanco, en su lectura de la realidad colombiana,
interpreta que la reforma es en realidad una gran amnistía que solo permitirá
castigar a los responsables directos de las masacres cometidas por las FARC o
los paramilitares o los militares responsables de los “falsos positivos”, pero
que el Estado reniega a castigar a los autores intelectuales, a los
financistas, a los cómplices de tantos crímenes de lesa humanidad.
Vivanco
teme que el proceso de paz sea un tema para las cámaras, para que algún
colombiano termine ganado el Premio Nobel de la Paz, pero que dado el marco
jurídico estropeado por la reforma, no permitirá reparar la justicia que
demandan las víctimas. Estadísticas diferentes sitúan a las víctimas en un
promedio de 600 mil muertos, 15 mil desaparecidos y casi 4 millones de
desplazados.
Vivanco
indicó que no le quedará otra alternativa jurídica a HRW que presentar demandas
en contra de algunos individuos colombianos ante la Corte Penal Internacional
en caso de que el Supremo Tribunal Constitucional de Colombia deje la reforma
en firme. Además, porque el país se sometió a la jurisdicción del tribunal
internacional, por lo que no puede quedar como un espacio limitado solo a la
demagogia o a que esa organización termine solo fallando sobre casos del
continente africano, como más se manifiesta hasta ahora.
La
paz en Colombia es obviamente política. Difícilmente puede lograrse de otra
forma si los miembros de las FARC no son amnistiados y si no se les ofrece un
sitio para hacer política. Otras ofertas, cuatro en total, fueron rotundos
fracasos en el pasado. ¿Pero podrá haber paz para las víctimas y para todos los
colombianos en caso de que el sangriento Timochenko termine debatiendo en el
Congreso como un legislador más?
Difícil
es saber si es preferible una paz defectuosa con el consabido sabor amargo de
que muchos quedarán desahuciados, a continuar con una guerra sangrienta que
pudiera seguir causando más víctimas.
Los
procesos de paz en América Central y las leyes de amnistía y punto final fueron
imperfectas en América del Sur, pero permitieron una paz política relativa y
necesaria.
Chávez ganó, pero...
La victoria de Hugo Chávez con un 55% del electorado
a su favor fue extraordinaria y categórica; pero no significa que ganó Venezuela.
La historia enseña que pese a los votos, ningún proceso fue democrático ni un gobierno
bueno, tras 20 años ininterrumpidos en el poder.
La derrota de la oposición, pese al 44% de votos, también
fue contundente. Es que Henrique Capriles tuvo que cargar con el lastre de
otras derrotas más decisivas que esta. Entre ellas, la del referéndum de 2004
cuando se aprobó que un presidente pudiera eternizarse en el poder y cuando la
oposición, también unida aquella vez, se retiró en masa del Congreso permitiendo
que por años, Chávez gobierne por decreto y a sus anchas.
La fuerza del populismo, basado en el
asistencialismo, la propaganda y la adulación de las mayorías, hicieron que los
tres períodos que gobernó Chávez desde 1999, se vieran como buenos y
democráticos. Pero fueron lo contrario. Chávez gobernó y ganó elecciones porque
sometió al resto de los poderes e instituciones del Estado y porque se
benefició en forma absoluta de sus recursos.
La revolución de Chávez no ha funcionado. La pobreza
es alta, el empleo y la producción baja, la infraestructura inexistente, la inflación
galopante y la tasa de criminalidad exorbitante. Todos porcentajes peores de
los que tienen otros países latinoamericanos con menores potencialidades que
Venezuela. Por eso, la historia juzgará a Chávez por los talentos y la riqueza que
ha desaprovechado, la materia gris que se ha escapado y por las inversiones
extranjeras que ha espantado.
El futuro puede ser más sombrío aún. Chávez podrá
escudarse detrás del caudal de votos conseguidos para profundizar el
nacionalismo, seguir rescindiendo de la oposición y las minorías, promover más
división de clases y ahondar la polarización ideológica. Seguramente será un
gobierno más cerrado, menos transparente, con mayor control interno y menos
escrutinio internacional.
Es verdad que
Chávez ha conectado mejor con los sectores más vulnerables que otros gobiernos
ignoraron, mediante programas y misiones de salud, educación y bienestar
social. Sin embargo, esas fórmulas de asistencialismo por sí solas no bastan;
Cuba, donde busca reflejarse, no es buen ejemplo de desarrollo ni equidad.
Por otro lado, la
oposición debe reconocer que el chavismo ya es un movimiento político estable y
legítimo, que no depende solo de su líder. La elección del canciller Nicolás
Maduro como vicepresidente, más cercano a La Habana y los Castro que el propio
Chávez, auguran una continuidad de la política más allá de la suerte y la salud
del primer mandatario.
Con Chávez y
Maduro el proceso revolucionario está garantizado hacia dentro y fuera del
país. Venezuela continuará subsidiando a Cuba, endeudándose con China,
comprándole armas a Rusia, abriéndole puertas a Irán y vendiéndole petróleo a
EE.UU. En gran parte, Chávez depende de que los precios del barril de crudo
sigan razonables para seguir exportando su revolución por el resto de América
Latina. Pero una caída en los precios, así sea por mayor estabilidad en el
Medio Oriente, mayor independencia energética de EE.UU., o mejores tecnologías
para la extracción en otros países, harán que la revolución bolivariana sea un sueño
insostenible.
Mientras tanto,
el chavismo seguirá expropiando y estatizando, acusando al neoliberalismo de
haber privatizado los recursos del Estado, sin admitir que las privatizaciones
se concretaron para detener la sangría de empresas deficitarias, corruptas y
burocráticas que otros gobiernos populistas del pasado crearon. El manejo
político de PDVSA, la mayor y más estratégica empresa del país, confirma la
regla de que los gobiernos arbitrarios y populistas suelen ser malos
administradores.
Capriles sabe que el populismo es un vicio de la
democracia, pero que el chavismo tiene un gran poder de convocatoria y
movilización que no puede desconocerse. Su mayor desafío es mantener a la
oposición unida y que no se desbande, al menos, hasta después de las elecciones
legislativas de diciembre. Aún sin la alternancia debida del poder, la creación
de contrapesos en el Congreso puede ser el único antídoto para que Chávez se sienta
fiscalizado y responsablemente obligado a rendir cuentas.
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